Rosa Mora. Al noroeste de Beas, en dirección al embalse del municipio, se ubica el conjunto dolménico del Labradillo, localizado sobre la cima de la loma del paraje que da nombre al yacimiento arqueológico, entre los arroyos Parrilla y Candón. De propiedad pública, este conjunto de dólmenes pertenece al Consistorio de Beas, si bien el resto de la finca en la que el yacimiento se ubica es de carácter privado, siendo un particular el propietario de los terrenos.
Protegido como Bien de Interés Cultural (BIC), con categoría de zona arqueológica, el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH) de la Junta de Andalucía señala que los enterramientos del conjunto dolménico del Labradillo corresponden tipológicamente al tipo de galería cubierta de pequeñas dimensiones característicos de un marco cronológico que abarcaría desde el Neolítico Final al Calcolítico. Su existencia, explica esta misma fuente, ya era conocida desde los tiempos en los que Carlos Cerdán y el matrimonio alemán Leisner – Georg y Vera Leisner se instalan en la Península Ibérica durante la Segunda Guerra Mundial- publicaran en 1952 el resultado de sus investigaciones en la obra Los Sepulcros Megalíticos de Huelva.
En esta línea, asegura el IAPH han sido numerosos los autores que han recogido la existencia de este conjunto dolménico, asegurando que formaban un grupo de, al menos tres enterramientos. “El conjunto queda constituido por los restos de tres posibles dólmenes, un pequeño cerro que bien pudiera conformar el túmulo de otro enterramiento y una cantera de tierras rojas que, con toda probabilidad, fue utilizada en la construcción de, al menos el dolmen principal”, explican desde Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH).
“Todos estos restos –añaden- se encuentran repartidos en dos zonas arqueológicas delimitadas atendiendo tanto a la importancia arqueológica de los restos, como a su estado de conservación«. El IAPH divide así entre lo que ha venido a denominar zona arqueológica 1 que según explica, «conforma el núcleo más importante del yacimiento y queda constituido por un pequeño trapecio de una hectárea de extensión, en el que se inscribe el pequeño cerro donde aparecen los restos más destacados. Dolmen I: sepulcro de galería cubierta con cámara lateral, cuya longitud no supera los 12 metros. Dolmen II: situado a 18 metros en dirección suroeste respecto del primero, sólo quedan de él algunos indicios que nos hacen suponer una tipología similar al dolmen principal. Túmulo: A 112 metros en dirección Oeste del primer enterramiento, se detectó una estructura tumular de 9 metros de diámetro constitutiva, con toda seguridad, de otro sepulcro».
Y por otro lado, la denominada zona arqueológica 2, «constituida por un rectángulo de 15,8 hectáreas de extensión, sus límites son: al norte, el barranco sin denominación específica anteriormente señalado; al este, las primeras estribaciones que conforman la cuenca del embalse; al sur, el camino del embalse de Beas y, al oeste, una línea imaginaria que, separada 70 metros hacia el oeste del camino hacia la casa del labradillo, bordea al nuevo cortijo de la finca. Esta zona arqueológica 2 podemos considerarla de forma preventiva, ya que los restos localizados en su entorno, no poseen un verdadero valor arqueológico, pero nos hacen suponer la existencia probable de otros aún no localizados. Los restos existentes por el momento son los siguientes, dolmen III: junto a los cimientos del nuevo cortijo de la finca se encontraron los restos de un tercer enterramiento completamente destruido y del que sólo se aprecian algunos ortostatos aislados y cantera: a 350 metros en dirección este -sureste localizamos una cantera de tierras rojas (almagra), utilizada presumiblemente para la realización del dolmen principal».