Rosa Mora. El 10 de abril llegaban al campo de refugiados de Idomeni –ciudad griega situada en la frontera del país heleno con la República de Macedonia- el primer grupo de voluntarios de la entonces recién creada asociación onubense AYRE (Asociación de Ayuda al Refugiado). Formaban parte del primer equipo de cooperantes los sanitarios Javier Pachón, Ana Redondo, Beatriz Relinque y Teresa González, además María José Pazos, administrativa que se hizo cargo de la farmacia del campo.
Fecha destacada aquel 10 de abril, puesto que se hacía realidad un proyecto que meses antes había comenzado a tomar forma en la mente del doctor Javier Machuca, aunque natural de Sevilla, afincado en Huelva desde 1980, donde trabaja como médico de familia en el centro de salud ‘Casa del Mar’ de la capital onubense. Desde comienzos de año, Javier es además presidente de la asociación AYRE.
“Digamos que todo comenzó a fluir a raíz de un documental que vi en televisión que mostraba cómo decenas de cooperantes se encontraban rescatando a personas que intentaban llegar desde Turquía a las islas griegas de Lesbos y Chíos. Tras verlo, tuve claro que quería colaborar, bien fuera uniéndome a ese proyecto, o a cualquier otro. No obstante, en todas las páginas que consultaba solicitaban personas que, además de tener experiencia en cooperación y en atención sanitaria de urgencia -requisitos estos que yo cumplía-, debían tener un buen dominio del inglés, siendo mi conocimiento de este idioma muy básico. Se me ocurrió entonces colgar un anuncio en estas mismas páginas mostrando mi disposición a ir como voluntario e instando a personas con buen nivel de inglés a que me acompañaran. En pocos días escribieron muchísimas personas… pero entonces decidí desvincularme de mi idea inicial –la de unirme a un proyecto de una entidad ya instalada allí- y crear una asociación en Huelva”, explica a Huelva Buenas Noticias, Javier Machuca.
Y así fue como en febrero de este año comenzaba a funcionar AYRE. “Se dio la circunstancia de que en el transcurso de tiempo en el que nos organizábamos para desplazarnos, se firmó el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía por lo que el flujo de refugiados que llegaban a las islas griegas comenzó a decaer. De esta forma, y tras establecer contacto con organizaciones que trabajaban sobre el terreno, éstas nos comunicaron que el problema ya no estaba tanto en las islas como en El Pireo, donde se había montado un campo de refugiados espontáneo de personas que eran trasladadas desde las islas a la Grecia continental. Estas personas se iban movilizando buscando una frontera de salida. A través de la ruta de los Balcanes llegaban a Macedonia, llegándonos la información de que en Idomeni se había cerrado la frontera, colapsándose allí miles de personas”, nos cuenta Machuca.
Cuando se desplazó el primero de los tres grupos de base onubense, “el campo de Idomeni –explica el presidente de AYRE- albergaba a entre 8.000 y 10.000 migrantes y refugiados. Personas de nacionalidades tan diversas como sirios, kurdos, iraquíes, afganos, e incluso marroquíes y subsaharianos”. Javier Machuca llegó al campamento, reemplazando al primer equipo, el 25 de abril. A Javier lo acompañaron los sanitarios Ana Barquero, Toñi Conde, Julio Araujo, Filo González, José Araujo, y la licenciada en Bellas Artes y fotógrafa Inma Sánchez, quien recientemente ha mostrado muchas de estas imágenes en una exposición instalada en El Mosquito Club de Huelva.
“Nos encontramos con una situación peor de la que esperábamos. Aquello lo definimos como el peor lugar, en las peores condiciones. Se trataba de un campamento rodeado de montañas donde un día hacía más de 30 grados de temperatura, otros te helabas de frío, al día siguiente hacía un viento que se llevaba las tiendas y enseres de la gente…”, describe el doctor sevillano. “La situación en la que se encontraba la gente después de cuatro meses era peor de lo que esperábamos. Sí es verdad que la salud de estas personas no era preocupante. Yo he estado en pueblos de Guatemala en los que las condiciones de salubridad eran muchísimo peor. El problema es que estas personas llevaban meses allí, en una situación anímica desoladora. No sabían qué iba a ser de ellos en el futuro, igual que ahora… En estos momentos, en vez de estar en Idomeni –el campamento fue desalojado a finales de mayo– están dispersos por otros campos. Lo preocupante es que no tienen esperanza ninguna de qué va a ser lo que va a suceder con ellos”, narra el sanitario.
