A.R.E. Esther García Rodríguez es una onubense de 42 años que lleva la mitad de su vida residiendo en el extranjero, primero en Reino Unido y, desde hace unos meses, en Estocolmo, la capital sueca, donde trabaja en una compañía de energía.
De padre onubense y madre madrileña, Esther cuenta que sus dos primeros años los pasó en la Sierra de Aracena, concretamente en la localidad de Alájar. Luego su familia se mudó a Punta Umbría porque destinaron allí a su madre, maestra de profesión, y a los 11 se instaló definitivamente en Huelva capital.
De su infancia recuerda que era un poco “bicho raro” porque nunca se le pegó el acento andaluz y también que pasaba los veranos en el pueblo de su madre, Chinchón, un lugar que le encanta: “cuando era estudiante vivía para las vacaciones… Creo que por eso estudiaba tanto, jamás me quedó una asignatura para verano”, reconoce divertida.
Esther acabó licenciándose en Derecho y, el último año de carrera se marchó a Manchester con una beca Erasmus. Desde entonces supo que no quería quedarse en Huelva pues, además, como ella misma explica, “me preocupaba mucho el paro y tampoco tenía contactos en Derecho. Casi todos mis compañeros estaban ya enchufados antes de terminar, pero yo sólo veía un pozo”.
Al final, tras terminar la carrera hizo un Máster en Derecho Europeo en la Universidad de Nottingham y luego otro en Gestión Medioambiental en la Universidad de Manchester. Fue en este último lugar donde conoció a su actual pareja, Marcus, un sueco que la conquistó y contribuyó a que se quedara en Reino Unido.
Desde entonces Esther ha estado trabajando en Londres en temas de responsabilidad corporativa y sostenibilidad hasta abril de este 2016, fecha en la que la onubense y su pareja se han traslado a Estocolmo como ella misma nos cuenta:
– ¿Cuánto tiempo llevas fuera de Huelva?
– He vivido en Reino Unido desde 1996 hasta abril del 2016…. 20 años en UK y de ellos 17 en Londres. Tuve suerte de que fuese en Londres donde conseguí mi primer trabajo recién acabado el máster porque sabía que si me quedaba en Reino Unido tenía que ser en su capital.
– Ahora te has mudado a Estocolmo, háblame de tu trabajo allí.
– Trabajo para una compañía de energía sueca llamada Vattenfall. Soy la encargada de llevar el tema de responsabilidad corporativa, sostenibilidad y derechos humanos en nuestra cadena de proveedores de combustible: uranio, carbón, gas, biomasa.
– ¿Cómo es Estocolmo?
– Me encanta Estocolmo. Es un gran contraste con Londres, donde hay mucha vida, mucha variedad de gente, pero es muy sucia y estaba harta de las distancias. Necesitaba un cambio. Estocolmo es una ciudad muy cómoda para vivir. En vez de pasarme una hora en el metro agobiada, estoy a una parada de metro de mi trabajo y solo tardo 15 minutos. Vivimos en el centro y mi vecindario es precioso: edificios clásicos de cinco plantas, de color amarillo o naranja. Tenemos bares y restaurantes en cada esquina. ¡Todo está limpio y ordenado! Y me encanta eso. El tiempo también es mejor que en Londres, suele hacer más sol y la luz es lo importante.
Ahora, en Navidades, todo el mundo decora sus ventanas con estrellas gigantes iluminadas. Los suecos son muy orgullosos de sus hogares y son muy hogareños. Las casas también están mucho mejor preparadas que en Reino Unido, donde apenas hay aislamiento y te hielas de frío.
– ¿Cómo fueron tus primeros días allí?
– Tuve una transición fácil. Mi pareja ya vivía en Estocolmo de alquiler y, al decidir yo que dejábamos nuestro piso en Londres, él se compro un apartamento. También me mudé en primavera, cuando el tiempo ya cambia y los días son largos… O sea que estos últimos meses han sido en plan luna de miel.
El hermano de mi pareja vive aquí también, así que está bien tener a parte de la familia cerca. Nos vemos casi todos los fines de semana. El hermano de Marcus es entrenador de patinaje artístico. Muy sueco.
