Rosa Mora. En primer lugar fueron asociaciones de Huelva y Sevilla para, posteriormente, decidirse a dar el salto al extranjero. Ya desde los 15 años de edad la onubense Rocío Romar Díaz tenía claro que deseaba invertir parte de su tiempo en ayudar a los demás. En este sentido, después de saber lo que era formar parte de un proyecto de voluntariado en nuestro país – donde se inició con niños y personas discapacitadas-, con 18 años puso rumbo a Italia donde participó en un programa para erradicar el racismo.
Tras lo positivo de aquella experiencia, la onubense ha ido sumando proyectos y experiencias de las que ha ido extrayendo todo tipo de conocimientos y enseñanzas. Después de licenciarse en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, Rocío nos cuenta que tuvo muy claro cuál sería su siguiente paso: realizar el Máster de Cooperación al Desarrollo, gestión pública y de las ONGD´s en la Universidad de Granada.
Perú, Sudán y República Dominicana son algunos de los países en los que esta onubense de 28 años ha trabajado como cooperante, siendo la isla de Bali – una de las más populares de Indonesia- su último destino. Una región en la que el cultivo del arroz y el turismo son los principales motores económicos. Precisamente el sector turístico es el que está siendo objeto de estudio de Rocío. A finales de junio llegaba al país asiático formando parte de un proyecto que se extenderá hasta el mes de noviembre. En el ecuador del proyecto de Servicio de Voluntariado Europeo (SVE), la onubense comparte con los lectores de Huelva Buenas Noticias la que está siendo una experiencia que le sorprendió desde el primer momento.
– Desde hace tres meses resides en Bali formando parte de un proyecto de voluntariado, ¿Cuáles son tus funciones exactamente?
– El proyecto lleva el título de Sustainable Tourism Agents in Rural Societies (STARS) y mis funciones se basan en analizar y evaluar el desarrollo del Community Based Tourism (CBT) en las diferentes comunidades rurales. Trabajamos mano a mano con los líderes de la comunidad y las personas locales, ya que este modelo de turismo sostenible es totalmente opuesto al turismo de masas, siendo la comunidad la encargada de gestionarlo en su totalidad y repartiendo los beneficios entre todos los miembros. Asimismo, les proponemos mejoras y nuevas ideas para seguir promoviendo y conservando el patrimonio humano, cultural y natural de la región.
Además, el proyecto está enfocado a la creación y/o mejora de senderos, y dado que una de las mejores actividades que puedes hacer en Bali son los ricefield trekking -senderismo por los campos de arroz-, estamos haciendo muchas excursiones de este tipo. Nuestra tarea posterior se basa en una puesta en común con los guías locales para destacar las potencialidades de los senderos de su entorno y aportar nuevas ideas para hacerlos más atractivos para los turistas y adaptarlos a las necesidades de éstos.
Por último, durante todo este tiempo estamos recogiendo material audiovisual para actualizar el diseño y los contenidos de la página web de Bali Cobta, la asociación indonesia. Este material también nos sirve para las diferentes conferencias y seminarios que organizamos en las diferentes localidades relacionados con el proyecto.
– ¿Qué te animó a unirte a este proyecto?
– Este proyecto se encuentra enmarcado en el Servicio de Voluntariado Europeo (SVE), que es un programa del Erasmus Plus, financiado por la Unión Europea, dirigido a jóvenes de entre 18 y 30 años que quieran realizar un voluntariado en el extranjero. Normalmente estos programas tienen lugar dentro de Europa y conozco mucha gente que ha participado en este programa y que ha vivido una experiencia muy positiva. En mi caso, es un proyecto piloto coordinado por la Universidad de La Laguna de Santa Cruz de Tenerife, que se está desarrollando junto a diferentes asociaciones sin ánimo de lucro de Europa y de otros continentes, siendo Bali Cobta (Bali Community Based Tourism Association) la contraparte en Indonesia.
El voluntariado siempre ha estado presente en mi vida desde que tenía 15 años, tanto en España como fuera en el extranjero y tenía claro que quería hacer el SVE antes de cumplir los 30 años, pero estaba buscando dónde hacerlo y sobre qué temática. Cuando descubrí que algunas convocatorias permitían realizar el voluntariado en África o en Asia comencé a investigar e investigar hasta que encontré este proyecto. El proyecto era perfecto para mí y estaba segura de que sería una experiencia única, pues ni en mis mejores sueños podía imaginar realizar mi voluntariado en Indonesia, Sri Lanka, Islas Salomón o Chile, así que probé suerte. Yo aposté por Indonesia, y tras el proceso de selección, quedé entre las suplentes. Por eso, cuando me llamaron en marzo para decirme que había una vacante y precisamente en el país que yo había elegido, no me lo podía creer.
– Cuéntanos, ¿Cómo es el lugar en el que vives?
