Rosa Mora. “No todo el mundo entiende -por no decir casi nadie- que lo importante en la vida no es vivir para trabajar, sino disfrutar de la vida y trabajar para poder disfrutarla aún más y mejor, con más libertad”. Así se expresa la protagonista de la aventura que hoy les contamos. Ana Belén Ávila Padilla tiene 25 años, es natural del municipio onubense de La Palma del Condado y licenciada en Traducción e Interpretación con especialidad en inglés y alemán.
Su primer contactó con el país germano -donde reside a día de hoy- fue en 2009 gracias a una beca Erasmus. Tres años más tarde regresó, y hasta la fecha.
Allí vive en la ciudad de Colonia.
Lo que ni ella misma imaginaba cuando aterrizó en Alemania es que el pasado año se atrevería a embarcarse en una aventura que la ha hecho crecer tanto personal como profesionalmente. Dejó un trabajo fijo y “con un buen sueldo” para emprender una ruta en moto que la llevó desde Nueva Delhi, en la India, a la ciudad alemana de Colonia.
El viaje transcurrió entre marzo y agosto de 2015. Junto a su pareja Félix recorrieron un total de de 17.704,7 kilómetros, aventura que les permitió conocer 19 países: India, Nepal, Dubái, Irán, Armenia, Georgia, Turquía, Grecia, Macedonia, Albania, Montenegro, Croacia, Bosnia, Eslovenia, Italia, Liechtenstein, Austria y, por último, Alemania. Y todo ello a bordo de una Royal Enfield. “Las Royal Enfield son motocicletas que se fabricaron en los años 30 y 40 para el ejército británico. La fabricación se pasó a la colonia inglesa de aquella época: la India, que tras su independencia en 1949 continuó fabricándolas. Durante décadas se mantuvo el diseño colonial y en los 90 se empezaron a hacer modificaciones mínimas”, nos cuenta Ana Belén.
La iniciativa de emprender el viaje reconoce Ana Belén que fue de Félix. “Tras vivir y estudiar en 2013 durante seis meses en Malasia y vivir con compañeros de piso de Irán, decidió que quería conocer el país persa. La idea de la ruta fue tomando forma cuando leyó un artículo de un señor que había viajado desde Nueva Delhi hasta Hamburgo en una Royal Enfield. Y así fue como decidimos hacer nuestra ruta en el mismo modelo de moto, pero en vez de atravesando China y Rusa –como había hecho el protagonista del artículo-, pasando por Pakistán e Irán”, explica Ana Belén.
El proyecto lo comenzaron tres personas. La onubense, su pareja alemana Félix, y Bernd, padre de un amigo de Félix. Éste último, sin embargo, tuvo que abandonar después de un mes por problemas de salud, volviendo a Alemania.
Conscientes de la expectación que su aventura despertaba entre sus conocidos, decidieron abrir en Facebook la página ‘Riding on a Bullet’. “Al principio simplemente era por no tener que escribir mensajes a todos los amigos y miembros de la familia. Después la aprovechamos para promocionar el viaje y conseguir más ayuda y apoyo. Al tener un proyecto que enseñar, la gente nos creía más rápidamente. Ya no éramos turistas que van de aquí para allá, sino que teníamos un proyecto del que formarían parte, y nosotros así lo queríamos. En nuestra página se puede ver a todos los que nos ayudaron por el camino. Es también nuestra forma de agradecerles todo y de mantener el contacto”, nos cuenta la joven aventurera.
En lo que al viaje en sí se refiere, “en India pasamos más de dos meses y medio, debido en gran parte a que primer tuvimos que encontrar a alguien que nos vendiera la moto y después hacer todo el papeleo para poder sacarla del país, así como el proceso de embarque de la Royal Enfield de Bombay a Dubái. El segundo país en el que más tiempo estuvimos fue Irán, donde nos quedamos algo más de tres semanas, y el tercero Italia, donde pasamos unos 15 días. En Turquía fueron ocho días, seis de ellos en Estambul -sí, cruzamos ese enorme país en dos días- y una semana en Armenia y en Dubái. Otros países simplemente los cruzamos para llegar de un lugar a otro como Eslovenia o Austria. En Bosnia y Suiza sólo pasamos una noche. En Liechtenstein, por ejemplo, sólo paramos por haber estado alguna vez allí y para poner un el último sello en el pasaporte.
Transcurrido tiempo suficiente para hacer balance, Ana Belén nos confiesa que el viaje sido una de las experiencias más importantes de toda su vida. “No sólo por lo que vi, sino por la gente que conocí y lo mucho que nos ayudaron sin pedir nada a cambio. Eso le toca el corazón a cualquiera. No importaba si eras hindú, católico o musulmán. Teníamos un proyecto y ellos nos ayudaban a realizarlo. Nos acogían en sus casas sin conocernos o nos reservaban un hotel y nos mostraban la ciudad”, explica la onubense. “Mi balance es positivo en todos los aspectos –añade Ana Belén- tanto a nivel personal como profesional. El haber tenido contacto con tantas culturas me ha llevado, una vez de vuelta a Alemania, a desarrollarme profesionalmente en el campo de la interculturalidad”. En este sentido la onubense trabaja actualmente en Colonia en una compañía que gestiona el traslado de trabajadores de empresas a filiales ubicadas en otros países. “Creo que me cogieron por el hecho de haber hecho el viaje. En la empresa hacemos todo lo que tiene ver con ese proceso de recolocación, desde visados y búsquedas de piso, hasta cursos de formación para que los trabajadores se adapten al choque cultural.
De cara al futuro la onubense tiene en mente el próximo proyecto. “Estamos pensando hacer autostop de Kazajistán al lago Baikal en Rusia y de allí a Mongolia con el tren transiberiano para el año que viene. Pero será una cosa de tres semanas. Necesitamos sanear las arcas y ganar dinero antes de embarcarnos en otro viaje largo”.
«A todo el que me pregunta, lo animo a embarcarse en este tipo de aventuras -incide Ana Belén-. Claro que cuesta dinero y que no todo el mundo puede ahorrar como hice yo para gastárselo todo en un viaje. Pero prefiero gastarme el dinero viajando que comprarme lujos innecesarios en mi país. Nosotros viajamos dos personas en una moto con todo lo que necesitábamos para seis meses, además de los recambios y herramientas para arreglar la moto. No se necesita mucho para vivir bien. Algunas de las mejores noches en este viaje las pasamos metidos en el saco de dormir en una playa. El mar nos cantaba una nana y los pájaros eran nuestro despertador, nos duchábamos en el mar y a seguir el viaje”.