Un cuento de la vida real

Benito A. de la Morena. Pensar ya no se lleva, es complicado y requiere esfuerzo, de manera que se valora la espontaneidad, aunque sea burda. Lo natural, lo precipitado, es más fácil de expresar, lo otro es complejo y para mentes anquilosadas por la literatura y la ciencia. Hay que vivir el día a día, el futuro es lejano y si cuando éste llegara nos diéramos cuenta del error, seguro que todo seguirá igual.

Esta reflexión no es producto de un mal sueño, ni tan siquiera de una mala digestión, es, simplemente, el pensamiento que he generado como consecuencia de haberme vuelto a enganchar a los debates que se están generando sobre el programa prelectoral de los candidatos al gobierno de “mi” Nación, y lo único que de momento saco en claro, es que son “mis” candidatos” y es “mi” país, por lo que debo y puedo votar lo que quiera y sin prejuicios, porque el que les paga el salario que promueven sus aciertos y desatinos, soy YO.


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Dicho esto para quedarme más tranquilo, aunque sé que eso les importa un bledo, comentaré que me llevé una gran sorpresa cuando hoy he recibido las papeletas de propaganda electoral y compruebo que algunos conocidos, siempre fieles simpatizantes del PSOE, ahora están integrados en las filas de Podemos y que ciertos conocidos del PP, se han enganchado a las huestes de Ciudadanos. Está claro eso de renovarse o morir, que es lo mismo que no querer perder el “chollo”. De la fagocitación de IU, mejor no hablar, pero como siempre fueron muchos grupos unidos, ¡qué más da!

El caso es que eso de la ideología por el amor a la patria, que promovían ilustres pensadores del siglo XIX ya ha quedado en el olvido y hoy lo que impera es el oportunismo mediático, la charla vacía de contenido y la vida alegre sin compromisos, pues cuando menos cargas tenga mejor, que solo se vive una vez.


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Recuerdo aquellas palabras de “en el salario me engañas, pero en el trabajo no” y así nos está yendo, pero la pena es que esa filosofía se aplica desde arriba también con eso del contrato precario y abusivo para que dé beneficios, al final de año, a unos cuantos accionistas que luego ponen su dinero en paraísos fiscales.

Tanto desbarajuste asusta, cabrea y promueve desánimo generalizado, hasta en los más pacíficos ciudadanos que solo sabemos pagar, pagar y pagar por todo y terminamos con hastío y adquiriendo la costumbre del pasotismo ilustrado en unos y el del entretenimiento en otros, pero al final todo es lo mismo, es decir, nos haremos animales de costumbres, prisioneros de la mediocridad e inducidos por los mensajes de los grupos de poder que solo pretenden anular nuestra creatividad y lavarnos el cerebro, obligándonos a comportarnos de una manera mimética, como los camellos de este breve cuento que me ha narrado mi amigo Antonio Casimiro.

Un comerciante árabe fue con su caravana de camellos en el desierto y tuvo que acampar para pasar la noche. Los criados se acercaron a él diciendo: “Tenemos un problema, ya que sólo trajeron 19 estacas para amarrar a los camellos, que son 20”.

El comerciante respondió: “¡No hay ningún problema! Los camellos son animales estúpidos de manera que atar 19 camellos a las estacas y cuando se llegue al que no tiene estaca, hacer lo mismo que para los demás simulando enterrar una estaca y lo atáis a ella. El camello se quedará inmóvil, como los demás, ¡sin ni siquiera estar atado!” Los criados lo hicieron y el camello se quedó atado a la estaca imaginaria, inmóvil, como los demás.

Al otro día, los criados volvieron a correr hacia el comerciante, muy angustiados, diciendo: “No sabemos lo que está pasando, todos los camellos están listos para continuar el camino, menos el que no tenía ninguna estaca, que no se mueve!” Les respondió el comerciante: “¿Ya habéis hecho los gestos de la suelta, como si estuviera realmente atado?” ellos dijeron: “No tuvimos en cuenta eso”. Fueron luego a hacer los gestos de desatar el camello pegado con cuerda imaginaria a la estaca imaginaria y ¡allí inició su camino como los demás!

¿No les parece que merece la pena hacer un esfuerzo para liberarnos de la atadura imaginaria y empezar a pensar por nosotros mismos?

2 comentarios en «Un cuento de la vida real»

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