– Aquí en Bali no tengo una residencia fija, pues vamos rotando entre las comunidades que participan en el proyecto. Ahora estoy viviendo con una familia, y es la mejor experiencia, porque nos integramos al 100% en la cultura balinesa, conocemos sus costumbres y rituales religiosos y saboreamos cada día la verdadera comida tradicional de la isla, que está deliciosa. Además, disfrutamos de la belleza de la arquitectura balinesa, desde la estructura de la casa y su ornamentación con estatuas y puertas talladas de madera hasta los jardines impolutos con fuentes de agua coronadas por Shiva, el dios hindú.
– ¿Es cómo te lo esperabas?
– No, es aún mejor [ríe]. Antes de venir a Bali pensaba que venía a zonas rurales realmente pobres. Durante las dos primeras semanas de mi estancia en Indonesia, estuvimos visitando todas las comunidades que participaban en el proyecto y ya me di cuenta de que estaba equivocada: unas más, otras menos, pero todas las comunidades están desarrolladas y, de hecho, algunas, ya son modelo de buenas prácticas y la meta a alcanzar para otras comunidades. Ahora, viviendo en cada una de estas comunidades, es aún mejor porque conocemos a las personas, realizamos las actividades con jóvenes del pueblo y creamos lazos de amistad con muchos de aquí.
– No es el primer proyecto de cooperación en el que participas… ¿Dónde has estado con anterioridad?
– Mi primera experiencia en el extranjero como voluntaria fue en un proyecto contra el racismo en Italia. Tenía 18 años, y la primera noche ya me quería volver a Huelva. ¿Por qué? Pues porque iba a vivir 15 días con voluntarios de Francia, Polonia, Italia, Turquía y Corea del Sur y tenía que hablar en inglés. Mi nivel de inglés era el de 2º de Bachillerato y no me veía capaz de estar allí. Por suerte, un coordinador italiano me convenció de que si yo quería, el inglés no sería un problema y así fue, porque la necesidad hace que te hagas entender y al final acabé practicando incluso el francés.
Posteriormente, participé como voluntaria en un proyecto sobre medio ambiente en Sicilia y en otro sobre ecoturismo en Grecia. En estos programas participaban también voluntarios de otras nacionalidades, y aprendí mucho sobre sus culturas cuando hacíamos las noches temáticas de cada país. El primer salto fuera de Europa lo di hacia Perú. En Cuzco estuve dos meses de voluntaria como profesora de apoyo en un albergue de niños de las regiones andinas. Este es un ejemplo que explico muchas veces a quien que me pregunta cómo conseguir hacer un voluntariado sin tener que asumir elevados gastos: yo conseguí una beca de mi universidad para sufragar los gastos del viaje y la ONG de allí me ofrecía el alojamiento y la comida porque vivía con los niños en el mismo albergue.
Posteriormente, y ya como cooperante, estuve participando en un proyecto de investigación social en Sudán. Fue una gran experiencia a nivel profesional, pues desarrollamos un diagnóstico sobre el impacto de los cambios urbanos en las dinámicas sociales. Pero también fue una gran experiencia a nivel personal, y mostrando respeto e interés por las normas socioculturales musulmanas, los sudaneses me hicieron sentir una más tanto en el contexto universitario como fuera de éste, dándome la oportunidad de compartir con ellos diversas celebraciones y ceremonias.
Por último, estuve realizando unas prácticas en República Dominicana y no, no fui a Punta Cana. Estuve en Santo Domingo viviendo y mi trabajo consistió en evaluar un proyecto de mujeres en una zona rural de extrema pobreza, además de colaborar en otros proyectos de la ONGD de forma puntual durante mi estancia allí. Es curioso como hay tanta diferencia dentro de un mismo país, habiendo pobres muy pobres y ricos muy ricos, y es curioso también el racismo que hay allí frente a los haitianos, cuando comparten la misma isla.
– ¿Con qué te quedas de estas experiencias?
De todas estas experiencias en el extranjero me quedo con lo que aprendo de cada persona que conozco, de cada familia que me adopta temporalmente, de cada cultura que descubro y de cada religión que observo, porque me enriquecen como persona. Cuando me despido de mi familia y de mis amigos en Huelva, antes de empezar una nueva aventura, siempre me dicen “disfruta al máximo de la experiencia” y es que parece que cuando estás en el extranjero vives cada día al 100%, porque sabes que ese periodo allí tiene fecha de caducidad. Pues mi mayor aprendizaje es precisamente ese, exprimir el tiempo que tenemos al máximo, ya sea en Bali, en Huelva o estemos donde estemos. Y también estemos con quien estemos, ya sea con la familia y amigos en nuestra ciudad o sea con aquellas personas que se cruzan en nuestro camino en la otra punta del mundo y que seguro nos aportarán diferentes perspectivas de la vida.
