Mari Paz Díaz. Hasta ahora, ninguna persona había tenido la oportunidad de contar su experiencia en el extranjero en dos ocasiones en esta sección de ‘Onubense por el Mundo’. Sin embargo, el caso del onubense Rubén Moreno bien merecía la pena volver a recogerla. Y es que si en 2013 nos narraba desde Túnez cómo había sido su primera vuelta al mundo, ahora, tres años después, hemos querido vivir con este inquieto moguereño cómo ha sido su segunda vuelta al mundo. Un viaje en el que, en esta ocasión, le acompañaba su novia Carmen.
Recordemos que Rubén Moreno nació en Moguer en 1981 y durante ocho meses de su vida se dedicó a dar, por primera vez, la vuelta al mundo. Australia, India, Egipto, Jordania, Colombia, Argentina y diferentes países de Europa fueron entonces algunos de sus destinos. Su objetivo era aprender idiomas. Sin embargo, como él mismo reconoce, «una vez que empiezas a viajar, ya no puedes parar». Así que, el pasado año 2015, se embarcó en una nueva aventura: dar una segunda vuelta al mundo, esta vez durante once meses, visitando nuevos destinos, pero también repitiendo otros.
Licenciado en Ciencias del Trabajo y Diplomado en Turismo por la Universidad de Huelva, Rubén siempre ha intercalado sus estudios con el trabajo en la tienda de su padre, estancias en el extranjero y múltiples viajes. De hecho, ha vivido y/o trabajado en países como Inglaterra, Alemania, Irlanda, Malta, Portugal o Túnez, entre otros. Estancias en las que ha hecho un paréntesis para regresar un tiempo a su casa, a Moguer, donde hemos aprovechado para que nos cuente cómo ha sido esta experiencia.
-Rubén, ¿cómo surge la idea de hacer una segunda vuelta al mundo?
-Mi novia Carmen y yo estábamos viviendo en Dublín desde hacía algún tiempo. Es una ciudad que nos encanta y en la que conocemos a muchísima gente. Pero, la verdad, es que el tiempo es terrible. Siempre está lloviendo y hace mucho frío. Por lo que nos empezamos a plantear la salida del país. La idea era volvernos a España, pero si ahorrábamos el dinero suficiente podríamos hacer algo interesante antes de regresar. Y así surge la idea de hacer un viaje de varios meses, pero ya que estamos pensamos, ¿por qué no una vuelta al mundo?
-¿En qué fecha la habéis realizado?
-La aventura comenzó el 2 de febrero de 2015 y la acabamos el 18 de diciembre del mismo año. Queríamos haber empezado a principios de enero para hacer el año completo, pero no pudimos por motivos laborales. Y la vuelta teníamos claro que debía ser para navidades.
-¿Qué países has recorrido en esta ocasión?
-Los países que visitamos han sido: Grecia, Egipto, Turquía -sólo Estambul-, Irán, India, Tailandia, Malasia, Filipinas, Hong Kong, Vietnam, China, México, Puerto Rico, República Dominicana y Cuba. Son países muy diferentes entre sí y de los que hemos aprendido cosas muy interesantes.
-¿Has repetido algún país con respecto a la primera vuelta al mundo?
-Ya había visitado Grecia, Egipto y Turquía en un viaje de tres meses que hice por Oriente Próximo en 2009, pero quería que Carmen y mis padres los visitaran también, al menos para que vieran lo imprescindible de cada uno.
Además, también he repetido India, Tailandia y México. En mi primera vuelta al mundo solo pude estar dos semanas en cada uno, pero son países muy interesantes que se merecen mucho más tiempo y me quedé con ganas de volver. En esta ocasión, le hemos dedicado a India y México dos meses a cada uno y a Tailandia un mes. La decisión de repetir fue todo un acierto.
-¿Qué lugares te han impresionado más?
-El lugar con más magia que visitamos fue las terrazas de arroz de Batad (Filipinas). Un lugar que impresiona por su gran belleza. Está incomunicado y hay que caminar una hora por la selva para llegar. Al final del camino se abre ante ti un anfiteatro de terrazas de arroz de color verde intenso. A pesar de que son Patrimonio Mundial por la Unesco, casi nadie las visita. Las vistas son preciosas y mientras se hace senderismo puedes ver la forma de vida de la gente local. Además, detrás de la montaña hay una cascada de unos 30 metros de altura en la que nos bañamos.
Pero también hemos visitado lugares más conocidos, como la Acrópolis de Atenas, las pirámides de Egipto, la Santa Sofía de Estambul, Persépolis en Irán, el Taj Mahal en India, Bangkok en Tailandia, la Gran Muralla de China, las ruinas mayas de Palenque en México, San Juan de Puerto Rico, la catedral de Santo Domingo o La Habana.
En lo que respecta a la gente nos han impresionado la hospitalidad de los iraníes y los chinos. Y donde hemos encontrado la gente con un corazón más grande ha sido en México y en Cuba. Siempre quedarán en nuestro recuerdo muchas personas maravillosas que hicieron único este viaje.
-Seguro que tenéis miles de anécdotas que contar del viaje. ¿Alguna que no olvidarás jamás?
-Tanto Carmen como yo coincidimos en que la anécdota más loca fue cuando decidimos quedarnos a dormir en una torre de vigilancia de la Gran Muralla China. Hace unos años se podía hacer, pero ahora no está permitido. Todo comienza cuando después de tres horas de autobús llegamos a la entrada de la muralla y nos dicen que son las 15.00 horas y que ya han cerrado, que tenemos que esperar a mañana para entrar. Y es entonces cuando pensamos…, si la muralla tiene 20.000 kilómetros de largo, ¡¡habrá más lugares por los que se pueda acceder!!
