Sergio Borrero. Pese a la incertidumbre con la que amanecía la jornada, las nubes que amenazaron los anteriores días de esta Semana de Pasión no quisieron enturbiar el día grande de Huelva. El sol de justicia que lucía sobre la capital a primeras horas de la tarde quiso ser testigo un año más de la salida de ese mar de nazarenos marineros que cada Miércoles Santo acompañan al Santísimo Cristo de la Expiración y a Nuestra Señora de la Esperanza Coronada.
Puntualmente, las puertas de la Iglesia de Santa María de la Esperanza se abrían a las 17:15h para que iniciara su caminar la singular cruz de guía de San Francisco, de plata de ley y terciopelo morado donada por la infanta Isabel a principios del siglo XX. Una gran cantidad de nazarenos de morado morrión salían hacia la calle Nuestra Señora de la Esperanza Coronada en busca de encontrarse en primera instancia con las Hermanas de la Cruz.
Enterrado en su monte de claveles rojo sangre de toro para salvar la altura del dintel de su templo, el Cristo de la Expiración se encaminaba un año más al encuentro con sus devotos, que a esa hora de la tarde atestaban la antigua calle Padre Andivia. Bella estampa con sabor añejo la que cada año deja este portentoso misterio compuesto por el titular, obra de Ramón Chaveli, María Santísima del Mayor Dolor, San Juan Evangelista y María Magdalena arrodillada a los pies del Salvador, la talla secundaria de mayor antigüedad en nuestra ciudad.
Los sones de su banda de la Expiración le esperaban a las puertas, una banda que lucía por vez primera por Huelva su nuevo banderín así como las nuevas galas de las cornetas y que este año cumplen su XXX aniversario. Entre aplausos el Santísimo Cristo de la Expiración se iba aproximando al encuentro con las Hermanitas de la Cruz, quienes en las puertas de su capilla esperaban la llegada del misterio para recibirlo un año más con sus rezos y sus cantos.
Tras el misterio, un mar verde acompañaba a la Esperanza Coronada. Con ese contraste de hábitos que deja ver en la actualidad la Hermandad, en proceso de renovación de la túnica de sus hermanos por el más elegante terciopelo, los tramos que preceden a la Reina de San Francisco avanzaban camino de la Carrera Oficial a buena velocidad para dejar salir de su capilla a su titular mariana.
Exornada con rosas blancas en los buquets a las que se unían calas blancas en los centros de las esquinas y capullos de rosas minis en las violeteras del frontal, Nuestra Señora de la Esperanza Coronada lucía radiante sobre su trono. La Banda Sinfónica del Liceo de Moguer acompaña un año más a la Virgen de la Esperanza en su procesionar por Huelva. Tras una milimétrica revirá por la estrechez de su calle, las primeras muestras de fervor de sus devotos se hacían notar en una preciosa petalada desde las alturas de su propia casa de hermandad.
Escoltada como siempre por Infantes de Marina vestidos de gala, avanzaba entre gritos de vivas hasta la misma puerta del Convento de las Hermanas de la Cruz. Momentos de gran emoción y recogimiento se vivieron cuando a los sones del Liceo de Moguer se le unieron los cantos de un coro de voces blancas que hicieron aun más especial este momento del Miércoles Santo Onubense. Casi sin querer irse tras su visita a las monjas de los pobres, el palio verde esperanza continuó su caminar en busca de su siguiente momento de “pellizco” por las calles de la ciudad, su encuentro con los antiguos vecinos del Brasil Grande.