– ¿Cuáles son los principales obstáculos que has tenido que superar?
– No necesito hablar sueco para mi trabajo, pero he empezado un curso. No es fácil.
– ¿Cómo son la cultura y costumbres suecas?
– Son muy diferentes de las españolas. Los suecos tienen fama de serios, pero no lo son.
En mi trabajo la gente es muy maja, aunque a veces la oficina es un poco tranquila. Lo que más me sorprendieron fueron los horarios. La gente suele llegar a las 8.00 e irse a las 16.00 o 17.00 horas. Tenemos un gimnasio en la oficina, donde ¡las horas puntas de las clases son a las 11.00, 12.00 y 16.00! También hay mucha flexibilidad y la gente puede trabajar desde su casa, de hecho tengo compañeros que trabajan desde casa un 90%.
Lo que me cuesta más trabajo es almorzar a las 11.30. A los suecos les encanta comer juntos y temprano, mientras que yo estaba acostumbrada a comer delante del ordenador en Londres. Aquí nadie come en su mesa.
Otra costumbre que sorprende es su amor por los cuartos de baño donde no hay plato de ducha. Te duchas directamente en el suelo. Son ellos tan prácticos que ya de paso el suelo se friega solo.
Además, FIKA es una religión. Significa tomar café con un pastel (de canela a poder ser). Lo hacen a todas horas.
– ¿Cómo son los suecos?
– Pues muy prácticos, ordenados, sencillos, hogareños y familiares. En verano la gente se vuelve loca por el sol. De hecho, este verano después de trabajar me iba a hacer kayaking con un grupo. Todo un lujo. Ahora en invierno mi intención es hacer cross country skiing.
– Cuéntanos alguna anécdota que te haya ocurrido durante tu estancia
– Al mes de mudarnos recibimos una nota del edificio llamando a todos los vecinos a hacer limpieza comunal de primavera. Le pregunté a mi pareja que por qué no lo hacía la compañía de limpieza y me respondió que es una tradición sueca, una llamada a la colectividad y trabajo en equipo. Luego acaban con un FIKA con los vecinos. Sacan las mesas y sillas, termos y pasteles. Así que eso hice yo un sábado por la mañana ¡limpiar! Cada persona tenía una tarea. La verdad es que me parece una buena idea para reforzar el sentido de comunidad y de que te importe el edificio donde vives.
– ¿Cuál es tu lugar favorito de Estocolmo?
– El archipiélago en verano es una gozada. Hay miles de islas donde puedes ir en julio y agosto y no ver a nadie. Hay mucha luz, y el contraste de la roca (son islas rocosas) con los pinos y el mar es maravilloso. Él Fotografiska Museo es mi favorito. Siempre hay exposiciones interesantes y el restaurante tiene una vista maravillosa.
– Me comentabas que habías pasado un mes en Namibia ¿qué te ha llevado hasta allí?
– Trabajo. Visité una mina de uranio y luego me cogí dos semanas de vacaciones. Me fui a una expedición al norte con dos conservacionistas maravillosos. Ellos empezaron el movimiento en los años 70-80 y son de las personas más interesantes que he conocido. Fue maravilloso ver cómo han trabajado con las tribus Himba para proteger la vida salvaje. Para los interesados, miren Kunene Conservancy Safaris. No es un safari cualquiera, es algo más. Auténtico. Luego me fui a Sudáfrica a visitar minas de carbón… Eso ya es otra cosa… Bastante preocupante…
– ¿Te has marcado algún nuevo reto?
– ¡Entender sueco!
– ¿Qué es lo que más echas de menos de Huelva?
– El jamón de Jabugo.
– ¿Recomiendas a todo el mundo que viva un tiempo fuera de España? ¿Por qué?
– Sí. Amplías tus horizontes, ves las cosas de diferente manera, conoces gente diferente, aprendes a salir de situaciones, a ser tolerante… Es lo mejor que uno puede hacer.
– Para terminar: un mensaje a los onubenses.
– Salid, salid y salid a ver el mundo, pero también aprended a valorar lo que hay en Huelva: Doñana hay que conservarlo, tiene un valor único y eso mucha gente no lo ve.