Investigadores de Doñana identifican en mosquitos un parásito implicado en la transmisión de la malaria en aves

Extrayendo saliva de mosquitos.
 los investigadores participantes en el estudio, la izquierda Josué Martínez de la Puente y, a la derecha, Rafael Gutiérrez López.
Los investigadores participantes en el estudio, Josué Martínez de la Puente y Rafael Gutiérrez López.

Redacción. Investigadores de la Estación Biológica de Doñana (CSIC) y el área ‘Epidemiología y Salud Pública’ del Centro de Investigación Biomédica del Instituto de Salud Carlos III (CIBEResp) han comprobado que el mosquito común es capaz de transmitir a través de su saliva un tipo de malaria que sólo afecta a aves.

Concretamente, dos de los parásitos implicados en la transmisión de la malaria en aves por picadura de mosquito son el Plasmodium y Haemoproteus. Estudios previos para conocer la propagación de esta enfermedad han analizado, a través de pruebas de ADN, la presencia de estos parásitos en el cuerpo del insecto.


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No obstante, el hecho de que estos parásitos estén presentes en el insecto no conlleva que éste pueda contagiar la malaria. Para que eso suceda es necesario que se ubiquen en la saliva del mosquito y de esta forma se convierten en vectores, es decir, en insectos capaces de transmitir el parásito.

Extrayendo saliva de mosquitos.
Extrayendo saliva de mosquitos.

La novedad de esta investigación revela que el único parásito que puede transmitir el vector Culex pipiens mediante su secreción salival es el Plasmodium pero no el Haemoproteus. Ambos parásitos resultan virulentos para las aves cuando éstas son infectadas. “Este resultado demuestra la compleja interacción que existe entre parásitos y mosquitos. Para conocer los mecanismos de transmisión de la malaria resulta imprescindible detectar los patógenos implicados”, explica a la Fundación Descubre Josué Martínez de la Puente, uno de los investigadores participantes en el estudio.


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Según los expertos, anteriormente el método empleado para analizar la transmisión de este tipo de patógenos se había centrado en las glándulas salivares del insecto. En este trabajo, publicado en la revista Parasites & Vectors bajo el título ‘Do mosquitoes transmit the avian malaria – like parasite Haemoproteus? An experimental test of vector competence using mosquito saliva’, se han estudiado directamente las muestras de saliva.

Anestesiar insectos. El procedimiento utilizado para extraer la saliva del mosquito consiste en anestesiar, en primer lugar, al insecto. Posteriormente, y una vez que éste está inmovilizado, se rodea su probóscide, o la especie de aguijón con el que pica al animal, con una micro cánula que contiene una solución acuosa. La mezcla provoca que el mosquito pueda salivar y de esta forma obtener la muestra donde se comprobará la presencia del parásito.
“Se trata de una labor muy minuciosa que ejecutamos con lupas de amplio aumento. En términos de confección, lo que realizamos es similar a enhebrar una aguja pequeña con un hilo muy fino”, matiza el científico.

Identificación de los mosquitos.
Identificación de los mosquitos.

Durante el proceso de investigación se han puesto en contacto cinco aves con un total de 1560 mosquitos. De éstos, sólo un porcentaje entre el 2,9% y el 14,4%, es decir 174 insectos, picaron a las aves. Los mosquitos tuvieron un período de tiempo de 13 días para desarrollar el parásito. Una vez transcurrido, se detectó a través de muestras de ADN, que el 31% de los mosquitos evidenciaban presencia de los parásitos Plasmodium y Haemoproteus en cabeza y tórax. El 5,8% presentaba el parásito Plasmodium en la saliva del vector.

“En un estudio en el que han participado más de 1.500 mosquitos sólo el 5,8%, unos ocho vectores aproximadamente, son los que finalmente desarrollan el parásito. Esto implica que no es tan sencillo que el insecto se convierta en vector”, concluye Josué Martínez de la Puente.

Esta investigación, que contempla una fase posterior de estudio sobre las implicaciones de estos parásitos en los mosquitos Culex pipiens, ha sido financiada por la Consejería de Economía y Conocimiento de la Junta de Andalucía; el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad; el CSIC; y por el Área ‘Epidemiología y Salud Pública’ del Centro de Investigación Biomédica del Instituto de Salud Carlos III (CIBEResp).

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