Ana Rodríguez. Los giros de la vida son impredecibles y hacen que nuestras circunstancias se tambaleen cuando uno menos se lo espera. Eso mismo le ocurrió hace diez años a Inés Torralba, la ganadora del primer premio de la XIII edición de certamen de Relatos Cortos de la ONCE. Una mujer que ha aprendido a ver las oportunidades en estos reveses del destino.
Inés nació en Cataluña, aunque le encanta que la llamen onubense porque desde hace ocho años reside con su marido e hijos en Huelva, una ciudad que la acogió con los brazos abiertos, en la que se siente querida y donde ha hecho muchos amigos que considera su otra familia. Se mudaron a Andalucía cuando ella perdió el 90% de la visión, un hecho que ocurrió de manera inesperada y que puso su vida patas arriba.
Por aquel entonces, Inés, que estudió administrativo y posteriormente Derecho, trabajaba de agente judicial en Badalona, puesto en el que llevaba ya 15 años. “Nos fuimos un verano de vacaciones y, estando en el hotel, me di cuenta de que veía muy mal, tanto de cerca como de lejos. Pensé que sería la presbicia y a lo mejor una subida de tensión, porque estaba operada de miopía y había tenido problemas de tensión ocular. Cuando regresamos del viaje fui al oftalmólogo, pensando que me pondría unas gafas y ya está. Me dijo que había perdido el 90% de la visión por problemas en el nervio óptico y que además era irrecuperable. Aquello fue para mí el hundimiento del Titanic”, explica Torralba.
Y no era para menos, Inés no salía de su asombro y, además, el miedo a que aquello fuera a más y se quedara completamente ciega la inundó. Tenía 45 años y tres hijos de dos, nueve y 17 años -los dos más pequeños recién adoptados- a los que no sabía si iba a poder cuidar en aquellas circunstancias. Como ella misma asegura, “los dos primeros meses fueron muy difíciles. Los peores momentos de mi vida. Pedí otras opiniones médicas para saber por qué me pasaba aquello y nadie me dio respuestas, es un tema que ahora están estudiando. Estaba tan asustada que por las noches no bajaba la persiana porque quería ver hasta el último minuto de luz”.
Tras ser consciente de que no había vuelta atrás, Inés inició el proceso para que la incapacitaran al no poder desarrollar su puesto de funcionaria con normalidad. Como anécdota, Torralba pone de relieve que después del diagnóstico estuvo otro mes más trabajando “porque le tocaba a una compañera irse de vacaciones a mi vuelta y no quería fastidiarla”. Una muestra más del gran corazón de esta luchadora.
Tras vivir su duelo y tocar fondo, Inés sacó fuerzas de flaqueza y se concienció de que aquello no podría con ella, de que, a pesar de solo ver formas y colores borrosos, pondría todo de su parte para salir de aquella situación de autocompadecimiento y desánimo en la que había estado sumida.
En esta tesitura, una amiga le recomendó que acudiera a la ONCE, un consejo que se convirtió en la solución de su vida, pues en la organización encontró “un apoyo increíble y maravilloso”. En este sentido, la escritora recuerda que, tras hacerle las pruebas para afiliarse, “me dieron cita con una psicóloga y me enseñaron a usar herramientas, como unas gafas con lupas. Fui consciente de que hay personas que sin ver nada hacen cosas y lo que parecía un punto y final, se convirtió en un punto y aparte”.
La primera vez que Inés acudió a la ONCE fue antes de mudarse a Huelva y la acompañó su marido. Pero a la segunda se armó de valor y se desplazó sola, esgrimiendo el argumento de que “uno tiene que buscar sus propias estrategias para hacer las cosas por sí mismo. No me voy a pasar la vida del brazo de alguien”.
A pesar de todo, después de aquel duro golpe Torralba necesitaba un cambio, vivir con más tranquilidad y criar a sus hijos en un ambiente más humano y menos bullicioso. Pensaron en mudarse a Andalucía, ya que la madre de Inés era cordobesa, y Huelva les pareció un lugar ideal, en el que tenían además una pareja de amigos que les ayudaría a hacerse con su nueva ciudad.
Poco a poco, esta onubense de adopción fue adaptándose y, aunque tuvo que dejar su empleo, se centró en atender las necesidades de su familia. Pero siendo una mujer tan activa, echaba de menos tener alguna actividad al margen de sus facetas de madre y esposa, así que empezó a hacer algo que siempre le había apetecido pero para lo que no había tenido tiempo antes: escribir.
A fin de que todo le fuera más fácil, adaptó un poco su equipo informático, poniéndole al teclado unas pegatinas que hacen las letras más grandes y adjudicándole un número elevado al cuerpo de texto de los documentos. “Al principio tuve algunos problemas porque se me perdía lo que escribía en el ordenador y me sentaba muy mal, pero ya está superado. Me pongo mis gafas y me acerco a la pantalla y al teclado para corregir. Eso sí, lo de imprimir es tarea de mi marido”, afirma divertida Inés, que se confiesa poco amante de las nuevas tecnologías.
Con su afán y estas pequeñas triquiñuelas, la mujer, que siempre había redactado fábulas y cuentos, elaboró el pasado verano un relato titulado El petirrojo, una reflexión sobre la muerte a través de un personaje, Claudia, que afronta su momento final haciendo un recorrido por su vida. Su autora explica que, a pesar de haber tenido una niñez y juventud felices, la anciana de su historia fue luego una mujer maltratada, liberándose de su problema cuando se quedó viuda.
“Claudia se tiene que marchar, y afronta ese momento con tranquilidad y fortaleza. Pero, esa misma vida que no la ha tratado bien, la recompensa no obligándola a tener que despedirse, que es lo más doloroso. Así que le permite quedarse como un petirrojo, pues era una amante de la naturaleza y el petirrojo, su pájaro favorito”, explica la autora.
Así pues, lo que comenzó como una manera de buscar su parcela de autorrealización, se ha convertido en un relato merecedor de un premio, un galardón que ha llenado de alegría a Inés y de ilusión por seguir trabajando y expresando sus historias en el papel. Como ella misma expresa: “mi familia está contenta y orgullosa, lo que más me ha emocionado ha sido la reacción de mis hijos. Y para mi padre y mi marido ha sido sorprendente que me presentara al certamen, que escribiera, porque nunca les había dicho que tuviera esas inquietudes”.
Pero su interés por las letras no ha hecho más que empezar, e Inés está terminando una serie de cuentos, además de tener listo otro relato y estar en proceso de elaboración de otro par.
Comienza así una nueva trayectoria, quizá al margen de todo lo que había planificado inicialmente, pero un camino, al fin y al cabo, hacia la realización personal. El carácter optimista y positivo de Inés ha hecho que no se rindiera, y su esfuerzo ha merecido mucho más que un premio, se ha ganado la admiración de los suyos y el ser un ejemplo para cada una de esas 3.000 personas que cada año pierde la vista en España. ¡Felicidades Inés!
4 comentarios en «La historia de superación de Inés Torralba, la última ganadora del Premio de Relatos Cortos de la ONCE»
Ines me siento orgulloso de tener una prima como tu. Muchos besos
Yo sí que estoy orgullosa de tener una familia como vosotros. Un beso. Gracias.
Ole, noticia buena. Ademas familiar, ole, ole. Besos Ines y enhorabuena. Esta publicado?…
Inés,Tanto tiempo sin verte y de pronto Juanma me da la noticia.
Estoy contentísimo del éxito que estás teniendo.
Besos para tí y tu familia