Mari Paz Díaz. Huelva cuenta con un Observatorio Astronómico situado en el Centro Internacional de Estudios y Convenciones Ecológicas y Medioambientales (Ciecema), situado en Matalascañas, en el término municipal de Almonte. Una apuesta que, entre otros logros, ha permitido que este observatorio onubense participe de forma activa en un proyecto internacional, financiado principalmente por el Center for Backyard Astrophysics (CBA), es decir, una red mundial de pequeños observatorios dedicados al seguimiento fotométrico de variables cataclísmicas. Huelva se incorporó a la CBA en 2009 y, en la actualidad, su protagonismo está más que certificado, dado que la provincia es la encargada de la planificación, coordinación y análisis de datos de varios programas de observación en este grupo que está conformado por unos 40 telescopios de todo el mundo.
Una red que tiene como investigador principal a Joseph Patterson, de la Universidad de Columbia, en Nueva York, y que en Huelva está representada por el profesor de la Onubense Enrique de Miguel Agustino, director del Observatorio Astronómico de Huelva. Natural de Sevilla, este investigador estudió Física, carrera que finalizó en el año 1987, obteniendo el Premio Extraordinario de Licenciatura. Ese mismo verano comenzó a trabajar en su tesis doctoral, un postgrado que realizó a caballo entre la Universidad de Sevilla y la Universidad de Cornell, en Estados Unidos.
Una vez que finalizó el Doctorado en Física en el año 1991, llevó a cabo diversas estancias postdoctorales de investigación en las Universidades de Bristol (Reino Unido) y Lisboa (Portugal), para pasar luego a ser contratado como Profesor Ayudante en la Facultad de Física de la Universidad de Sevilla. Su vinculación con Huelva se inició a finales de 1996, cuando consiguió una plaza como Profesor Asociado en el Departamento de Física Aplicada y fundó el grupo de investigación ‘Física de Líquidos Complejos’. Así fue hasta que logró ser Profesor Titular y, finalmente, Catedrático de Universidad en el año 2010. Una trayectoria que hace unos años dirigió hacia su pasión por la Astronomía, tal y como nos cuenta en esta entrevista, en la que desgrana la labor de este Observatorio de Astronomía de la Onubense.
-Enrique, para situarnos en su trayectoria. ¿Nos puede resumir algunas de las investigaciones que ha desarrollado hasta ahora?
-Para comenzar, durante mi etapa de doctorado, desarrollé el tema específico de la simulación de cristales líquidos, enmarcado en un área más general denominado ‘Física Estadística: el campo de la simulación a nivel molecular’. Eran los años ochenta, cuando la simulación no se contemplaba como una herramienta útil para el estudio de sistemas complejos. Eso, a pesar de que en el trabajo que hice durante la tesis, corroboré que esta herramienta no sólo es útil, sino enormemente fructífera. Luego, una vez que finalicé la tesis, llevé a cabo varias investigaciones, de las que podría destacar las relacionadas con el desarrollo de nuevas técnicas de simulación aplicadas al estudio de líquidos y sólidos, algunas de las cuales las apliqué durante una estancia en el Imperial College de Londres en el año 2004.
-Una línea a la que dio un giro hace un tiempo para mirar a las estrellas…
-Sí. Siempre me he sentido atraído por la Astronomía. El Universo, en general, es algo que creo que nos fascina a todos. Y, en concreto, fue en 2009 cuando empecé a darle vueltas a la idea de dar un giro total a mi carrera profesional, hasta el punto de que decidí abandonar el campo en el que había estado investigando durante veinte años para dedicarme científicamente a la Astronomía. Era un reto importante, porque suponía empezar de cero.
Pero tuve claro desde el primer momento que el campo al que quería dedicarme era el del estudio de estrellas variables, es decir, estrellas cuyo brillo, por una u otra razón, no permanece constante. Nos centramos, sobre todo, en el estudio de sistemas estelares denominados cataclísmicos, en los que las variaciones de luminosidad están asociadas a fenómenos violentos o erupciones. Así que registramos estas variaciones de luz, y de su análisis, tratamos de comprender por qué se producen esos cambios. En última instancia, se persigue entender cómo han evolucionado desde que se formaron y cómo evolucionarán en el futuro.
Otro aspecto importante del proyecto es que está concebido para que en él participen observadores con pequeños telescopios. De hecho, prácticamente, todos los que contribuyen a este proyecto son astrónomos aficionados, con telescopios instalados en el jardín de su casa. Son observadores altamente cualificados, cuyas profesiones –en la mayoría de los casos– no tienen nada que ver con la Ciencia: hay maestros, profesores de instituto, jubilados, ingenieros, etcétera.
–Esa participación anónima parece muy interesante.
-Desde luego. Son astrónomos aficionados repartidos por todo el mundo, que formamos una red internacional denominada CBA (Center for Backyard Astrophysics). Esta red global de pequeños telescopios dedicados a la fotometría de variables cataclísmicas comenzó a operar a finales de los años 80 y, actualmente, engloba a unos 40 pequeños observatorios repartidos por todo el mundo. La mitad se encuentran localizados en Estados Unidos y, el resto, está repartido por países como Canadá, Chile, Sudáfrica, Australia o Nueva Zelanda. En el caso de Europa contamos con estaciones de observación en España, Francia, Reino Unido, Italia, Bélgica, Finlandia, Chipre y Ucrania. En definitiva, un equipo de trabajo con una clara proyección internacional de la que formamos parte.
-¿Cuál es la labor que desarrolláis?
