Mari Paz Díaz. Todos tenemos derecho a vivir nuestra propia vida como queramos, como mejor nos apetezca. Sin embargo, a veces no tenemos opción a decidir, sino que es el destino el que nos coloca aquí y allá, sin que podamos hacer nada para cambiarlo. Por eso, hay vidas que pasan sin hacer ruido y, en cambio, otras, bien podrían inspirar una película. Así sucede con la protagonista de este reportaje, cuyas vivencias nos llevan directamente al escenario de una producción tan conocida como ‘Palmeras en la nieve’ (2015), con Mario Casas, Adriana Ugarte, Berta Vázquez y Macarena García como actores principales.
Una cinta que ha sido un éxito de taquilla y que narra una historia de amor que transcurre entre los años cincuenta y sesenta en Fernando Poo, una antigua colonia española en Guinea Ecuatorial, que se independizó de España el 12 de octubre de 1968. Su capital, la ciudad de Santa Isabel de Fernando Poo, es la actual Malabo.
Un acontecimiento histórico que nos puede parecer lejano, pero cuyas consecuencias todavía permanecen muy presentes en todas aquellas personas que lo vivieron en primera persona. Algo inevitable si tenemos en cuenta la dureza de estos hechos, que obligó a muchos españoles a un destierro forzoso de la tierra en la que habían vivido durante décadas, teniendo que regresar a su país, España, donde se sentían un poco huérfanos.
Un relato mucho más cercano a nosotros de lo que podamos imaginar. Porque Huelva fue una de la ciudades que acogió a una familia de españoles que tuvieron que marcharse de Santa Isabel de Fernando Poo tras la independencia. Una fecha marcada en los libros de Historia, pero más señalada aún en la memoria y en el corazón de Sara García Gimeno, una catalana de 84 años, que desde inicios de los años setenta vive en Huelva, una tierra que ha aprendido a querer, tanto que afirma: «Soy una enamorada de esta ciudad. Me encanta Huelva. Mi madre, que era muy inteligente, siempre me decía que había tenido mucha suerte de haber venido aquí. Y, de hecho, aunque era de Barcelona, los últimos momentos de su vida, ella también los pasó aquí».
Unas palabras que Sara realiza desde la tranquilidad y la paz que dan sus 84 años. Más de ocho décadas que ha vivido con intensidad y de las que recuerda perfectamente cada uno de sus momentos. Madre de seis hijos -dos de ellos fallecidos- y con ocho nietos y tres bisnietos, esta apasionante mujer ha querido contarnos parte de esas vivencias, porque su historia, desde luego, merece la pena ser conocida. Para ello, Sara nos visita en la redacción de Huelva Buenas Noticias con su hija María del Carmen Aparicio García, May, de 47 años, la única de sus hijos que nació en España, puesto que cuando se vio forzada a salir de Guinea estaba embarazada de ella de ocho meses. Sus otros cinco hijos nacieron en África.
Sí, la primera etapa de la vida de Sara transcurrió en Guinea: «Mi madre se casó y se marchó a Guinea, donde mi padre comenzó a trabajar en el Ayuntamiento de Santa Isabel de Fernando Poo, encargado de los suministros y diversos trabajos. En ese momento, en la colonia española sólo había siete mujeres blancas. Fue después cuando llegó más gente de España. De hecho, mi padre se fue llevando a otros familiares y fue creciendo la familia, a veces conformándose matrimonios entre los propios primos. Así que, aunque nací en Barcelona, porque mi madre quiso venirse a Cataluña para el parto, toda mi vida transcurrió en la isla, porque tras dejar el ayuntamiento, mi padre pasó a trabajar en una empresa guineana de cacao denominada Fortuni», nos relata esta vecina de Huelva.
Por este motivo, los primeros años de su vida se desarrollaron de un modo muy similar al que se refleja en la película ‘Palmeras en la nieve’. Su educación fue la propia de una señorita de la época, pudiendo disfrutar de una vida cómoda, con criados, chófer, cocineros…, acudiendo a fiestas en el casino o al cine Rosaleda. Prueba de este estilo de vida fue el hecho de que cuando cumplió quince años fue presentada oficialmente en sociedad. La consecuencia fue que no sabía cocinar, ni hacer las labores de la casa, pero sí coser, tal y como le enseñaron las monjas.
