Evelyn Morales. Ante todo, creo que los padres hacemos las cosas de la mejor forma que sabemos, o de la forma que hemos aprendido, no me cabe duda. A pesar de ello, como he podido comentar en algún otro momento, creo que pecamos de no cuestionarnos las cosas, simplemente darlas por hecho y utilizarlas con nuestros hijos.
Cuando nosotros, los adultos, éramos pequeños y nos castigaban, ¿aprendíamos de verdad sobre nuestro comportamiento o dejábamos de hacerlo por miedo a las represalias? Dudo mucho, que después de un castigo entendamos qué pasa con nuestro comportamiento, qué consecuencias reales puede tener… lo más que entenderemos será que alguien está utilizando el poder con nosotros, lo que provocará rabia, indefensión, agresividad…
Son muchas las veces que hablo con papis y mamis en consulta, muchas las veces que se quejan de que por más que castigan a los peques la cosa no cambia… AUNQUE HAGAMOS EL PUCHERO CIEN VECES, SI ECHAMOS LOS MISMOS INGREDIENTES, EN LAS MISMAS PROPORCIONES Y EN EL MISMO ORDEN, EL RESULTADO SERÁ EL MISMO…
Cuando les pregunto el tipo de castigo que utilizan, en la mayoría de los casos, son castigos que no tienen nada que ver con el comportamiento en sí; se les suele castigar quitándoles lo que más le gusta, o haciendo que hagan algo desagradable para ellos. Ante esto, realmente me pregunto, ¿queremos que nuestros hijos dejen de comportarse así, sin más, o queremos que lo entiendan para sus futuras vidas? Tanto niños como adultos, queremos entender, no nos vale que nadie nos diga que hagamos o dejemos de hacer. El castigo nos pone en una situación de superioridad y no provoca más que alejarnos de ellos.
Por ello, os invito a probar otros caminos, a probar por unos días dejar el castigo a un lado, comenzar a mostrar las consecuencias reales de los comportamientos de los más pequeños, intentar que las consecuencias de sus actos estén relacionadas con lo que han hecho… ya que sólo así entenderán que su comportamiento no es sano, que lo que hacen es dañino para ellos o los que les rodean.
«Dadid no quiere comer, tontea con la comida cada día, llega a desesperarme, y por más que le castigo sin salir o sin jugar, cada día hace lo mismo». David, por más que se le castigue no está aprendiendo sobre su comportamiento; quizás si hubiera un tiempo estipulado para comer y después de ese tiempo se quitara la comida de la mesa, aprendería que si no come luego tendría hambre.
Sé que no es fácil, sé que es un camino lento y cansado para los papis y mamis, pero también sé que es el camino que hará que los pequeños, con el tiempo, comprendan y sean niños más sanos y felices.
Evelyn Morales
Psicóloga del Centro Kambalaya