In memoriam de Antonio Wimes ‘El Batalla’

Antonio José Martínez Navarro. Apenas hace veinte días que nos lo arrebató implacable la Parca. ¡Qué largo es el tiempo cuando se lleva a un amigo!

Repasando la prensa local, hace un par de días, para agregar a la Gran Enciclopedia las noticias históricas que se pudieran agregar, me encontré con la esquela mortuoria del que fuera valiente novillero y sentí el sacudimiento de espíritu que se siente cuando un amigo desaparece. Como póstumo homenaje, recordemos su trayectoria en el planeta de los toros:


Festival de Cine de Huelva

Antonio Wimes Muñoz nació en el barrio del Matadero, exactamente en la calle Escultora Whitney, número 73, el 15 de marzo de 1942, casi cercado en aquella fecha de tierra verde de marisma y paisaje de labor, blancor de cal y de patios y de su Cine Colón y de su Matadero. Este barrio era pórtico al campo abierto o marismas, holladas por el continuo deambular y trasiego de las bestias e incesante trepidar del tren de la línea férrea Sevilla-Huelva desde el que arrojaban diversos artículos comestibles para no tener que pasar por el férreo control de Abastecimiento de alimentos en una época de tanta miseria como fue aquella y del que era protagonista Antonio al recoger sacos de pan para poderse llevar algo a la boca. Y sobre aquel breve barrio, Antonio sintió la llamada de los toros y se dio a su destino sin vacilaciones acercándose a tentaderos, capeas y cortijada y saltando al interior del Matadero a lidiar las reses que iban a ser sacrificadas, ya que para él lo más importante era llegar a vestir el traje de luces. En este sentido, podemos afirmar que el barrio del Matadero, por su cercanía al mismo, pronto se distinguió como vivero natural de toreros de Huelva.

Su debut en su ciudad natal, novillada de noveles, coincide con un paseíllo por el albero de la Merced, en junio de 1958, en cuyo cortejo, que avanzaba con pasos ceremoniosos y toreros, figuraban Paco García Venancio, Florencio Pérez Recio, Curro Rivas, “El Niño de la Carbonera”, Ramón Fernández “Regaterín” y Antonio Muñoz “Batalla”. Los astados los puso la ganadería de Gerardo Ortega Sánchez. En aquella fecha, ya había actuado en los cosos de Hinojales y Cañaveral de León.


Puerto de Huelva

Unos días más tarde repite suerte en el mismo escenario el 15 de junio de 1958. En esta ocasión, los otros espadas fueron Manuel Morales “Quitín” y Manuel Puga.  “Batalla” obtiene aquella tarde un aviso en el primero, pero en el segundo se hizo ovacionar. Los cornúpetos, pertenecientes a la divisa de Hidalgo Martín, de escasa presentación, deslucieron  el festejo. Detengámonos en la faena que “Batalla” le hizo al último astado:

<<…En el que cerró plaza, el mejor de todos, aunque lanceó sin llegar a entusiasmar, con la muleta realizó una faena más torera que la anterior con cuatro pases por alto y luego, con la derecha, unos en redondo muy ceñidos, apuntando buenos destellos que le valieron ovación y música. Unas manoletinas como complemento y media estocada un poco tendida, descabellando. Cortó una oreja, se le aplaudió mucho y en unión de Puga fue sacado a hombros>>.

