Redacción. El obispo, José Vilaplana, ha expresado que la Procesión Magna con motivo del Año de la Misericordia, celebrada el pasado 17 de septiembre en la capital onubense, “nos ayudó a pensar en que esa misericordia la tenemos que materializar ayudando a los pobres, a los necesitados y acercándonos a la carne sufriente de Cristo”.
Para Vilplana fue un acto de oración y de contemplación, como así lo manifestó el silencio de tanta gente que se dio cita en el centro de la ciudad. “El recogimiento con el que se vivió la contemplación de los pasos, la escucha de los textos bíblicos y de las oraciones, junto al esfuerzo de disciplina y de orden que pusieron las hermandades para que todo saliera con tanta naturalidad y belleza”, explica, “ha dejado en todos nosotros un buen sabor”.
Por todo ello, añade, “siento una gran gratitud hacia Dios porque nos permitió plasmar y proclamar la misericordia y la bondad de Dios, manifestadas en la Muerte y Resurrección de su hijo, y contemplar a María asociada a ese misterio de misericordia”. D. José Vilaplana piensa que el sentimiento común de las personas que presenciaron la procesión y de las que siguieron el acto a través de los medios de comunicación es de “alegría”.