Mari Paz Díaz. Cristina Prieto es una joven de Huelva de 23 años que desde hace dos años y medio vive en Bélgica, país al que llegó a través de una beca Erasmus que solicitó en 2013, cuando cursaba tercer año de Enfermería, con el fin de estudiar en este país su cuarto y último año de carrera. «Yo tenía claro que mi destino para la Erasmus tenía que ser un lugar donde poder mejorar mi nivel de inglés y donde la situación económica y laboral no fueran tan desfavorables como en España. Teniendo en cuenta estas condiciones, destinos como Italia o Portugal quedaron fuera de mi interés. Así que ante la falta de variedad de destinos y la curiosidad, pues nunca había viajado a este país, me hicieron decidirme por Bélgica», asegura. De esta forma iniciaba una experiencia que le ha llevado a adaptarse totalmente a este lugar en el que ha encontrado un puesto de trabajo que le apasiona, aunque, no por ello, se olvida de su Huelva natal, tal y como nos cuenta en esta entrevista.
-Cristina, ¿cómo te surgió la oportunidad de trabajar en Bélgica?
-En febrero de 2014 aterricé en Bruselas para empezar mi experiencia Erasmus, que duraría poco más de cinco meses, en una encantadora ciudad universitaria llamada Lovaina, a tan solo 20 minutos de la capital. Cómo era mi último año de carrera, ese trimestre que vine a cursar en Bélgica constaría de dos periodos de prácticas de 6 semanas cada uno, ambos en quirófano, además de mi proyecto de fin de carrera, que tendría que hacerlo a través de tutorías online con la que era mi tutora de proyecto. A finales de mi primer periodo de prácticas le comenté a una de mis enfermeras mi interés por trabajar en el extranjero, especialmente aquí, puesto que se trataba de un hospital universitario lleno de oportunidades, muy innovador en temas de salud, en continuo crecimiento y con una gran cantidad de recursos. Fue entonces cuando esa enfermera me dijo que aquí hacían mucha falta enfermeras y que me pondría en contacto con la encargada del equipo de enfermería.
A diferencia de España, aquí no es necesario tener la especialidad de enfermería quirúrgica para trabajar en quirófano y el “único” requisito era un nivel B2 de holandés (marco común europeo). Puesto que mi nivel de inglés había mejorado de un B1 a un B2 alto en tan solo 5 meses de Erasmus, pensé que aprender un nuevo idioma sólo sería cuestión de tiempo y me planteé un año como meta para conseguirlo. Así que antes de volver a España en junio para presentar mi proyecto de fin de carrera ya tenía planeado volver en julio para hacer un curso intensivo de holandés durante el verano. De este modo, a finales de mis prácticas -y antes de tener que volver a España-, solicité trabajar aquí y me hicieron una entrevista. Como respuesta recibí una segunda cita para una entrevista en septiembre, después de mi curso de idiomas.
En septiembre, mi nivel de holandés después de dicho curso era A1, por lo que no era suficiente para trabajar. Siendo consciente de ello, aproveché que en esa misma academia abrían plazos para una prueba de nivel, por lo que era una buena oportunidad para alcanzar el nivel B2 lo antes posible. De esta manera, me preparé para la prueba y conseguí saltarme un nivel académico con lo que a primeros de octubre empezaría un curso de nivel B1. A principios de octubre todavía no había recibido respuesta alguna acerca de mi segunda entrevista. Pensé que un mes era demasiado tiempo para no responder a una solicitud después de haber tenido una entrevista, así que mandé un email informativo diciendo que había conseguido entrar en el curso de nivel B1, mostrando mi interés por hacer lo posible por mejorarlo. Aún así, yo había comenzado a perder esperanzas, así que empecé a buscar trabajo en otros hospitales de la zona y el resto de Bruselas. Sin embargo, para mi sorpresa, me contestaron con un email esa semana diciendo que podía empezar a trabajar como enfermera de quirófano el 16 de ese mismo mes. Mi alegría aquel día no tenía límites.
Desde entonces llevo casi dos años trabajando en quirófano de cirugía abdominal, oncológica y de trasplantes, lo que me fascina y me hace volver cada día a casa con una satisfacción plena. Aparte, dentro de mi quirófano, también formo parte de diferentes proyectos. Junto con otras dos compañeras tenemos un grupo de trabajo que ha lanzado un nuevo procedimiento de contaje de compresas en el complejo quirúrgico y soy propietaria de dicho protocolo hospitalario. Además, formo parte del equipo de Enfermería en la investigación en pacientes que reciben trasplantes de hígado, en el que se intenta demostrar si la administración de determinada mediación previene daños isquémicos del hígado trasplantado. Y, por último, y no menos importante, soy mentora de estudiantes de enfermería que hacen prácticas en nuestros quirófanos, les guío y enseño durante sus prácticas y los evalúo junto con su coordinadora al final de éstas.
-Después de todo este bagaje, ¿en qué punto te encuentras?
-Actualmente tengo un nivel B2 alto de holandés y puedo decir que me encuentro totalmente adaptada, tanto en mi trabajo como en el país. Profesionalmente, ahora mismo, tengo un nuevo proyecto en mente: dar clases en la universidad de Enfermería, donde he presentado mi solicitud recientemente. Ahora solo queda ver si me conceden una entrevista y cómo se da. Aún así, no tengo prisa. He conseguido mucho en solo dos años y todavía estoy asimilando todo un poco. En caso de que no saliera el tema de dar clases lo aparcaría por un tiempo y quizás empezaría un master o algún otro curso de formación.