-Además de la observación como un centro más de la red CBA, una de mis tareas es la de planificación y coordinación de las campañas de observación, tarea que implica, entre otras cosas, seleccionar los sistemas que serán objeto de estudio. Esta labor de planificación la realizo conjuntamente con el coordinador principal -y fundador- del proyecto CBA, el profesor Joseph Patterson, del Departamento de Astronomía de la Universidad de Columbia (Estados Unidos). Otra de mis labores consiste en la recopilación de todos los datos que van suministrando diariamente los distintos observatorios CBA y el análisis correspondiente de los mismos. Esta tarea se debe realizar a tiempo real, ya que la propia planificación de las campañas de observación depende críticamente de los resultados que se vayan obteniendo. Otra tarea es la de tutorizar y guiar a los nuevos observadores que van uniéndose al proyecto CBA.
-De hecho, usted acaba de llegar de Estados Unidos. ¿Cuál ha sido el objetivo de su visita?
-He estado cuatro meses en la Universidad de Columbia, en Nueva York, trabajando con mi colega J. Patterson –el coordinador principal del proyecto CBA. La estancia de investigación fue subvencionada por el Programa de Movilidad de Profesores e Investigadores, del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Entre otras cosas, hemos estado trabajando sobre posibles escenarios en la evolución de estrellas nova. También hemos aprovechado para ultimar algunos artículos que teníamos pendientes y para establecer las líneas de actuación prioritarias del proyecto CBA para los próximos meses.
-¿En qué proyectos concretos estáis trabajando en estos momentos?
-Hay varios proyectos en marcha. El más ambicioso trata de establecer si el periodo de rotación de cierto tipo de estrellas se mantiene constante en el tiempo o si, por el contrario, aumenta o disminuye. La respuesta es importante, ya que un comportamiento u otro tiene consecuencias distintas y puede ofrecernos las claves necesarias para entender la evolución de muchos sistemas estelares cataclísmicos. Estas variaciones son extraordinariamente pequeñas. Para que se hagan una idea los lectores sería como averiguar si un reloj se atrasa o se adelanta en una cantidad que, en muchos casos, es inferior a milésimas de segundo por año. Y resulta increíble que con toda esta armada de pequeños telescopios seamos capaces de detectar y medir estas variaciones.
-¿Qué otras investigaciones estáis llevando a cabo?
-Otros proyectos a desarrollar es el estudio de lo que ocurre a un sistema cataclísmico en los años siguientes a que experimente una explosión de tipo nova y la caracterización e interpretación de las variaciones en la luminosidad que se observan durante las aproximadamente 3-4 semanas que suelen durar las erupciones en estrellas cataclísmicas, entre otros.
-¿Nos puede adelantar algunas de las conclusiones recabadas hasta ahora?
-Todo el que se dedique a la Ciencia sabe que la inmensa mayoría de los resultados que se van obteniendo son pequeñas contribuciones al Conocimiento. Lo habitual no es obtener resultados, o llegar a conclusiones, que no supongan una contribución revolucionaria. Sí es verdad que de algunos de esos resultados uno se siente más orgulloso o satisfecho. Hay unos cuantos que incluiría dentro de esta categoría, pero no querría entrar en cuestiones técnicas. Por otra parte, una de las conclusiones generales a las que he llegado desde que me dedico a la Astronomía y la Astrofísica es que, sin necesidad de ser astrónomo profesional, se puede hacer Ciencia.
-¿Estas ideas han sido difundidas entre la comunidad científica?
-Sí. El canal más habitual es a través de publicaciones o artículos en revistas científicas. Y, como suele ser habitual, la revista a la que se envían las publicaciones depende de la calidad o la relevancia que pueda tener la investigación realizada. También se difunde a través de otros foros, como conferencias, seminarios, etcétera.
-¿Cómo se encuentra el Observatorio de la Universidad de Huelva? ¿Con qué equipamiento cuenta?
-El observatorio se encuentra instalado en la cubierta superior de uno de los edificios del CIECEM, que es un centro de investigación dependiente de la Junta de Andalucía y de la Universidad de Huelva, ubicado cerca de Matalascañas. El observatorio está operativo desde febrero de 2013 y cuenta con un total de 4 telescopios provistos con sus cámaras correspondientes, si bien, en la actualidad, sólo están operativos 3 telescopios. El observatorio está diseñado para ser controlado por una única persona, tarea que me corresponde a mí y, de forma remota, desde cualquier sitio en el que haya acceso a conexión a internet.
-A modo de conclusión, ¿qué papel juega Huelva en este ámbito? ¿Es una provincia privilegiada para la observación de las estrellas?
-Creo que dentro de la red internacional CBA, el papel que juega el Observatorio de Huelva es fundamental. Como indicaba anteriormente, buena parte de todo el trabajo de coordinación y análisis se realiza desde Huelva. Por otra parte, las condiciones para la observación que ofrece el entorno de Doñana, donde se encuentra ubicado el Observatorio, son excepcionales. La calidad del cielo es muy buena y el número de noches despejadas apropiadas para la observación es muy elevado. Esto compensa con creces el inconveniente que supone su ubicación a nivel del mar. Como ejemplo, el observatorio de Huelva aportó durante el pasado 2015 algo más del 20% del total de datos del proyecto CBA.
-¿Algún mensaje a los onubenses para terminar?
-No soy onubense de nacimiento, pero llevo viviendo en Huelva lo suficiente como para sentirme de aquí. Y lo suficiente como para admirar la riqueza de esta tierra, desde su gastronomía, hasta sus incomparables rincones de playa y sierra. Sin embargo, lo que más destaco es la calidez de su gente. Sin caer en localismos, creo que debemos sentirnos orgullosos de Huelva y su provincia.