Pablo José Pérez, un profesional de la hostelería serrano que recorre el mundo en una compañía naviera

Mari Paz Díaz. Pablo José Pérez Campos es un serrano, natural de Corteconcepción, que desde muy joven decidió que no quería estudiar. Con tan sólo 14 años comenzó a trabajar en un bar muy conocido de su pueblo, donde le acogieron con los brazos abiertos. Una labor que compaginó con un empleo en un matadero de lunes a viernes. Sin embargo, era en la hostelería donde se sentía bien, tanto que en el bar muchos clientes le decían que era «un diamante sin pulir». Palabras como éstas, de clientes como Andrés o Mari Luz, le animaron a formarse para dedicarse al mundo de la restauración y la hostelería. Y así lo hizo al acabar el servicio militar. Es curioso, porque en su familia no hay tradición en el sector hostelero, «pero siempre me gustó el trato con el público, que éste se sintiera a gusto conmigo. Me considero muy social y esto es muy importante para mi profesión», nos explica el joven.

Así que, sin pensárselo más veces, decidió apuntarse a la Escuela de Hostelería de Islantilla, porque, según nos cuenta, «tenía muy claro que quería formarme lo mejor posible y este centro cumplió todas mis expectativas. Les estoy muy agradecido. La elección del lugar de estudio es fundamental, puesto que es necesario adquirir una base sólida».

Unos estudios que le permitieron trabajar luego en Paradores de Turismo. En concreto, estuvo durante seis años en el Parador de Ayamonte, localidad en la que tiene una casa en la que pasa largas temporadas, lo que le ha permitido tener un contacto directo con el mar. Fue precisamente en Ayamonte donde se enteró de la posibilidad de embarcar en barcos de pasaje para trabajar. Según nos comenta este onubense, «a raíz de esta propuesta me di cuenta de que el mar tenía muchos recursos, por lo que me pareció muy interesante. Lo vi como todo un reto. Y, realmente, hoy puedo decir que el trabajo a bordo de un buque es muy diferente al que se realiza en tierra».

Un trabajo que ha ido desarrollando de forma adecuada, tanto que, en la actualidad, ocupa el puesto de sobrecargo, es decir, jefe de un departamento, responsable del equipo de fonda. Una labor que supone que sea el encargado de supervisar todo lo relacionado con la atención al pasajero, su confort y lo que éste necesite, así como la contabilidad del buque, la documentación del pasaje, las compras, etcétera.

Una responsabilidad con muchas satisfacciones, ya que la vida en un barco es muy interesante, aunque reconoce que «también es compleja y dura, dado que las necesidades son muy diferentes a un establecimiento en tierra. La operativa de trabajo en el barco es muy rápida y tienes que solucionar los problemas que surgen con los medios de los que dispones. Al mismo tiempo, es importante la convivencia con los compañeros, que llegan incluso a ser como de la familia. A fin de cuentas es ‘un Gran Hermano’. Aunque sea un gran buque, con el tiempo, se hace pequeño».

En cualquier caso, Pablo José ha logrado alcanzar los objetivos que se había marcado a lo largo de su vida profesional. En este aspecto, asegura que «lo importante es mantener la ilusión por el trabajo que uno hace. Luego, también hay que tener en cuenta la formación que tengas, tu disposición al trabajo, tu capacidad de sacrificio y querer asumir responsabilidades». De hecho, aunque se encuentra muy a gusto con su trabajo actual, «no descarto en el futuro algún proyecto hostelero original fuera de lo común».

Es más, Pablo invita a los jóvenes de Huelva a que prueben en algún sector relacionado con el mar, «que lo intenten porque hay muchos recursos y posibilidades. Por ejemplo, es un campo bastante atractivo para alguien que quiera desarrollarse como cocinero. La cocina y los barcos  están muy ligados, puesto que en este tipo de barcos hay diferentes restaurantes ofreciendo al cliente una gran variedad de menús muy amplios».

Reconoce que son puestos de trabajo para perfiles concretos, que depende de las circunstancias laborales y personales de cada uno, así como de sus expectativas, pero afirma que «es un ámbito en el que se puede adquirir mucha experiencia que te servirá en un futuro. Invito a la gente joven a que lo prueben».

Eso sí, este onubense deja claro que este tipo de trabajo no es fácil de compaginar con la vida personal, puesto que «la labor en los barcos exige un sacrificio en cuanto a las relaciones familiares y personales incuestionable. Eso es algo que toda persona que quiera trabajar en un buque debe tener claro, aunque también tiene muchas satisfacciones». En su caso, lo que más echa de menos en sus temporadas fuera de Huelva es su familia y su casa.

Como despedida, Pablo José Pérez nos aconseja que «siempre pensemos con optimismo y peleemos mucho el día a día. No hay otra manera de salir adelante. Huelva es una tierra con un gran futuro. Aprovecho la entrevista para mandar un saludo a todos los onubenses, en especial a los que están lejos de nuestra tierra».