José Miguel Jiménez / Zalamea la Real. Las Fiestas de la Santa Cruz en Berrocal, que se celebran alrededor del primer fin de semana de mayo -este 2016 del 29 de abril al 3 de mayo-, constituyen el principal atractivo turístico y cultural de la localidad onubense. Una fiesta que ha suscitado el interés tanto de estudiosos como de los visitantes que se acercan hasta este pequeño municipio por la rivalidad existente entra la Cruz de Arriba y la Cruz de Abajo, que hunde sus raíces en los siglos XV-XVI.
La fiesta consiste fundamentalmente en una concelebración de ritos paganos y católicos. Varias semanas antes, los berrocaleños han comenzado a acicalar sus casas y a preparar las comidas con las que obsequiar a los amigos, vecinos e invitados a la ‘fiesta grande’. Se sacan las mejores chacinas de la matanza y se piensa en preparar el ‘costo’ o comida típica berrocaleña. Mientras, las dos Hermandades, en un respetuoso pique y por separado, buscan las mejores bestias y preparan los ‘jatos’ o monturas y aparejos enjaezados con bordes y filigranas de origen árabe con que vestirlas. Se comienza también a decorar la Cruz, jóvenes y mayores participan y ponen todo su empeño en los preparativos. Se trata, en definitiva de hacerlo mejor y más bonito que la rival.
Este concepto de ‘pique’, que nunca va más allá de pequeños roces entre vecinos, forma parte de la gracia que los berrocaleños dan a la festividad, jugando un papel trascendental en el mantenimiento de las fiestas. El afán de superación se hace patente año tras año y desemboca en un mayor atractivo y emoción para todos los participantes del acontecimiento.
El viernes, el día de San Felipe, se va a cortar el romero para ofrecerlo a la Cruz. Al día siguiente, acompañado de las típicas coplas de «pique». El sábado (día del romero) se preparan dos bestias ataviadas con aparejos de terciopelo bordado en oro, con las jáquimas y el rabo engalanados para el ancestral rito. Mientras, se carga los haces de romero en las bestias se procede a la salida de los ‘mozos de la Bandera’ que serán los protagonistas de los rituales paganos a celebrar en el día, entre vítores y clamores de las mujeres. A continuación, el mozo subido a una mula clava la bandera en el haz de romero que porta el animal y, al llegar a su ermita, la desclava y ofrece el romero a la Santa Cruz.
Ambas hermandades realizan los mismos actos de forma sucesiva, llevando luego las cruces a la iglesia donde permanecen hasta el día siguiente.
El domingo es el día solemne de la Cruz, donde, tras la celebración de la Santa Misa, ambas hermandades salen en procesión por el pueblo acompañadas por vecinos, visitantes y las respectivas bandas de música.
Como es usual en este tipo de fiestas, la rivalidad entre ambas hermandades es grande, reflejándose en las coplas de ‘pique’ en las que pregonan las carencias de la otra o ensalzan la belleza de la suya propia.
Las jornadas del lunes y martes están centradas en las celebraciones de convivencia de cada cruz , siendo trasladadas desde la parroquia a sus respectivas capillas.