Antonio José Martínez Navarro. A las diez de la mañana del sábado 21 de noviembre de 2015 ya había hermanos organizando los preparativos de aquella singular peregrinación a las raíces onubenses de la historia de la Hermandad de Emigrantes del Rocío, en las inmediaciones de la sede de la citada Hermandad. Media hora más tarde la animación era indescriptible. Entre el llamativo golpe de vista del antiguo Simpecado, de tan insoslayable presencia mariana y el alegre voltear de las campanas y las aclamaciones y vivas al Lirio de las Marismas que profería la multitud que aguardaba, cuyas almas elevaban al cielo ardientes plegarias y fervorosas expresiones de gratitud y amor por el acto que se iba a vivir en un corto espacio de tiempo.
En los balcones de las viviendas situadas frente a la casa-hermandad los vecinos paladeaban que la Hermandad tenía cita con algún capítulo de la Historia.
En la cohorte rociera figuraban miembros de la junta directiva con su activa presidenta doña Belén, y algunos invitados, entre ellos, el Presidente de la Peña Madridista, ubicada en la calle Blanca Paloma, Juan Márquez, y el historiador Antonio José Martínez Navarro, ambos colaboradores en el feliz resultado de la fijación de la cerámica en la citada vía.
El cielo, sereno y resplandeciente -a pesar de que cuando llegaba la comitiva a las inmediaciones donde se alzaba el desaparecido Estadio Municipal hizo el amago de amenazar con la caída de algunas gotas, aunque pronto el tiempo desistiera en su empeño- contribuía poderosamente a la grandeza y majestad del espectáculo.
Comenzó el avance de la Hermandad y a unos trescientos metros de la salida estaban apostados en un primer piso los entusiastas músicos y cantores que interpretaron la primera serenata en honor de la Virgen del Rocío. Continuó la bella estampa rociera por las calles Ginés Martín, Ciudad de Aracena y Puerto para desembocar en la bien nombrada Plaza de las Monjas donde las armoniosas voces y guitarras interpretaron otras bellas sevillanas en honor de la milagrosa Madre de Dios.
A lo largo del itinerario la presencia de los fieles fue numerosa. Tras recorrer la Gran Vía nuevas coplas y bonito ramo de flores, que la Virgen se lo merece todo, ante el Monumento de la Virgen del Rocío situado en el Punto. Después se prosiguió por la Alameda Sundheim y Avenida Federico Molina donde Juan Gil se acercó al templo de Nuestra Señora del Rocío y dio un abrazo al sacristán de la misma.
Ya quedaba muy poco trayecto, sólo atravesar unos metros de la Avenida de Galaroza, para llegar a la calle donde se bendeciría el azulejo. En ésta la animación era grande: se había instalado unas mesas y un improvisado mostrador donde se servía refrescos, cervezas y buenas tapitas. No muy lejos de esta arcaica barra, diligentemente servida, se divisaba la tarima o humilde proscenio donde debieron actuar hasta dieciséis agrupaciones con el único propósito de que no decayera la alegría.
El primer acto en la calle, que lucía sus mejores galas con banderas y gallardetes instalados por la Peña madridista “Ángel”, fue acercarse a la casa rotulada con el número uno donde se albergó el Simpecado de la Hermandad a la llegada de Alemania. El único y verdadero protagonista de este acto era Juan Gil Zamora, fundador de la Hermandad en Bolchot (Alemania), coordinador con la Peña Madridista y la Hermandad (a la que hay que felicitar por la buena organización de todo el acto) y que era esperado por su señora, Juana Mora Jiménez y su hijo Ángel Manuel. A su lado, Antonio Romero Quiles y su señora, Manoli Gil Zamora.
Descorrido el veloel azulejo quedó a la vista de los numerosos asistentes al acto que prorrumpieron en una gran salva de aplausos y vítores a la Virgen. El retraso del primer edil del Excmo. Ayuntamiento de Huelva, Gabriel Cruz, que tenía otros compromisos oficiales que cumplimentar, propició que el azulejo fuese bendecido, tras unas emotivas palabras de un sacerdote, a las tres de la tarde aproximadamente. Don Gabriel ensalzó la personalidad de Juan Gil y no le dio gran importancia a la labor del Ayuntamiento que, dijo, “está al servicio de los ciudadanos”.
El azulejo fue encargado por Juan Gil al artista-industrial beasinoque responde a la razón social “Alfarería David”, que con sumo esmero y a la vez casi sin pensarlo, llevado por su familiar costumbre en estos primorosos trabajos, fue plasmando su técnica pictórica en los treinta y cinco fragmentos o losas de cerámica de que consta la obra que tiene unas medidas de 1,4 de alto por 1 metro de ancho.
En estas losas la figura de Nuestra Señora del Rocío es contenida por la concha peregrina que, a su vez, está tocada con una corona. Debajo de la Virgen se lee la siguiente leyenda:
La Real Hermandad de Emigrantes
de Nuestra Señora del Rocío de Huelva
con la colaboración de su fundador,
Don Juan Gil Zamora, agradece al
Excmo. Ayuntamiento de Huelva
y a los vecinos de la calle Blanca Paloma,
la acogida que han tenido siempre con nuestra
Hermandad, por lo que les dedicamos este
azulejo, quedándoles eternamente agradecidos.
Huelva, 18 de octubre de 2015.
La Junta de Gobierno.
Lo descrito anteriormente está enmarcado por una cenefa de color amarillo con volutas, en el que se observa en el plano superior a la derecha la bandera alemana; a la izquierda, la española; en la parte inferior, a derecha e izquierda, respectivamente, las banderas onubense y andaluza.
Los lístelos que enmarcan el rectángulo o 35 losetas, de color azul, hacen resaltar los tenues tonos de todo el conjunto.