Juan Carlos Jara. El empeño de Xanty Elías por abrir un camino nuevo en un lugar poco acostumbrado a la innovación en materia culinaria ha ido calando poco a poco, llegando a convertir su pequeño rincón frente al cabezo de la Esperanza en un inesperado templo de nuestras más tradicionales, y al mismo tiempo más novedosas, costumbres gastronómicas.
Incluso en eso, en buscar un local apartado del bullicio y del paseo de los onubenses y muy alejado de esas calles que parecen garantizar el éxito de un restaurante, Elías ha roto moldes. Y si ha desmontado mitos en esa faceta empresarial, que no es su fuerte, ¿qué no iba a conseguir con los fogones si frente a ellos nuestro ya ilustre cocinero es un auténtico rey de reyes? Despacio, sin hacer ruido, Acanthum ha encontrado un hueco en nuestro corazón -y en nuestro estómago, casi siempre mucho más exigente que aquél-. La cocina de Xanty Elías se ha impuesto como un poema que nos corteja y nos conquista, frente a la ruda palabra irreflexiva, haciéndonos suyos.
Versos culinarios, con rimas asonantes y cocidos bajo el sentimiento, que es el verdadero motor de la poesía. Estrofas que estremecen, asadas en el corazón o aderezadas con el cariño de quien ama y colocadas sobre un plato para el disfrute -o, mejor, para el deleite- de nuestros sentidos. Lírica macerada por manos expertas que nos enseñan que la pasión, puesta al servicio del esfuerzo, se convierte en el mejor sendero para alcanzar las estrellas, para lucir, con orgullo, la estrella más brillante de nuestras calles.