-Por tanto, ¿el balance de tu experiencia es positivo?
-Siempre he sido una persona fascinada por viajar y conocer mundo, y no era la primera vez que viajaba al extranjero, pero estaba convencida de que experiencias como una beca Erasmus sólo pasan una vez en la vida. Mi balance de la experiencia es muy positivo, es algo muy enriquecedor, ya que he crecido y sigo creciendo muchísimo, tanto profesional como personalmente. Por supuesto, no todo ha sido un camino de rosas. El hecho de volver completamente sola a un país que no conoces, con un idioma que no entiendes y con un millón de incertidumbres, no es fácil. Y las barreras culturales y el buscar tu sitio, el que cada dos días llueva, todo hace su mella y te hace preguntarte si esto es lo que realmente quieres en la vida. Pero la satisfacción de estar trabajando en lo que te gusta, nada mas acabar los estudios, el ver tanto progreso en tan corto plazo, que eres independiente económicamente y que todavía hay mil puertas abiertas a nuevas oportunidades hace que todo lo demás merezca la pena.
A lo largo de esta historia encontré también a mi pareja, un chico belga de la región francesa que conocí durante uno de los cursos de holandés, y que ha supuesto y aún sigue siendo un enorme apoyo para mí. Hace que todo sea más leve cuando echo de menos a mi familia y a mi tierra, sobre todo en esos momentos en los que no puedo ir a España tanto como me gustaría.
-¿Cómo es Bélgica? ¿Es muy diferente a España?
-Bélgica es un país lleno de diversidad, cuenta con tres regiones: la región de Flandes y su comunidad lingüística flamenca, la región de Valonia y sus comunidades lingüísticas francesa y germanófoba y la región Bruselas, también capital del país. Así pues, los idiomas oficiales de Bélgica son tanto el francés, como el alemán y el flamenco. Vivir aquí es muy diferente a vivir en el sur de España, pero parecido a la vida de los ingleses o los alemanes, y eso creo que se debe en gran parte al tiempo. Aquí todo el mundo es muy fan de las bicicletas y con ellas puedes moverte por todos lados en la ciudad o entre ciudades -van en bici al trabajo aunque esté a una hora en bici, incluso si llueve a mares.
Otra diferencia son las comidas. Aquí se almuerza a las 11.30 o 12.30 horas, y se cena a las 18 o 19 horas. Pero al tener que comer en mi trabajo con mis compañeros y tener un horario para las comidas poco a poco me he adaptado y ahora sigo ese mismo horario, a diferencia de los fines de semanas, ahí predominan los horarios españoles con su almuerzo tarde, su merienda -que aquí no existe- y su cena a las 21 o 22 horas. En cuanto a las comidas, las ostras, las patatas fritas y los gofres son los productos estrella de Bélgica y, por supuesto, la cerveza. Ni en 20 años creo que podría probar todo los tipos que existen. Además, sus almuerzos son tipo lunch inglés, en los que se toman un sándwich y una sopa y en el que las cenas son más consistentes. El punto positivo es la localización de Bélgica, pues al encontrarse en el centro de Europa se hace más fácil y barato viajar alrededor, tanto en tren como en avión.
-Y sus habitantes, ¿cómo son?
-La gente es un poco más fría que en España, pero una vez que te conocen son de los que ofrecen ayuda de verdad y están ahí para lo que haga falta. Lo que sí se echa en falta aquí es la cultura de la calle, tomar algo en una terraza o salir hasta tarde, ya que eso solo se ve aquí en los meses de verano y cuando el tiempo lo permite.
-¿Qué es lo que más echas de menos de Huelva?
-La comida. Gracias a mi madre recibo paquetes con jamón y queso y todas esas cosas, por lo que se hace más llevadero.
-¿Qué piensa tu familia de tu aventura?
-En la experiencia que he vivido en estos años no puedo más que agradecer a mis padres todo el apoyo que me han dado. Por confiar tantísimo en mí y por creer en mí cuando ni yo misma creí. Por aconsejarme de la mejor manera posible con su experiencia y por animarme a tomar la decisión tan importante que fue el dejarlo todo atrás ese verano de 2014 o cuando una vez aquí sentía que se me agotaban las fuerzas. Sin su apoyo no creo que hubiese sido capaz, y por eso me siento muy orgullosa de ellos.
-¿Recomiendas a todo el mundo que viva un tiempo fuera de España? ¿Por qué?
-Mi consejo es: viajen, descubran nuevos sitios, nuevas aventuras, salgan de su zona de confort. Hay que salir de la monotonía, sentirse en peligro para conocerse a uno mismo y descubrir de lo que eres capaz. Creo que siempre llega un momento en la vida en la que el cambio es necesario, no digo que haya que irse obligatoriamente al extranjero, pero sí cambiar de aires. Y cuando cruzas esa línea que te lleva a lo desconocido es cuando conectas contigo mismo y abres los ojos al mundo. En el caso de que las cosas no vayan bien, el mejor consejo que doy lo hago usando una sabia frase de mi madre que siempre llevo en mente: “Tu casa siempre va a estar ahí, siempre hay la posibilidad de volver”.
-Para terminar: un mensaje a los onubenses.
-Mi mensaje para los onubenses es que disfruten de todo lo que hay en esa tierra maravillosa. Que cuando vivimos allí no nos damos cuenta del tesoro que tenemos. Que disfruten del paraíso de playas y de la gastronomía de Huelva. No hay cosa que eche más de menos que el pescaito fresco de la costa y el sabor de una Cruzcampo en una terracita.