Juan Antonio González Flores, el aplaudido maestro de Zufre: «soy un niño grande que se ha jubilado»

Juan Antonio González.
Juan Antonio González.
El profesor Juan Antonio González Flores.

A.R.E. La jubilación es un paso más de la vida laboral de una persona, una etapa que algunos alcanzan llenos de ilusión y que otros aceptan a regañadientes. En el caso de Juan Antonio Gónzalez Flores, hasta hace unos días profesor del CEIP Sutefie de Zufre, el abrazar este momento ha sido una decisión muy meditada. Después de 35 años al pie de cañón, tomó la determinación, también asesorado por sus dos hijas, de que había llegado el momento de echar el freno y dedicar tiempo a su tesoro más preciado, su familia, y a ese abanico tan amplio de aficiones que siempre iba aparcando para cuando tuviera un hueco.

Con 61 años y medio, Juan Antonio se presentó en su puesto de trabajo el pasado 9 de enero, su último día antes de jubilarse, para cumplir con su jornada laboral. Lo que jamás pensó es que sus compañeros, alumnos y vecinos le tenían preparada una pequeña encerrona.


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Vista de Zufre. / Foto: zufre.es
Vista de Zufre. / Foto: zufre.es

Eran las 13.45 horas cuando Diego, el director actual del centro, que en sus tiempos fue alumno de González Flores, abrió la puerta de la clase donde se encontraba el futuro jubilado. «Estaba explicando el Cabo de Gata… y ahí me quedé. Me sacaron del aula y en el pasillo me encontré a mi madre de 92 años, a mi mujer, a mis dos hijas, una de las cuales acababa de llegar de Sevilla para ese momento, mis compañeros, los alumnos… Me entregaron un cuaderno con textos escritos por niños de todas las edades, desde primero hasta segundo de ESO y luego me llevaron a la biblioteca. ¡Le habían puesto mi nombre, ‘Maestro Juan Antonio’, en una placa!«.

Sin duda, fueron unos momentos emocionantes e inesperados para el docente que, aunque algo se esperaba, no pensaba en absoluto que le hicieran tales honores. Pero la cosa no acabó ahí. A los chavales que se agarraban a sus piernas pidiendo que no se marchara se sumó otro homenaje, el que le ha convertido en el jubilado más famoso de España estas últimas semanas: el de todo el pueblo de Zufre.


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«Cuando bajé las escaleras todos estaban allí y empezaron a aplaudir. Los estudiantes de ahora, sus padres, la mayoría de los cuales también habían sido alumnos míos, gente que no tenía porqué estar allí porque no tiene hijos en el colegio… Luego me enteré de que, a mis espaldas, habían hecho una convocatoria por whatsapp que habían pasado a todos los vecinos para que estuvieran el 9 de enero a las 14.00 horas en el centro. Yo empecé a andar y no me podía parar. Aguanté hasta que las lágrimas empezaron a salir ya cuando doblé la esquina de la calle. Para mí ha sido un premio excesivo, porque ya había tenido mi comida de despedida con mis compañeros. Estoy muy agradecido a todos por este broche final», reconoce el homenajeado.

Esta reacción fue la respuesta de Zufre a un acto previo del profesor: una carta que el pasado 23 de diciembre Juan Antonio envió a todas las familias del municipio para despedirse como docente, que no como vecino. Un gesto que el pueblo valoró y agradeció de esta entrañable manera. 

Un momento de la despedida.
Un momento de la despedida.

Pero más allá de ser una reacción a una misiva, tal demostración de cariño, respeto y reconocimiento debía tener una raíz más profunda, un origen que aflora cuando ahondamos un poco en la trayectoria y filosofía profesional de este onubense.

González estudió Magisterio a caballo entre Sevilla y Huelva, fiel a su vocación que no era otra que «enseñar y estar con los niños». Al finalizar se sacó las oposiciones y, tras pasar por los centros educativos de Castaño del Robledo y Cortelazor, logró plaza en Zufre. Empezó dando clase a los mayores, a los de EGB, con los que siempre le ha gustado trabajar, pero llegó un momento en el que se adscribió a Primaria para poder seguir vinculado a su amado pueblo. En este sentido, Juan Antonio pudo ejercer en Huelva capital y no quiso a fin de no abandonar esa tierra serrana donde nacieron sus dos hijas.  

En esta línea, el docente reconoce que vivir donde trabajaba le ha permitido tener un concepto global de la tarea formativa, el cual iba más allá de cumplir un horario laboral. Como él mismo explica, «yo tomé esta decisión, por mí y por las personas de la comunidad, y me ha salido bien. En Zufre salgo a la calle y todos me saludan, hasta los niños de cuatro años a los que no he dado clase. Todo el mundo del municipio de 45-50 años para abajo ha sido alumno mío prácticamente y la relación con unos y otros ha sido muy intensa«.

Actividad en el colegio de Zufre.
Actividad en el colegio de Zufre.

En el CEIP Sutefie ha dado clases durante 32 años consecutivos, ocupando además el puesto de director en diferentes periodos, y también la secretaría del colegio y la dirección de estudios. Pero en los últimos tiempos, el onubense tomó conciencia de que ya no era tan activo como antes, de que estaba dedicando más tiempo al despacho y menos a las clases. «Dejé la dirección pensando en la jubilación. Tengo 61 y medio y lo decidí, prefería irme ahora así, que no luego más ranqueante«, reconoce el maestro.