  En las temporadas siguientes, su gallardía, apostura, empuje y valor fueron apreciadas en numerosas plazas de toros como las de Pamplona (alternando con Armando Soares y Ángel Ciarte), Sigüenza (Pamplona), Tudela (Navarra, (2 tardes, una de ellas alternando con Chamaco, José María Clavé y un rejoneador);  San Sebastián de los Reyes (Madrid), (dos corridas, una de ellas el 3 de agosto de 1964, siete novillos, uno de José Núñez que rejoneó Curro Bedoya, y seis de Quintana, para Luis Navarro, Antonio “Batalla” (aplausos y una oreja) y Luis Fernández “Jocho”; Sopuerta (Bilbao), Zalamea la Real (5 corridas). Huesca (2), la primera el 19 de marzo de 1962, burós de la divisa azul grana de Paz de Toledo, alternando con el almeriense, Pepe Puerto y el zaragozano, Faustino Martínez, y gustó tanto “El Batalla” que repitió el 10 de junio de ese mismo año figurando en el cartel junto al salmantino Manuel Muriel y José Luis González; Valverde del Camino (4), Aracena (4), Santa Olalla (6), Cortegana (3), Almonaster la Real (2), Campofrío (3 corridas y un festival), Barranco (Portugal) en un mano a mano emocionante con “El Zurdo”; Hinojales, Cañaveral de León, Lucena del Puerto, Santa Olalla de Cala (Punta Umbría (en una novillada histórica, ya que se daba la inauguración de la plaza en aquel 17 de julio de 1966 y los diestros les cortaron a los cornúpetas de Pérez de la Concha once orejas y tres rabos: Antonio “Batalla” (4 orejas y rabo); Jesús Abril (4 y rabo) y Carnicerito de Ubeda (3 y rabo); Barbastro (Zaragoza), Villanueva del Fresno… y en esos años tiene como compañeros en los carteles, entre otros, a Andrés Torres “Monaguillo”; Maldonado, Paco Venancio,. Ramón Fernández “Regaterín”, Emilio Silvera, Pérez Recio, Paco García, Francisco Rivera “Paquirri”; “Niño de la Carbonera”, Antonio Muñoz “El Choquero” y Joselito Moreno. Con los dos últimos novilleros citados coincidió reiteradamente.

Antonio Muñoz “El Batalla”, fue un novillero de señalados triunfos. Esta efervescencia torera hizo que una tertulia taurina que se reunía a diario en la calle Arcipreste don Julio Guzmán, número 28 (Las Colonias) acabara concretándose en Tertulia “El Batalla” y fuera inaugurada el 19 de enero de 1962: En el testero principal, una panoplia con algunos recuerdos del novillero. En una de las paredes, una cabeza de novillo, matado por Antonio, miraba con sus ojos de vidrio, y en las otras, fotografías con un soberbio volapié, una gaonera inmensa y un paso de pecho excepcional del personaje que daba nombre a la Tertulia. Pero, recordemos algunos de sus éxitos: el 18 de abril de 1965, en Huelva y en su segundo novillo, de la heredad de Joaquín García Valdecasas, realizó una faena de muleta tan enorme  que el público le concedió las dos orejas y lo ovacionó toda la tarde; alternaba con Rafael Astola y Paco Cantero; el 8 de septiembre del mismo año tuvo una tarde magnífica. Fue tan extraordinaria su faena que el acreditado crítico que firmaba sus crónicas taurinas bajo el seudónimo de “Uno al quiebro”, dijo entusiasmado: ¡Ese señor Antonio Batalla, que busca el don”!. Dejemos que describa la faena:

<<…En aquél primero, el curso que dio “Batalla” fue completo. Y nos lo hizo vislumbrar su espectacular tono cuando en el de Terrón, quiteó asombrosamente, materialmente encunado en los pitones para echarse el capote a la espalda y, sin cambiar la postura un milímetro, instrumentarle dos gaoneras de temple y quietud. Lo siguiente, pues era de esperar y como su primer enemigo traía mucho gas, lo lanzó entres tiempos con garbo y gracia y levantó el entusiasmo en la plaza, que hasta el final, abría de mantener, entre músicas, en clamor. Era premio vibrante a una torera y variada faena, porque muy quieto y sin darle importancia, la inició con una serie de ayudados por alto, la engarzó en redondos mandones y de pecho, todo ello ligado en su enlace con parsimonia y una inspiración que hacía brotar las más puras aromas. El torero-estatua hizo cuanto quiso: los redondos largos, previa cita desde la lejanía, moviendo la muleta con eficacia y mando en una serie de ocho muletazos de acabada factura, a los que puso colofón con media estocada, en la querencia de toriles, entrando con valor rayano en la temeridad y un descabello que le valieron las dos orejas y dos vueltas triunfales al ruedo…>>.

