Antonio José Martínez Navarro. Antes que nada una advertencia antes de comenzar este trabajo: Don Patricio es un personaje capaz de llenar un volumen. Sobre él escribieron las plumas más galanas de nuestra capital (Pedro A. Morgado, Rogelio Buendía, Manuel Siurot…). Nosotros, lo vamos a presentar a la sociedad onubense con unos breves renglones. Ahí van…
Es precisamente en Valverde del Camino donde nace nuestro blasonado amigo don Patricio hacia 1870 y es en esta ciudad donde su frondosa imaginación comienza a imaginar un proyecto tan delirante, para sus escasas dotes hacia el bel canto, como aparentemente absurda. Es en la adolescencia cuando empieza a perfeccionar sus rudimentarios conocimientos del canto culto. Este aprendizaje debía serle primordial para alcanzar las más altas cimas de la ópera mundial… Pero todo en vano: el soñador halla, por doquier, burlas, indiferencia y desprecio. Pero él sigue con su lucha. En la casa donde vive nuestro personaje rompe el silencio con ensayos líricos que hace las delicias jocosas de sus vecinos. Don Patricio se deja crecer la barba y el cabello sabedor de que ambos son dignos de majestad, de la realeza que quiere alcanzar.
A principios del siglo pasado se considera bastante preparado y toma la decisión de ir demostrando sus “impecables” dotes en actuaciones públicas. No obstante y para no hacer muy prolijo este trabajo, vamos a saltarlas y nos vamos a centrar en la que nos cuenta el diario “La Provincia” el día 23 de septiembre de 1911. Pero ambientémonos en aquellas circunstancias y tomemos del carcaj la galana pluma para hablar de Don Patricio: En la citada fecha la fragancia umbrosa de la Plaza de las Monjas al promediar la noche exaltaba sus frescas aromas silvestres de damas de noche. Por las ventanas de las casas penetraba la noche iluminada de luna llena, abierta como pétalo de oro en la bóveda celeste del cielo onubense.
El amor ronda a este lugar y encontraba abierto los corazones. Así, se veían muchas parejas y, también, muchos matrimonios acogidos al frescor de tan coquetona plazoleta. De improviso, una voz, parecida a un lamento, rasgó el velo nocturno. Todos suspendieron el aliento y, tras un instante de silencio, al unísono prorrumpieron en una fuerte ovación en la que se mezclaban gritos e hilaridad, don Patricio parodiaba al hombre lobo:
<<Anoche, a las once y media, cuando todavía quedaban en la Plaza de las Monjas bastante damas y damiselas, formando animosos grupos, en compañía de galanes jóvenes y caballeros, rasgó los cielos una estentórea y trémula voz entonando una romanza de la vieja y clásica ópera italiana.
Las gentes sorprendidas tornaron la vista hacia donde la voz venía ¡Oh, encanto! ¡Oh, dicha! En un coquetón casino del piso bajo del suntuoso edificio del Sr. García Ramos –en la Casa de la Bola, aclaramos nosotros-, se destacaba de entre un numeroso grupo de socios y curiosos, el flamígero rostro del inmutable, del nunca bien nombrado Garibaldi onubense, don Patricio del Villar.
El entretenido cuchicheo, la amena conversación, la donosa “tijera”, todo quedó en suspenso, ante la imprevista fiesta, fiesta de risa, fiesta guasona, en la que el regocijo brotaba en sonoras carcajadas y en comentarios sabrosos.
A las voces de los primeros curiosos ¡Viva Don Patricio…! Llegaron muchos más, formándose un núcleo respetable de personas alrededor del “Chantecler”, siendo incesantes los clamores y vítores.
Don Patricio, conmovido, subió al altillo que existe en la casa inmediata del Sr. García Ramos; y desde allí pronunció un discurso de salutación a su querida Huelva, plática sentida en la que no se sabía qué admirar, si el gracioso deshilvanado de las palabras o las trágicas actitudes y gestos que acompañaron al discurso. Don Patricio remató su rematada peroración con estas tres vivas, contestados con bullicioso entusiasmo:
¡Viva Huelva! ¡Viva la Virgen de la Cinta! ¡Viva el “Litri”!
Después preludió otra romancita… y allí dejamos al hombre más feliz… feliz de la creación, con la plana mayor de los jaleadores.Los agentes de la autoridad, estaban también embebidos y entusiasmados ante los cantos y pláticas del Caruso huelvano, de quien no nos hubiéramos ocupado si no hubiera llegado su popularidad hasta el extremo de convertirse en espectáculo público>>.
Queriendo alcanzar resonancia, toma el sonoro nombre de don Patricio Victorio S. del Villar y Arrayas de España, Bustillo y Palafox…, diciéndose insigne onubense-mexicano-xerezano, a pesar de que todos lo conocen, burlonamente, con el nombre de “Don Patricio” y se sabe que es valverdeño hasta la médula.
Pero nada puede quebrar la tenacidad de este hombre que quiere abrirse paso y comienza una risueña tournée por esta provincia. El día 1 de febrero de 1912 el eximio tenor debuta en Sevilla. De su actuación da cuenta a “La Provincia” dos personalidades de las letras onubenses, pero no por ello menos dado al pitorreo. El pueblo onubense se desternilló de risa con la siguiente crónica remitida por Pedro A. Morgado y Rogelio Buendía Manzano de la que sólo vamos a iniciar sus primeros renglones:
<<Don Patricio en Sevilla. El eximio “Chantecler” huelvano, se detiene en Sevilla durante una de sus renombradas tournée.
Era enorme la expectación en esta ciudad, por conocer al artista lírico de fama mundial, don Patricio Victorio S. del Villar y Arrayas de España, Bustillo y Palafox de Cárdenas, insigne onubense-mexicano, xerezano, honra de su cuna verdadera; y de sus cunas peraccidens –que son múltiples.
Y he aquí que un día apareció el retrato del mexicano a medias, en el escaparate del Sr. Gasquit (calle de las Sierpes). El numerosísimo público que, a todas horas, llena la renombrada vía de la metrópoli andaluza, contempló estático de venturoso entusiasmo –por la dicha de oírle- la “vera efigie” del artista, comentando su aspecto, y lo gallardo de su apostura. Unos dicen que recordaba a Anselmi caracterizado para cantar una ópera húngara aún no estrenada. Otros, por el contrario, se mostraban partidarios de que más bien se asemejaba al “Tío de la Mecha”.
Ayer tuvimos la dicha de interviuvarle. Comenzó por decirnos –muy serio- que había sido invitado, para cantar esta Semana Santa el Miserere en nuestra Iglesia Catedral. Pero –añadió- tal vez me sea imposible, por tener contratos firmados en América, en donde me dan cinco mil pesetas, pro noche. Bien siento –créanlo ustedes- no poder cantar, por ahora, la bella creación de Eslava, ya que tantos divos…. >>.
Don Patricio fallecía en Huelva en los días finales de abril de 1928 mereciendo, el siguiente día 1 de mayo, un obituario donde se le hacía una despedida acorde con su “categoría artística”.