Ana Rodríguez. A punto de cumplir los 44 años, el almonteño Saúl Díaz Reales puede decir sin temor a equivocarse que es de las personas que han visto mundo. Agarrándose con fuerza a su profesión, la de médico, ha viajado por toda la geografía del Globo, atesorando vivencias y sentimientos encontrados que ha ido focalizando y convirtiendo en palabras. Letras con las que ha llenado ya cuatro libros, el último de los cuales presentará muy pronto en su segunda tierra natal, la de su padre, a la que se mudó cuando tenía sólo dos años, Bollullos Par del Condado.
La doble faceta que lo define, de aventurero y doctor, parece que en él es completamente innata. Con sólo 14 años ya se desplazaba a Sevilla a estudiar Bachillerato y con 17 se marchó diez meses a Carolina del Norte para hacer allí el año equivalente al antiguo COU, el último curso de instituto antes de la Selectividad. Así pues, parar quieto en un lugar no iba con aquel muchacho que desde bien joven quiso eliminar las fronteras geográficas y descubrir qué podía ofrecerle el mundo.
La otra mitad que le confiere su identidad, la Medicina, carrera que realizó en la Universidad de Sevilla, era un pensamiento recurrente en Saúl desde su más tierna infancia. Y es que, a pesar de que en su familia no había médicos, él de niño ya era muy curioso, y “siempre pedía regalos relacionados con la ciencia, como el Quimicefa, microscopios, etc. Recuerdo que mi madre iba a recogerme al colegio en preescolar con mi maletín de médico: un maletín de plástico azul con una cruz roja que contenía un fonendo, jeringas, agujas y demás artilugios de médico, todo de plástico. Creo que fue a los cuatro años cuando decidí que iba a ser médico, y simplemente nunca cambié esa decisión”, explica el doctor Díaz Reales.
No es, por tanto, de extrañar que en 1999, dos años después de acabar la licenciatura, se trasladara a la ciudad inglesa de Birmingham, donde estuvo haciendo su formación de postgrado enfocada a Urgencias Hospitalarias, trabajando en distintas especialidades médicas y quirúrgicas hasta el año 2008. “Ese año dejé la Seguridad Social inglesa y empecé a trabajar de oficial médico en un barco de cruceros”, recuerda Saúl.
Comenzaba entonces una de las mayores aventuras de su vida, la de recorrer los mares ejerciendo su profesión, algo que le permitió conocer, durante dos años, gran diversas de culturas y personas de diferentes países. Además, el tiempo que pasaba fuera del barco trabajaba de médico de repatriaciones, acompañando a pacientes desde cualquier punto del mundo de vuelta a Inglaterra.
Mientras trabajaba en este barco de cruceros, el onubense dio su segunda vuelta al mundo. Sí, la segunda. Y es que unos años antes había partido desde Londres con su mochila sobre los hombros y encaminado sus pasos siempre hacia el oeste hasta dar una vuelta completa al Globo terráqueo. Primero fue a Los Ángeles, de ahí a Fiji, Nueva Zelanda, Australia, Hong Kong y de vuelta a la capital del Reino Unido. “En este viaje perdí un día del calendario al atravesar el huso horario donde cambia la fecha”, asegura divertido.
Una jornada que recuperó luego, en su segunda vuelta al mundo. Ésta fue por el hemisferio norte, y en esta ocasión siempre hacia el este, “con lo que recuperé ese día que había perdido años atrás. Esta vez pude visitar muchos más países y lugares a los que no hubiera ido de otra forma, como Alaska, Japón o Corea del Sur. Durante este viaje, atravesé los dos grandes canales artificiales: Suez y Panamá. Toda una experiencia”, afirma el médico de Urgencias Hospitalarias.
En 2010 Saúl volvió a España y, unos meses más tarde, encontró empleo en una compañía que proporcionaba servicios médicos a trabajadores y empresas occidentales en cualquier país del planeta. Con esta entidad estuvo dos años trabajando en Surinam, Gana, Costa de Marfil y Gran Canaria, aunque donde más tiempo pasó fue en el desierto de Yemen.
Finalmente, en 2014 el onubense volvió a pegar un salto y se instaló en la Isla de Man, un país de 85.000 habitantes entre Inglaterra e Irlanda, donde estuvo trabajando una temporada en el departamento de Urgencias de un hospital. Hasta que en noviembre de 2015 se marchó a su actual lugar de residencia, Londres, donde ejerce ahora en el North Middlesex University Hospital.
Así pues, por trabajo u ocio, este almonteño-bollullero ha recorrido 70 países repartidos por seis continentes, quedándole sólo un pedacito de tierra por conquistar, La Antártida. El haber visto tanto le permite hablar con conocimiento de causa de las desigualdades, que son lo que más le ha impactado: “me han impresionado los extremos, tanto de pobreza como de riqueza. De hecho, al África subsahariana no volveré a ir voluntariamente ya que no puedo soportar ver tanta pobreza y tanta desigualdad. El lugar donde siempre digo que me gustaría estar cuando me preguntan es en las islas Perenthian, en la costa este del norte de Malasia, aunque también me llevé muy buenos recuerdos, y aprendí mucho sobre la felicidad, en el archipiélago de las Yasawa, en Fiji. Tengo que volver con mi mochila a la India algún día y recorrerla algo más despacio”.
Y es que a Saúl viajar le aporta, sobre todas las cosas, valores. En este sentido, asegura que ha conocido también “gente estupenda. He sido testigo de conversaciones y eventos que hubieran ocurrido igual si yo no hubiera estado allí, por lo que me siento muy afortunado. Viajar te hace salir de tu zona de comodidad, y ahí es donde pasan las cosas interesantes, las lecciones a aprender. Viajar te hace entender que todo el mundo tiene las mismas inquietudes, los mismos deseos y los mismos miedos que tú. Que todas las personas sienten dolor, alegrías, sufrimiento y hambre. Viajar abre la mente, derriba fronteras y prejuicios, y nos hace más humanitarios”.