El grupo de Javier Machuca abandonó el campo de refugiados el 10 de mayo, y a ellos los sustituyeron Paloma Martín, Elizabeth Rodríguez, María Antonia Martínez y Bárbara Rodríguez. Éste fue el tercer y último grupo formado por voluntarios de AYRE que se desplazó a Idomeni. La Asociación, sin embargo, organizó otro equipo de personas que se pusieron en contacto con la entidad onubense desde otras provincias españolas a través de Bomberos en Acción. Estos cooperantes fueron Elena Sobrino, Diego Gil, Edith Pérez, Verónica Pérez, Mª Ángeles y Laura. “Ellos vivieron el desalojo del campo el día 24 de mayo”, incide Javier Machuca.
De la experiencia en Idomeni, el presidente de AYRE destaca las historias personales de todos y cada uno de los refugiados y migrantes que llegaban hasta allí. “Llama la atención la cantidad de niños, más del 30 por ciento de la población del campo eran menores. Cada persona que acudía a Idomeni era una historia. Te contaban lo que habían padecido en sus países. De Siria e Irak llegaba gente con un nivel de formación medio alto, personas como tú y como yo, trabajadores con cualificación que se han visto obligados a dejar sus casas. Te cuentan cómo han llegado hasta allí, utilizando todos los medios de transporte posibles…”, explica Javier.
En cuanto al servicio que prestaron, «Casi desde que se abrió el campamento, dos chicos montaron junto a Bomberos en Acción un punto sanitario. Ellos solicitaban efectivos y llegamos al acuerdo de que nosotros le aportábamos personal sanitario mientras que pusieran a nuestra disposición su infraestructura», explica el médico de familia. “Estaba muy bien organizado -añade Javier-, se trataba de un punto de atención primaria como el que tenemos aquí. Atendíamos diarreas, catarros, neumonías, contusiones, muchas quemaduras -puesto que cocinaban con fuego-. Y detectamos algunos casos vulnerables como el de Osman, que afortunadamente fue repatriado a España».
En relación al futuro de AYRE, «la asociación no podía estar ligada al futuro de Idomeni, sabíamos que aquello tendría que acabar tarde o temprano. Más de 8.000 personas estaban bloqueando una frontera… Cada día que íbamos pensábamos que sería el último. Idomeni cerró pero el problema continúa y nosotros vamos a seguir visualizando la problemática de los refugiados, y ayudando en la medida de lo posible», explica Javier. En estos momentos se encuentran trabajando en nuevos proyectos, «seguimos colaborando en red con otras asociaciones que recogen enseres y alimentos; pretendemos firmar un acuerdo con la Universidad de Huelva para poner en marcha un curso sobre cooperación donde explicar a otras personas nuestra experiencia donde aconsejarles para que no se cometan nuestros errores; tenemos en mente organizar exposiciones de fotografía, recaudar fondos…».
«Es incomprensible que la Comunidad Europea esté actuando como lo está haciendo. Se trata de una miseria muy cercana, gente que llega desesperada a sitios que para nosotros son de veraneo… Familias con niños, con 2.000 o 3.000 kilómetros a sus espaldas, y que pongamos trabas a un derecho… los países están obligados por sus propias leyes a prestar asilo. Esto es un problema que va a seguir existiendo, y quien únicamente le puede dar una solución somos nosotros. Desde aquí insto a la gente a colaborar con cualquier organización. Hay mucha gente dejándose su dinero, su tiempo, su estructura mental… asistimos a una situación en la que vemos cómo las personas ayudan, mientras que los gobiernos sólo ponen trabas…», sentencia Javier Machuca.