Cuando llegó el momento de casarse reconoce que le gustaban otros jóvenes mucho más que su marido, pero fue su madre la que se fijó en el que se convertiría después en su esposo. Sara recuerda que «mi marido era muy serio y por eso al principio no me fijé en él, pero cuando llegué a conocerlo me pareció una persona estupenda. Fue un marido maravilloso, un señor muy educado, al que quise mucho y con el que fui muy feliz». Su esposo, Mauricio Aparicio Montes, era natural de Toledo y acudió a Guinea para trabajar.
Sara y Mauricio tuvieron seis hijos, además de un bebé que nació muerto a causa de lo que denominaban asfixia blanca, al nacer con el cordón umbilical alrededor del cuello. Todos ellos -a excepción de la pequeña May, como hemos comentado- nacieron en Guinea, donde fueron muy felices. Era una familia que mantenía muy buena relación con el resto de españoles de la isla y con la población local, «con los que nunca tuvimos ningún problema. Mantuvimos una gran cordialidad, tanto que mi casa estaba siempre abierta y ellos sabían que podían entrar cuando quisieran, sin ningún tipo de problema», recuerda Sara, una mujer que siempre se ha caracterizado por su generosidad. Su domicilio era una vivienda tipo colonial con un gran jardín y piscina.
Aquel modelo de vida se derrumbó cuando en la isla se decretó la independencia de España en 1968. Tal y como nos cuenta esta vecina de Huelva, «a partir de que en el Ayuntamiento bajaran la bandera española y subieran la de Santa Isabel fue horrible. Aquel gesto supuso el inicio de la revolución en la ciudad y se volvieron todos los locos, pero no los habitantes de la isla, sino los que vinieron de fuera. Por ejemplo, la familia de Jones, que era el alcalde, se comportó muy bien, porque eran muy educados. Los españoles, por nuestra parte, no tuvimos tiempo para nada. Tuvimos que correr a refugiarnos en la Embajada española, donde estuvimos retenidos durante horas«.
La salida de la isla fue rápida y muy dramática, entre otras cuestiones porque, como su marido trabajaba para el Gobierno, consideraron que todas sus pertenencias debían quedarse en el país, así que partieron sin nada. Sara sólo pudo salvar algunas de sus cosas, aquellas que le dio tiempo a enviar a su madre. Su marcha fue muy dura, pero al menos lo consiguió, porque otros españoles no lo lograron.
La partida la hicieron en avión. Y en el mismo aeropuerto vivieron un momento muy complicado. Según nos cuenta, «todos los que nos marchábamos estábamos en fila para coger el avión, cuando uno de los guardias dio la orden de que no pasaba más gente, con tan mala suerte que mi hijo el mayor, Mauricio, con 15 años, quedó fuera. Así que tuvimos que marcharnos a España, dejándolo allí«. Un momento tremendo, más aún si tenemos en cuenta que iba embarazada de ocho meses. A pesar del susto, al final, gracias a la intermediación de un familiar, lograron que Mauricio saliera de la isla y regresara con ellos tres días después.
Su aterrizaje en España no fue nada fácil. Acostumbrados a la vida de una isla tropical llena de comodidades, se encontraron de repente en un país donde muchas cosas les eran ajenas, sin dinero y lejos de todo lo que habían conocido hasta ese momento.
En principio, la familia regresó a Barcelona, donde la madre de Sara tenía una casa. Luego se marcharon a Madrid con el objetivo de que el Gobierno le otorgara a Mauricio un nuevo destino laboral. Él pidió que fuera algún lugar con un clima cálido, como Canarias o Andalucía. Y fue así como lo mandaron a Huelva. Corría entonces el año 1971, cuando May tenía dos años. Se iniciaba de este modo la aventura onubense de esta familia guineana.
Mauricio Aparicio Montes trabajó en un principio en el Hospital de La Merced, para ser destinado luego a la Diputación Provincial de Huelva, donde estuvo trabajando en el Archivo. Lo hizo prácticamente hasta su fallecimiento, puesto que murió tan sólo tres meses después de su jubilación. Tenía 63 años.
«A nuestra llegada a Huelva nos tenían una casa preparada en la zona situada frente a Hipercor, en la antigua Barriada del Caudillo, donde pudimos adquirir una vivienda con una pequeña indemnización que nos dieron tras lo sucedido en Guinea. Nos vinimos a vivir al Pasaje García Sarmiento. Al principio, no teníamos de nada. Ni muebles. Teníamos que dormir con los colchones en el suelo. Fue muy duro«, recuerda Sara.
