P. G. Carolina ya es eterna. Oro merecido en los Juegos Olímpicos derribando la penúltima puerta de la Historia -ya se propondrá otros retos-, después de derrotar en un partido emocionante a la india Pusarla Venkata Sindhu en tres sets (19-21, 21-12 y 21-15), después de una hora y 23 minutos de juego.
La onubense, que con su presencia en la final había asegurado la primera medalla olímpica a Huelva, cerró de la mejor manera posible su presencia en Río con este oro, que tuvo que trabajárselo a pulso tras perder el primer set. Pero Carolina reaccionó como sabe y le dio la vuelta al choque para acabar bañándose en oro.
Fernando Rivas, el entrenador de Carolina, y no se olvide casi tan importante como ella en los logros de la onubense, apeló a esa niña de 14 años que dejó Huelva para jugar al bádminton cuando venían maldadas y había perdido el primer set en todo el torneo, y eso que lo tenía en sus manos. Y esa niña de 14 años, ya mujer, hizo de tripas corazón y dio el vuelco al partido para acabar imponiéndose.
Nadie dijo que una final olímpica fuera un camino de rosas, aunque una de las finalista se llame Carolina Marín y su trayectoria hubiera sido inmaculada. Enfrente estaba la 10 del mundo, Sindhu, posiblemente una sorpresa al inicio del torneo, pero que viendo su evolución en el mismo no lo era. Dejar atrás a la húngara Sarosi y la canadiense Michelle Li podría entrar dentro de lo lógico, pero su paso por las rondas de eliminatoria fue un campo de minas solventado a su favor con un buen bádminton: Tai Tzu Ying, Yihan Wang y Nozomi Okuhara.
Carolina pudo comprobar en el primer set que la hindú no venía de convidado de piedra a esta final. Aunque en el comienzo la de Huelva se aplicó al guión establecido que le daba como favorita -sobria, firme, segura y sin errores-, poco a poco vio que esta Sindhu también tiene un espíritu indomable.
El 11-6 al intervalo y, sobre todo, cómo lo había conseguido, dejaba entrever que Carolina estaba un escalón por encima. Y puede que fuera así, pero eso había que demostrarlo, y allí estaba Sindhu para evitarlo. Cierto que Carolina siguió mandando el marcador, pero ya menos en la cancha, incluso cometiendo más errores de los previstos -dos de ellos en el saque, incluso-, lo que unido a la contumaz y feroz defensa de la hindú hizo posible que el electrónico se estrechara.
Tuvo en sus manos Carolina dar el primer paso con un 19-16, pero Sindhu se defendió primero y atacó los puntos flacos de Carolina después para, con un parcial de 0-5, apuntarse la manga… la primera que cedía la de Huelva en el torneo.
Dicen que las finales se ganan, no se juegan. A ratos Carolina hizo las dos cosas. El mazazo que supuso la pérdida del primer set, y que Rivas le mentara su pasado y lo que había tenido que trabajar para llegar a ese momento, despertó a la ‘bestia’. Incontestable, demoledora, Carolina no dio un ápice de esperanza a su rival, si ésta pensaba que se iba a desfondar. Agresiva, certera, aplicándose al máximo, logró un 4-0 de salida, que luego fue un 6-1 para irse al intervalo con 11-2.
Lo volvía a tener en sus manos y esta vez Carolina no se vio sorprendida por una Sindhu que volvió a sacar lo mejor de sí misma en esa segunda parte. Pero la de Huelva no quería riesgos y mantuvo las rentas hasta apuntarse ese set por un claro 21-12.
El oro se jugaba en un tercer set de emociones. Muchas emociones. Carolina siguió su marcha implacable y otra vez endosó un 6-1 de salida. Pero Sindhu aún tenía cosas que decir. Tacita a tacita, la hindú fue, al mismo tiempo que crecía sobre la pista, recortando la desventaja hasta empatar a 10. El 11-10 a favor de Carolina en el intervalo dejaba la resolución del set para la segunda parte.
Y ahí Carolina fue implacable. Con un parcial de 3-0 a la vuelta de ese descanso, la doble campeona del Mundo cogió esa renta necesaria para desplegar su juego de manera más serena. Aunque Sindhu volvió -increible su persistencia- con un inquietante 16-14, el tramo final del set llevó la marca indeleble de la mejor jugadora del mundo. Un 5-1 de parcial para sellar el triunfo en el set, en el partido y amarrar ese oro por el que fue a Río.