José Luis Rúa. En esta ocasión, el camposanto estaba cubierto de un cielo plomizo, capaz de ajustarse a cada uno de los versos que algo más de una veintena de poetas de uno y otro lado del Guadiana, de uno y otro lado de nuestra provincia, estaban dispuestos a enterrar junto a los seres más queridos. Si el año pasado las gentes del verso se refugiaron del agua, en la capilla, este año se aprovechó la luz inmortal que serpenteaba por entre los cipreses, para relatar con la voz entrecortada o con lágrimas furtivas, sus sentimientos más profundos camuflados entre palabras ordenadas en líneas rectas de esta tarde otoño, que sabe distinto y sabe a nostalgia.
Gema Martín, concejala de cultura del Ayuntamiento fronterizo fue la encargada de abrir el acto con unas palabras breves y con un poema que habló una vez más, de la vida y la muerte. Ruanacher agradeció la presencia de todos y animó a leer sin miedo, a deleitarse con la esencia de la misma vida. Antonio Cabrita lo dejó muy claro /A vida continua e nós cá vamos…/Isabel Calherios, Ana Solá o María Sequeira mantuvieron su lengua portuguesa y su ritmo cadencioso. Mientras / …entre los nichos en forma de alcoba/ y me quedo aferrada al recuerdo../musitaba estrofas como siempre, Clemen Esteban, siendo para Leticia Mestre un “ se ha ido, quizás para siempre.”. Y Joaquina Vázquez, nos recordaba que la vida no es más que un sueño, quizás por eso Mari Carmen Azaustre, prefirió …/ traer un ramo de flores blancas, recién cortadas../
Y en el silencio más sepulcral que nos podemos imaginar, solamente se permitía un juego de voces. Domínguez Monge sin levantar la mirada, dejaba escapar notas de su viejo chelo, mientras en lo alto de algunas ramas, los jilgueros acompasaban su canto siempre eterno, por estos espacios mudos de cada día. Sesenta minutos de suelta libre de poemas y aplausos respetuosos con cada estrofa. Javier Sánchez dio solemnidad a las palabras, Ana Deacracia no tuvo rubor en …/ No le perdono, no, no le perdono el beso desleído/ el atavismo de su boca en el disimulo…/, dejando la sentencia final para María Luisa Dominguez, para quien la forma de morir, es lo importante.
El poeta de Canela, Eladio Orta, recordó los tiempos y las anécdotas, Monge distribuyó las palabras en el propio pentagrama, Pepa Martínez se emocionó y nos emocionó, Raúl Vela caminó con suavidad por escritos divinos y lo humano, siguió su curso con más voces que acudieron a esta segunda cita con la poesía esparcida por el propio camposanto. Y así llegamos al final de la tarde, donde el golpeo de la vieja campana nos invitó a todos a abandonar el lugar, había llegado la hora de decir adiós a tanto verso y tantas sensaciones vividas en tan poco tiempo, en boca de los siempre inquietos y siempre creadores poetas, en esta ocasión “Los Poetas del Guadiana”, los poetas de nuestra Huelva más cercana y del Algarve mas occidental. Esperaremos pacientemente a que de nuevo el otoño nos avise de la llegada de esta fecha tan creadora de emociones y recuerdos.