Tres décadas dan para muchos recuerdos y anécdotas. En este sentido, una de las cosas que más echa de menos Juan Antonio son las salidas que hacía con sus alumnos mayores en sus primeros años de ejercicio profesional, ésas con las que procuraba abrir el aula a la calle y que la vida entrara en las clases. «Ahora pienso que fui decidido y valiente. Recuerdo que me iba solo con los niños a Soria, a Cantabria, una semana entera a que vieran esas cosas que aparecían en los libros, hemos ido al campo a hacer fichas y las hemos clasificado, identificado cantos de aves, metido en grutas… Hemos salido de la escuela a la vida. Eso se ha perdido, ahora es todo muy controlado, con mucha gente para vigilar a los alumnos», explica el maestro.

Otra de las cosas que echa en falta el docente es un sistema en el que todos vayan a una, un acuerdo entre las «cuatro patas» de la educación, que son la administración, los profesores, los padres y los alumnos: «en la educación tiene que haber un consenso, si falla alguna de las patas, la mesa no se sostiene. El querer apropiarse de manera interesada del sistema educativo es un mal endémico de nuestro país. Me he convertido en un escéptico en este aspecto. A ver si llega el consenso correspondiente que extirpe esta situación». 

La vocación de este onubense siempre ha sido enseñar.
La vocación de este onubense siempre ha sido enseñar.

Asimismo, González también piensa que con el tiempo se han perdido los gestos de cariño en la escuela, como una mano en el hombro o en la cabeza, un abrazo, coger una mano, etc. como refuerzo a unas palabras de comprensión, a una pregunta o incluso a una reprimenda. «Si un niño entra en el despacho del director, no es lo mismo sentarlo al otro lado de la mesa que sentarlo a tu lado y, con la mano en el hombro, preguntarle ‘qué has hecho’ o ‘qué te ha pasado’. Hay alumnos con una situación de desestructuración familiar a los que un ‘te veo triste’ no es igual si va o no unido a cogerle la mano. Cuando en estas circunstancias el niño se te abre, te cuenta lo que le ocurre y te sonríe, es una medalla», explica el recién jubilado.

Como ocurre en todos los centros educativos, Juan Antonio también se ha tenido que enfrentar a alumnos rebeldes, que ahora, con la perspectiva que ofrece el paso de los años, son los que más cariño le tienen junto con aquellos a los que más les costaba aprobar el curso, y cuyos pequeños avances eran para él un enorme triunfo.

Antiguos alumnos también le rindieron homenaje.
Antiguos alumnos también le rindieron homenaje.

Pero este onubense ha sido un profesor muy especial también por otros motivos. Uno de ellos, la importancia que siempre ha dado a la enseñanza de valores educativos y sociales, que ha intentado que estuvieran presentes en todas las materias que he impartido. A este respecto, afirma que «hasta en algo tan mecánico como una división, uno puede encontrar un acto solidario, como es compartir, repartir. Eso se aprende con los años y lo vas intensificando en las clases. A veces, cuando me preguntaba para qué servía mi labor como docente, llegué a la conclusión de que, si no para conseguir que la gente sea más sabia, sí al menos para que fuera más buena. Creo que eso de ser buena gente es lo más grande que te pueden decir. Es ser responsable, noble, humilde… de hecho, si no eres humilde, tu inteligencia falla».

Por otro lado, González asegura que «una de las cosas más imprescindibles para estar en un colegio y dar clase es el humor. Hay que tener buen humor, dejar en la puerta las preocupaciones. Para mí el colegio en muchas ocasiones ha sido una terapia, como cuando falleció mi padre, por eso tengo que agradecer todo lo que los niños han hecho por mí«. Un agradecimiento que es mutuo, fruto de la franqueza, la humildad, la honradez y la sinceridad con la que Juan Antonio ha tratado siempre a sus alumnos.

Cuando echa la vista atrás, el profesor reconoce que es una persona afortunada por haber ejercido la profesión «más bonita del mundo», que le ha permitido tratar con esas pequeñas personas que son «lo más grande que hay en la educación», los niños. «Con ellos no se cae nunca en la rutina. Yo soy un niño grande que se ha jubilado. No he perdido la ilusión y la inocencia del niño«, admite el onubense.

El taller de escritura durará hasta junio.
Ahora tendrá tiempo para escribir.

Ahora que podrá disponer de su tiempo, será posible retomar esos asuntos que lleva tanto postergando. En esta línea, Juan Antonio señala que tiene muchos libros que leer, música que escuchar, campo que andar y quizá pierda la vergüenza y publique un libro, pues otra de las grandes facetas de este vecino de Zufre es la de escritor. De hecho, González es autor de dos publicaciones, Ese hogar que me invade y Efímero eterno, ambos de poesía, y fue ganador con el primero de un certamen convocado por una agrupación literaria en 1987. En cualquier caso, el docente no tiene pensado desconectar del todo del CEIP Sutefie, con el que seguirá colaborando en determinados eventos, como los solidarios que se organizan o la Semana del Libro, entre otros.

Por último, Juan Antonio ha querido aprovechar esta ocasión para mostrar su agradecimiento a todas las personas que se sumaron al homenaje: «siento que no tengo suficientes corazones para guardar todo el cariño que me ha dado Zufre. Me siento orgulloso de la sencillez y admiración que ha expresado su gente, que se presentó en el colegio por una causa tan noble como es la educación, y eso dice mucho de un pueblo. Lo que pasó el día 9 es algo que trasciende a una persona en concreto, ya que yo he podido tener mayor o menor acierto en mi profesión. Lo que se transmitió aquel día es cómo un pueblo se mueve por un profesor que se jubila y siente la necesidad de acercarse a ese momento duro de abandonar el colegio después de tantos años». 

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