Redacción. El perfil sociodemográfico del joven solidario andaluz es el de una mujer, que habita en un entorno urbano, con una edad comprendida entre los 23 y los 30 años, un nivel alto de estudios y un estatus socioeconómico medio bajo. Ésta es una de las principales conclusiones que se pueden extraer de la tesis ‘Los jóvenes andaluces y la solidaridad: una perspectiva integradora de actitud y práctica’, defendida por José Manuel Corpas. La investigación trata de aproximarse en profundidad al proceso reciente de socialización que relaciona la solidaridad con las prácticas sociales de cierta parte de la juventud andaluza. Concretamente se vincula a los jóvenes con el ascenso del fenómeno social denominado voluntariado, canalizado por las nuevas instituciones solidarias: las ONG’s.
Según este estudio, los jóvenes andaluces entienden que la solidaridad consiste en ayudar sin recibir nada a cambio, ponerse en el lugar del otro, compartir y hacer algo por los demás. “Prima discursivamente la representación desinteresada y no-instrumental de la práctica solidaria”, según sostiene Corpas, que en esta investigación ha definido una tipología de la solidaridad que se basa en dos variables interrelacionadas. Por un lado se dividen las prácticas solidarias en caritativas y transformadoras, según el objetivo de la acción solidaria. Y por otra parte se clasifican en primaria, secundaria y terciaria en función de la cercanía del sujeto objeto de solidaridad.
En este sentido, la mayor parte de las prácticas solidarias que realizan los jóvenes andaluces son descritas en términos que las etiquetan como “caritativas”, es decir, desprovistas de una voluntad transformadora. Las principales actividades solidarias que realiza la juventud andaluza se dirigen principalmente hacia personas mayores y niños pequeños. Además, destaca la participación en actividades puntuales como donar ropa o ayudar en un banco de alimentos. En este punto, Corpas subraya que “la mayor parte de los jóvenes andaluces muestra en su discurso una relación directa entre práctica solidaria y voluntariado”.
Las motivaciones principales por las cuales la juventud andaluza realiza prácticas solidarias son insertarse en el mercado laboral, acudir a ciertas actividades porque van sus amigos, ayudar a otras personas que han pasado por situaciones parecidas a las suyas y vivir nuevas experiencias. Además, en menor medida, presentan las siguientes motivaciones: sentirse útiles, obtener cierta satisfacción personal, tener empatía y querer cambiar las acciones injustas. Por el contrario, las razones fundamentales por las cuales los jóvenes andaluces no realizan prácticas solidarias son no tener tiempo, ser egoístas e individualistas y darle vergüenza acudir a ciertas actividades solidarias.
La investigación desarrollada por Corpas advierte de que se ha producido un cambio en las instituciones encargadas de dirigir las prácticas solidarias, ya que si bien para las generaciones anteriores la institución principal era la Iglesia, actualmente son las ONG’s. En este punto, el estudio destaca que las principales discrepancias discursivas entre actitud y prácticas solidarias se encuentran a la hora de valorar positivamente las ONG’s, el voluntariado y los movimientos sociales, ya que la participación en dichas instituciones por parte de la juventud andaluza es muy escasa. “Las ONG’s son actualmente la principal institución encargada de la práctica solidaria, canalizadas por la función del voluntario, que se considera el principal agente solidario. La juventud andaluza está muy desvinculada de las formaciones políticas y consideran, en su mayoría, que los partidos políticos y los sindicatos no realizan prácticas solidarias”, insiste Corpas.
La tesis destaca también cómo influye el estatus de la población. Así, los movimientos sociales son considerados prácticas solidarias transformadoras por aquellos jóvenes que pertenecen a un estatus socioeconómico medio bajo, mientras que la opinión de los jóvenes con un estatus socioeconómico alto muestra una animadversión hacia ciertos movimientos, considerándolos como algo político, que no se puede considerar como práctica solidaria. “Los jóvenes andaluces, debido al contexto socioeconómico actual, le otorgan mucha importancia a la institución familiar. Considerando, además, que la familia es una gran generadora de solidaridad primaria. La Iglesia y el Sistema Educativo, por el contrario, son instituciones mucho peor valoradas en el conjunto de las creencias y prácticas solidarias”, concluye Corpas.