Así que empezamos a bordear el recinto, escalamos una montaña y nos adentramos en un bosque de matorrales y árboles. Caminamos y caminamos durante varias horas y nos sentimos perdidos y lo peor de todo, la noche se aproximaba. Las prisas empiezan y nos tropezarnos con telas de arañas y los matorrales nos destrozan las piernas. Cuando peor estamos, vemos un camino en obras. Corremos y llegamos a él justo cuando cae la noche. Ya hay farolas, pero también hay gente que nos puede ver, así que nos vamos escondiendo hasta llegar a un acceso donde hay un guarda que está mirando el móvil sentado en su caseta. El ruido del agua de un riachuelo hace que no nos escuche y nos colamos por detrás de él. Y así nos aproximamos a la Gran Muralla que está iluminada y es preciosa.
Seguimos caminando y ya empezamos a subir unas escaleras que llevan a la muralla, cuando de repente se empiezan a escuchar perros ladrando a lo lejos. Se encienden varias linternas, pero continuamos sin hacer ruido hasta que finalmente llegamos a una torre ¡tras caminar 6 horas! Cenamos, ponemos los chaquetones en el suelo y a dormir como los centinelas que antaño protegían China de las invasiones de los mongoles. Ya hemos cumplido nuestro objetivo, pero mañana comenzará otra aventura…
-¿Cómo ha sido la comida durante el viaje?
-A lo largo de casi once meses, viajando por países con culturas muy distintas, uno se puede imaginar la cantidad de comidas diferentes que se pueden llegar a probar. En general, nos ha gustado todo lo que hemos comido, especialmente en Tailandia y México, donde, comas lo que comas, está buenísimo. Por el contrario, el país donde lo hemos pasado peor con la comida ha sido India… Comer era como jugar a la ruleta rusa, porque no encuentras un solo sitio que te garantice que no vas a salir con diarrea. Carmen y yo nos pusimos malos dos veces cada uno. Aun así, merece la pena ir.
-¿Y el alojamiento?
-El alojamiento, lo mismo. Hemos estado en lugares confortables y de calidad, pero debido a nuestro presupuesto también hemos dormido en lugares no tan confortables. En India nos encontramos en una misma habitación una tortuga, lagartijas, ratones, una rana y mosquitos…, casi un zoo. Y en México, en algunos sitios, cucarachas pequeñas y chinches o duchas que no funcionaban. Lógicamente, estas cosas te las encuentras una vez que has pagado la habitación. Y cuanto más barato, más probabilidades tienes de que te ocurra algo así.
También hemos pasado la noche en las sillas del aeropuerto de Hong Kong, en casa de una familia iraní, en la selva de Chiapas, en el suelo de un tren en China y en India, en un ferry, etcétera. Un viaje de este tipo da para mucho.
–La gran diferencia ha sido que, en esta ocasión, ibas acompañado…
-En este viaje han cambiado principalmente dos cosas. Una es la experiencia que te da haber hecho este tipo de viaje con anterioridad, ya que cuanto más experiencia tienes, más despacio viajas, dedicándole así más tiempo a cada lugar. Y la otra diferencia es que, esta vez, iba con mi novia Carmen. Cuando viajas solo te sientes único y se viven las cosas con mayor intensidad. Pero viajar con otra persona también tiene sus aspectos positivos, ya que estás siempre acompañado, es más fácil conocer gente y, sobre todo, tienes a alguien con quien compartir las experiencias, tanto durante el viaje como después del mismo.
-¿Tienes en proyecto hacer algún otro viaje en el futuro?
-La verdad es que cuando comienzas a viajar, ya no se puede parar. Y siempre tengo en mente lugares o culturas que me gustaría conocer. Por ejemplo, tengo en mente ir a países africanos como Benin, Togo, Ghana, Tanzania o Kenya, aunque no creo que pueda ir a corto plazo. A Carmen también le gusta esto de viajar y acaba de llegar de India, donde ha estado tres meses estudiando yoga y meditación.
-¿Qué estás haciendo en estos momentos?
-Para quien no me conozca mucho, decirles que hace tres años, cuando hice la primera entrevista a Huelva Buenas Noticias, me encontraba en Túnez estudiando francés. Luego estuve en Malta trabajando en un hostal, donde mejoré mucho el italiano. Después estuve en Portugal estudiando portugués y, finalmente, volví a Dublín, donde trabajé en una empresa que organiza el Camino de Santiago a gente de habla inglesa. En esos dos años aprendí muchísimo y, sin duda, el mundo del turismo me encanta. Después de la segunda vuelta al mundo estoy intentando conseguir un trabajo que me dé mayor flexibilidad de horarios y de movimientos, por lo que en estos momentos estoy estudiando los mercados financieros para poder invertir en bolsa en un futuro, espero que no muy lejano.
-¿Te gustaría dejarnos alguna reflexión final?
-Quizás unas palabras del Dalai Lama para animar a aquellos que no se atreven a vivir sus sueños: «Lo que más me sorprende del hombre es que pierde su salud para ganar dinero y después pierde el dinero para recuperar su salud. Y por pensar ansiosamente en el futuro, no disfruta el presente, por lo que no vive ni el presente ni el futuro. Y viven como si no tuvieran que morir… y mueren como si nunca hubieran vivido.»