Pero todo eso que ha aprendido en sus viajes no podía guardárselo para él. Necesitaba, por un lado, sacarlo y por otro compartirlo con los demás. Así que decidió plasmarlo sobre papel, dejando brotar otra de sus virtudes, la palabra. Algo que no era ajeno a él, pues desde que en una ocasión le hicieron redactar una poesía para la asignatura de Literatura en el instituto, una puerta se le abrió y jamás volvió a cerrarse.
“Al principio empecé a escribir poesías con métrica, que después de leer a Neruda evolucionaron hacia poesía libre, sin métrica ni rima. Algo más tarde me propuse escribir una novela, aunque en vez de eso, me empezaron a salir relatos, primero relacionados con el tema que quería que llevase la novela, luego de protesta y de mucho enfado, hasta que salieron los relatos que publiqué en mi primer libro, Tristeza Infinita”, afirma Saúl.
Así, aquella primera obra, que a día de hoy su autor ve como inmadura, abordaba uno de los grandes temas de la Literatura, la muerte. Eran relatos mezclados, algunos poéticos, otros de auto ayuda, otros cómicos… en los que sus personajes perecen en distintas circunstancias. Aquella obra tuvo buena aceptación y, además, en aquel cóctel de historias anidaba ya el germen de sus libros posteriores: Perecedero y Zero-Quatro.
El último es un recopilatorio de poemas, un homenaje a tantos años escribiendo poesía, mientras que “Perecedero es un libro de auto ayuda, además escrito a propósito con esa intención”, explica Díaz Reales. Sus historias están basadas en pensamientos, conversaciones e ideas simples y lógicas, pero a las que no solemos prestar atención, siendo éste el motivo por el que “seguimos haciendo las cosas equivocadamente, viviendo nuestras vidas sin sacarle el máximo provecho”, reconoce su autor. En este sentido, a Saúl le han llegado muchas opiniones de lectores a los que este ejemplar les ha ayudado a abrir los ojos y han cambiado hábitos que se interponían entre ellos y su felicidad.
Este tipo de enseñanzas para la vida, que el onubense ha querido transmitir a través de sus libros, las aprendió en gran medida en sus viajes, siendo su bagaje vital un importante condicionante a la hora de escribir. “En mis libros hay relatos que he titulado con el nombre del país o la ciudad o el sitio que los inspiró: Kuala Lumpur, El Barco, El Mendigo, Fiji, Sola, entre otros, son relatos que cuentan la historia de algo que viví o experimenté en esos lugares. En mis viajes también he aprendido lecciones y puntos de vista que, además de aplicar a mi propia forma de vivir, han inspirado muchos de mis textos”, afirma Díaz Reales.
Además, el almonteño-bollullero añade que “mis viajes también me han llevado muy lejos, haciéndome sentir la distancia, a veces necesaria, pero que también me ha enseñado lo que en ocasiones duelen los kilómetros que separan a las personas. Tristeza Infinita va dedicado a Lucas, un chileno trotamundos que conocí en un autobús en Hong Kong. Perecedero va dedicado a Salva, un mexicano que conocí en Bath al que le hacía falta mirar la vida a través de un cristal transparente. Sin mis viajes, tal vez no hubiera escrito tanto ni publicado ya tres libros”.
Pero ya no son tres, son cuatro, porque este 2016 ha salido su cuarto volumen: Vorágine. Un ejemplar más poético, aunque no llega a ser un libro de poesía. Siguen siendo relatos, algunos con la intencionalidad de la auto ayuda, que exploran sentimientos intensos de despedidas, esperas, alegrías, penas, reencuentros, amores imposibles…
“En mi página de Facebook, que a día de hoy siguen más de 23.000 personas en todo el mundo, veo cómo parejas usan fragmentos de relatos de Vorágine para hacerse promesas, declararse su amor, decirse cuánto se echan de menos, cuánto se quieren. La impresión que me llevo es que son relatos que los lectores pueden fácilmente hacer suyos e identificarse con ellos, y ése era mi objetivo al escribirlo”, reconoce Saúl.
La primera presentación de Vorágine será en la Plataforma Cultural El Tablao de Bollullos Par del Condado el próximo 16 de junio a las 21.00 horas, un acto en el que también aprovechará para dar a conocer Wish Me Love, su primer álbum musical que ha sacado junto a su esposa, la cantante inglesa Danielle.
Y es que este médico es toda una caja de sorpresas, pues además la Medicina y la Literatura, una parte importante de su vida la llena la Música. Saúl recuerda que aprendió de sus amigos y compañeros de piso a tocar la guitarra, además también se defiende en la percusión y compone sus propias canciones. Por ello, no es de extrañar que estando casado con una cantante, y también compositora, entre los dos hayan puesto en marcha este proyecto en inglés titulado Wish Me Love, un álbum que salió a la venta en marzo y que puede encontrarse en cualquier canal de música.
Pero este onubense no para, y además de su empleo en el hospital londinense y de componer canciones para el segundo álbum de su esposa Danielle, ya ha empezado a escribir su próximo libro y a preparar otro en inglés, para lo que está traduciendo sus relatos a fin de que sus amigos y seguidores de habla inglesa también puedan disfrutar de sus textos.
En suma, Saúl quiere “seguir aprendiendo, cambiando, mejorando… en definitiva, seguir buscando mi propia felicidad”, y lo seguirá haciendo a través de la Medicina, la Literatura y la Música, las tres disciplinas clave para este artista de ciencia.