También merece ser destacado en estas líneas la novillada del 6 de agosto de 1967 en la plaza de toros huelveña, acompañado en el cartel por Juan Luis Llanes, “El Calañés” y Curro Camacho.

   De todas formas, Antonio, como otros toreros, sufrió muchas zancadillas que le impidieron, a pesar de su valor y guapeza torera, entrar en el escalafón de los matadores de toros. Además, la grave cogida de abril de 1966 le supuso una larga convalecencia y frenó su trayectoria imparable.

     Antonio Muñoz fue un torero temerario, con mucho amor propio, que renunció siempre a los efectismos de todas las técnicas encaminadas a reducir el riesgo.  Por ello tuvo numerosas y graves cogidas, todas recibidas en su ciudad natal. Citemos dos: el puntazo recibido en el hemotórax derecho, plano posterior y contusiones diversas, siendo testigo del peligroso lance Gómez Terrón y en una novillada de la Feria de la Virgen de la Cinta. El 10 de abril de 1966, en el coso de la Merced, es herido por el astado “Cartujo”, de la divisa de Clemente Tassara, en el muslo derecho, de pronóstico muy grave. Completaban el cartel en tan infausta ocasión Pepe Luis Segura y Fernando Rodríguez, “Almendro”. Recordemos el lance:

<<…Al hacer un quite en la querencia de los chiqueros, luego de sacarle una primorosa chicuelina, volteó el capote a la espalda para torearlo por gaoneras y, ese momento fue arrollado aparatosamente. En el primer derrote recibió una cornada seca en el muslo que, en principio, parecía no tener importancia, pero al venir Pepe Luis Segura hacia el callejón nos mostró la mano ensangrentada diciendo que, casi seguro, “le había pegado en la femoral”…>>.

La intervención quirúrgica, que duró una hora y cuarto, la realizaron varios doctores, entre ellos Carlos Núñez, que calificaron de gravísimo el estado de “Batalla”. Esta corrida le supuso una larga convalecencia que redujo a tres las corridas picadas toreadas en aquella temporada.

La cumbre artística de “Batalla” se sustenta en el albero de la Merced, en un quite por gaoneras a un astado de Guardiola, en el que le dio siete gaoneras, sin moverse, en un palmo de terreno.

Antonio Muñoz toreó muchísimas corridas en el coso de su ciudad natal. Es posible, por esta circunstancia, que tenga el récord de actuaciones en la plaza de toros onubense, ya que toreó en ella en treinta y dos ocasiones. Como también trabajó en numerosas novilladas en plazas de nuestra provincia y, como hemos visto, en alberos allende Andalucía, su estadística personal se eleva a un número considerable de actuaciones. Precisamente terminó su carrera taurómaca en Valencia durante el transcurso de la temporada 1970. Alternaba en aquella corrida con  Juan García.

“El Batalla” fue un excelente amigo con el que, a lo largo del invierno y de los últimos años, se telefoneaba este historiador para saber cómo andaba de salud, cuando llegaba el verano se acercaba a Punta Umbría y tras dar un paseo por la ciudad (en donde era muy querido) terminaba comiendo con su hospitalaria familia.

Al evocar su memoria, el cronista quiere poner hoy en su tumba un manojo de flores pensamiento, unas preces y un recuerdo emocionado.

Los muchos amigos que dejó lo recordaremos siempre con emoción y afecto por la huella indeleble de buenas obras que tras de sí ha dejado como fiel testimonio de su bondad.

Sólo me resta testimoniar a su atribulada viuda e hijos mi más sentida condolencia deseándole que el Cielo siga confortándoloscon los consuelos de la resignación cristiana.

 

      Antonio José Martínez Navarro

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