R.F.Beviá. Por fortuna, parece que nuevos vientos conducen a recuperar la simbiosis Huelva-Mar a través de su Puerto. Esta distancia emocional, incomprensiblemente mantenida durante décadas, llega a su fin interiorizando la ciudadanía la condición de esencial de la Huelva portuaria, casi seguro que la razón de ser en el origen de nuestra antigua ciudad.
Hubo un tiempo, precisamente y no hace tanto, en el que el Puerto era realmente el único eslabón de Huelva con el exterior. Y era así, porque nuestro crónico aislamiento, siendo en cierto grado una limitación actual, antaño resultaba una característica insoslayable. Nos referimos al siglo XIX con antelación a la llegada del ferrocarril.
Desde comienzos de esa centuria se produjo un fenómeno singular en España que hizo trasladar su desconocida imagen al extranjero. Fue algo así como una moda, la de los viajeros románticos, que trasladaban sus experiencias e impresiones a las ‘guias’, publicaciones que tuvieron un éxito extraordinario en la civilización occidental.
En general, en la primera mitad del siglo algunos ingleses y franceses fueron pioneros en esta aventura descriptiva de un país con tantos y variados matices. En la segunda parte del mismo, con el impulso del ferrocarril, esta moda se expandió de forma notable. No obstante, si enfocamos esta historia en Huelva, la resultante es generalizadas ‘pasadas de largo’ en las rutas de los citados románticos.
Solían bajar por la costa mediterránea llegando a Cádiz y de ahí de nuevo hacia arriba para Sevilla, Huelva casi no existía. Hay honrosas excepciones, pero muy escasas.
No debemos perder de vista que en Huelva no rodó el primer ferrocarril (Cía. de Buitrón) hasta 1868, siendo establecida la conexión ‘moderna’ con el exterior a partir de 1880, con el ferrocarril de Sevilla a Huelva. Para hacernos una idea del desfase onubense, ya Córdoba con Sevilla estaba conectada por vía férrea desde más de veinte años antes. Y, desde luego, si no es por la eclosión minera del último cuarto de siglo y el impulso personal de Sundheim, hubieramos tardado otros veinte o treinta años más en tener ferrocarril para conectarnos con el exterior. Habría supuesto un desfase de medio siglo.
Afortunadamente no fue así y padecimos ‘solo’ esas dos décadas de desajuste. En todo caso, con este retraso no es de extrañar que uno de los viajeros románticos que si tuvo la ‘valentía’ de visitar estas maravillosas tierras, el francés Germon de Lavigne, no citase siquiera el trayecto Sevilla-Huelva, sino que se expresase, en 1867, en los términos siguientes:
‘Hay todos los días embarcaciones a vela, barcas y chalupas de cabotaje, que hacen el trayecto de Cádiz a Huelva. Un barco a vapor (con restaurante a bordo) va también regularmente, todos los días diez, anunciado en un cartel. Hacen falta cinco horas para llegar desde Cádiz a la embocadura de la ría de Huelva.
Se franquea, entre elevadas dunas, una barra imperceptible desde la que se entra en una bella bahía interior de una extensión inmensa, perfectamente segura, muy protegida, con un buen fondo. Pasados algunos cables de la barra se percibe, a la derecha, sobre una pequeña casi isla de arena, una torre baja y ancha, la Torre del Arenilla y después, sobre un montículo, el Convento de Santa María de La Rábida. Se llega a Huelva una hora después de haber franqueado la barra.’
Añadía que por tierra se sigue un camino que para coches de caballos es impracticable.
La descripción de Lavigne demostraba que las cosas no habían variado mucho desde que Francisco de Paula Mellado veinticinco años antes, en 1842, invitase a descartar la vía terrestre para aquellos que desde Sevilla quisiesen venir a Huelva:
‘ hay 16 leguas de mal camino para carruaje, así que nadie usa sino caballerías. Se sale de Sevilla por el barrio de Triana y se pasa por los pueblos de Villarrasa, La Palma y Niebla, todos ellos de poco notables y de muy malas posadas; por esta razón y por la de haber de emplear dos días en tan corto camino; muchas personas hacen el viaje desde Sevilla por el río hasta Cádiz, y en este puerto se embarcan en un místico de los muchos destinados a hacer la travesía para Huelva. De esta manera que sin duda alguna es la más económica y más cómoda, solo se emplean 18 horas, 9 hasta Cádiz y 9 desde esta ciudad a Huelva’.
La máquina de vapor, ese prodigioso invento que cambió para siempre el mundo, y que cita Lavigne como propulsora de alguno de los barcos que enlazaban Cádiz y Huelva, redujo como apreciamos en estas líneas de un mínimo de nueve horas (en función de la intensidad y dirección del viento) a cinco la conexión con Cádiz. El Fortuna fue uno de los buques de bella estampa que hacían algo más factible la visita a una Huelva tan lejana (y rosa).
2 comentarios en «Mediados del siglo XIX, cuando era más fácil llegar a Huelva navegando que por tierra»
Muy buen articulo…..vemos que lo nautico te gusta y que fue un medio de transporte importante, tanto de pasajeros como de material y, sobre todo en huelva de minerales, bien por el puerto de huelva, bien por el muelle cargadero de la Cía. Rio Tinto, como por el río Guadiana, no debemos olvidarlo….incluso de forma pareja con el ferrocarril. Enhorabuena Ramón¡¡¡¡
Me ha encantado el articulo sobre el vapor «Don Hugo» que, complementa, algunos apuntes que ya tengo del mismo. Le felicito, Sr. Fernandez Bevia