– ¿Cómo te desenvuelves con los idiomas?
– Yo creo que una cosa es saber un idioma y otra cosa saber desenvolverse. Quizá no tenga un C2 en inglés, pero sé desenvolverme en cualquier situación a pesar de las barreras lingüísticas. Es cierto que los idiomas son claves, y para muchas personas es un freno para no embarcarse en experiencias en el extranjero. Pero si nunca das el paso, nunca te vas a superar a ti mismo. Yo era de las que suspendían inglés trimestre tras trimestre en el colegio, y estaba convencida de que yo no tenía capacidad para aprender un idioma. Mi primer voluntariado en Italia me cambió el chip, y dije “si sé inglés puedo hablar con toda la gente que tengo a mi alrededor, así que quiero aprender bien inglés” y después durante mi Erasmus en Italia descubrí que mi cerebro sí que podía pensar en otro idioma. De hecho, ya tengo un buen nivel de italiano, y ahora también sé algo de indonesio -sí, aquí estamos aprendiendo bahasa indonesia para comunicarnos mejor con la población-. Así, he seguido participando en proyectos internacionales que hacen que mi inglés vaya mejorando, y seguramente, después de esta experiencia, mi siguiente aventura sea vivir un tiempo en algún país angloparlante para perfeccionar el idioma.
– ¿Por qué de tu interés por la cooperación?
– Desde los 15 años he sido voluntaria en diferentes asociaciones en Huelva, Sevilla y otras ciudades en las que he vivido: con niños, con discapacitados, etc. Puedes ayudar mucho en tu ciudad, y de hecho es algo a lo que animo a todo el mundo que haga, porque es cierta la famosa frase de que “recibes más de lo que das”. Pero luego, comencé a ser voluntaria de ONGD´s (Organizaciones no gubernamentales de desarrollo) como Manos Unidas, Cruz Roja y Oxfam Intermón y descubrí mi verdadera vocación. Lo que hacía principalmente era sensibilizar a la población del “país rico” sobre la situación de los países en vías de desarrollo y luchar contra la injusticia y la desigualdad al que este mundo económico nos está llevando. Y como era y es algo que realmente me gusta hacer, transformé mi vocación voluntaria en mi profesión, y continué mis estudios universitarios para poder hacer el Máster de Cooperación al Desarrollo, que me posibilita ser técnica de proyectos en terreno en América Latina, África o Asia, y en España.
– ¿Y tu familia qué piensa?
– Mi familia es como el Ying y el Yang: el miedo de una madre hace que prefiera que yo esté trabajando en España, y el espíritu aventurero de un padre hace que me anime a embarcarme en cuantos más proyectos mejor. Mis hermanos al principio pensaban más en los riesgos y peligros de los países a los que me iba, pero ahora me dicen que son experiencias que me dan otras perspectivas de la vida, así que lo mejor que puedo hacer es disfrutarlas y aprovechar ahora que no tengo ataduras.
– ¿Cuáles son tus aspiraciones?
– Durante estos últimos años estoy acumulando experiencias en el extranjero, que espero que el día de mañana me faciliten tener un buen trabajo en España, entendiendo como buen trabajo uno que me guste y que sea en el ámbito de la cooperación al desarrollo. Mientras, seré feliz si sigo colaborando de una u otra manera con las ONGD´s, tanto en España como en el extranjero.
– ¿Recomendarías a los lectores a unirse este tipo de proyectos?
– Lo recomiendo al cien por cien, sin lugar a dudas. Conozco a mucha gente que ha vivido una temporada fuera de España -buena parte de mi generación- y todos estamos de acuerdo en que es una experiencia que hay que vivir en la vida. La Erasmus debería ser obligatoria, pues te abre las miras hacia un futuro más amplio. Y experiencias como ésta de voluntariado aún más. Cuando me llamaron para unirme a este proyecto tenía que dar una respuesta en un plazo de 24 horas, pero me costó mucho tomar la decisión porque mi situación era bien distinta a cuando había solicitado la plaza: había encontrado un empleo bastante bueno y en una ONGD -algo bastante complicado en Huelva-. Pero si alguien está pensando en embarcarse en algún proyecto de este tipo, mi recomendación es seguir el mismo consejo que me dieron a mí: “haz aquello de lo que no te vayas a arrepentir en un futuro”. Yo decidí apostar por esta aventura y estoy muy contenta porque está siendo una experiencia increíble, y es que al final va a ser cierto que fuera de tu zona de confort te esperan las mejores experiencias de tu vida.
2 comentarios en «La onubense Rocío Romar nos cuenta su experiencia como voluntaria en poblaciones rurales de Bali»
Bien Rocio!! Bieeeen!
Si hubiese una olimpiada en cooperación internacional, tu serías nuestra Carolina Marín.
Mucho ánimo.