Con cuarenta años se vio sola en Huelva con seis hijos, en una ciudad que le resultaba ajena y donde no conocía a nadie, ni tenía a ningún familiar, puesto que cada uno de sus hermanos tuvo un destino distinto. Es más. Sara se ha reencontrado hace poco tiempo con una de sus hermanas, a la que no veía desde hacía 23 años. En Guinea no sólo dejó sus pertenencias, sino también sus señas de identidad.
A pesar de ello, su madre le estuvo ayudando económicamente y siempre contó con el apoyo de sus vecinas, a las que les agradece enormemente ese respaldo. Y, poco a poco, se fue adaptando a la vida de Huelva. También lo hicieron sus hijos, sobre todo los más pequeños, que se matricularon en el Colegio San Fernando y que, desde muy pronto, se sintieron onubenses. Para los mayores, como le sucedió a Mauricio, fue mucho más complicado, porque estaban acostumbrados a la isla. No, no es fácil cambiar de vida de repente. Más, si no lo has elegido.
Con el tiempo, Sara ha aprendido a querer a Huelva, una ciudad que asegura que le gusta mucho, «porque la gente es muy buena y se conoce todo el mundo. Además, aquí tengo a mis hijos». En concreto, en Huelva viven tres de sus hijos -dos hijas y un hijo-, porque otro es militar y está destinado en Rota. Sus otros dos hijos, Mauricio y Jesús, fallecieron. Sí, otro duro golpe. Nadie desea sobrevivirle a los hijos. Y Sara ha tenido que sobreponerse a eso. De hecho, su hija May nos cuenta cómo su madre a veces ha tenido sus momentos más bajos. La vida no es fácil.
A pesar de todo, a pesar de esos recuerdos imborrables de Guinea, Sara nunca ha regresado. Prefiere no hacerlo. Es consciente de que todo habrá cambiado mucho, que poco o nada quedará de aquella ciudad de Santa Isabel que tanto amó. Y, además, tiene mucha gente enterrada allí, como su abuela, un hijo y un sobrino. «No quiero ir, porque sé que estará todo muy cambiado», afirma.
Sara García Gimeno prefiere quedarse con sus recuerdos, con aquellos que cuenta y, sobre todo, con todos aquellos que no ha querido decir nunca. Son vivencias tan intensas que son pocas las personas que podrían superarlas. Por este motivo, los que la conocen consideran que esta heroína, que bien podría haber protagonizado la película ‘Palmeras en la nieve’, es una auténtica superviviente.
Como ella, otros muchos españoles tuvieron que cambiar la calidez guineana por diferentes destinos en España. Desde hace unos años, todos los que vivieron en la isla han contactado a través de las redes sociales y suelen organizar un encuentro anual en diferentes puntos de España. Encuentro que, por primera vez, se celebra este año en Huelva. La cita será este fin de semana en Punta Umbría, hasta donde acudirán 52 personas que vivieron en las ciudades guineanas de Bata y de Fernando Poo.
Un evento de convivencia que consistirá en una cena-baile el sábado 24 por la noche y una comida el domingo 25 por la mañana. Actividades que servirán de reencuentro para unas personas que, en muchos casos, como le sucede a Sara, hace 47 años que no se ven. Y eso que compartieron momentos clave de su vida.
A todos ellos, a través de los ojos de esta onubense de adopción, de Sara García Gimeno, mucha suerte. A Sara, gracias por relatarnos su historia. Ha sido un verdadero placer ser partícipe de ella.
5 comentarios en «La historia de Sara García Gimeno, una vida real que supera con creces el argumento de la película ‘Palmeras en la nieve’»
Apasionante historia y sobre todo de la mano sublime de Maripaz, se hace mas entrañable y real cuando se lee. Felicidades¡¡¡¡
Era una persona amable, siempre cariñosa y haciendo frente a los avatares con dignidad. La conozco bien ya que es prima hermana mía y nos hemos criado juntos en la isla de Fernando Poo (Bioko).
Fernando García Gimeno
La historia nos enseña que puede superar cualquier pelicula o libro…
Ya mi madre SARA abra regresado para pasear por esas palmeras y playas que formaron parte de su vida
Siempre estaras en mi corazon gracias Maripaz por volverla a sus recuerdos
Una señora encantadora , tuve la suerte de conocerla en el hospital Vázquez Díaz y de q me contará parte de esa historia , besos al cielo
Tras leer por dos veces el libro y no ver la película para que no machaque la que mi mente ha creado al leerlo, encuentro historias como las de Sara y me conmueven. ¿Cómo puede ser el hermetismo de información acerca de lo ocurrido en Guinea?
Deseo a Sara que descanse en paz y disfrute libre por aquellos lugares.