Ana Rodríguez. Todos los pueblos tienen sus historias, sus leyendas y tradiciones que, en muchas ocasiones, no están escritas en ninguna parte y se transmiten de boca a boca de generación en generación. En la localidad de Aljaraque siempre se ha hablado de la existencia de una construcción defensiva, una torre atalaya vinculada a la iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Remedios, aunque las informaciones que se tenían al respecto eran escasas, fragmentarias y, en parte, difusas.
Ahora, dos investigadores de la Universidad de Huelva, el licenciado en Filología Románica Juan Villegas Martín y el geógrafo e historiador Antonio Mira Toscano, miembros del Grupo de Investigación HUM-838, han logrado hallar la confirmación documental de la existencia de la torre, además de sus fechas de construcción y desaparición, sus características arquitectónicas y su emplazamiento concreto. Una labor en la que han contado con la inestimable colaboración del profesor Carriazo Rubio y con las facilidades ofrecidas por Manuel Jesús Carrasco Terriza en el Archivo Diocesano de Huelva.
Las conclusiones de este trabajo han sido presentadas al gran público durante las XVIII Jornadas de Arqueología y Territorio de Aljaraque, que se celebran estos días 14 y 15 de octubre en el Teatro Cinema Corrales, en una conferencia titulada ‘La torre atalaya de Aljaraque en el siglo XVI’.
“No somos los primeros en hablar sobre esta atalaya”, afirma Juan Villegas, “había indudablemente noticias previas sobre su existencia, cuya memoria conserva la tradición local, que se refiere a ella y a su vinculación con la iglesia parroquial. Ya en el siglo XVIII, Juan Agustín de Mora afirmaba que Aljaraque era “una atalaya comprendida en el término de Huelva”, explica el investigador.
Para conocer el origen de la construcción es necesario acudir a la historia de la provincia onubense. En el siglo XVI, y durante toda la Eda Moderna, los piratas norteafricanos se convirtieron en una amenaza, un verdadero azote de toda la costa de Huelva. Los desembarcos y razias protagonizadas por estos piratas, con su estela de robos y secuestros, llevaron al despoblamiento de algunos lugares cercanos a la costa. En este sentido, los investigadores de la UHU recuerdan el caso de San Miguel de Arca de Buey (en las cercanías del actual núcleo de El Rompido), o de El Rincón de San Antón, lugares que, tras diversos ataques devastadores, desaparecieron a mediados del siglo XVII.
A Aljaraque, estos piratas podían llegar por la ría de Huelva, entonces mucho más próxima al municipio, pues las marismas actuales eran por aquella época esteros por los que podían aproximarse los enemigos. La zona más expuesta a estos desembarcos a finales del siglo XVI parece haber sido la costa de El Portil y Punta Umbría en las que, una vez desembarcados en la playa, los tripulantes de las galeotas piratas se emboscaban rápidamente y les era muy fácil atacar a núcleos pequeños y escasamente defendidos, como era el caso de El Rincón o de Aljaraque antes de la construcción de la torre.
La localidad onubense era por entonces una pequeña villa encuadrada en el señorío del duque de Medina Sidonia, señor también de la villa de Huelva. Su término, sin embargo, estaba prácticamente rodeado por los dominios del duque de Béjar, marqués de Gibraleón. El municipio aljaraqueño contaría con unos 300 habitantes en el siglo XVI, pero el miedo a los piratas hizo que muchos vecinos se marcharan del lugar, tendiendo al despoblamiento.
En esta línea, Antonio Mira afirma que en 1571 Aljaraque alcanzó una de sus mejores cifras demográficas del momento, superando los 400 habitantes, “pero llama la atención que desde entonces, y especialmente en los años en que se trata de la construcción de la atalaya, el descenso del vecindario fue muy fuerte, cayendo hasta menos de 200 habitantes en 1590. Sin duda la exposición de la villa al peligro pirata debió de influir notablemente en esta tendencia al despoblamiento”.
Así pues, nos encontramos con un territorio relevante que estaba empezando a perder masa poblacional por amenazas externas, algo que el dueño de aquellas tierras, Alonso Pérez de Guzmán y Sotomayor, VII duque de Medina Sidonia, no podía permitir. Por ello, el noble ordenó la construcción de una torre atalaya para proteger y mantener poblado un lugar que consideraba estratégico en sus dominios. Desde aquella fortificación se atisbaría la llegada desde lejos de las embarcaciones de piratas y también la de posibles ataques por tierra desde la playa.
En este punto, Juan Villegas pone de relieve que “además de la iniciativa del duque, hay que reseñar el interés del cabildo local que, a pesar de la escasez de recursos de su corto vecindario, consideraba vital la torre para evitar el despoblamiento. En este asunto de quién llevó la iniciativa de la edificación, podemos observar un gran contraste con lo ocurrido en el proyecto de las cercanas torres de almenara, que se desarrolla más o menos por estas mismas fechas. En estas torres, la iniciativa corresponde al rey, mientras que los señores y las villas manifiestan constantemente su posición contraria o, cuando menos, reticente a su construcción”.
Los investigadores de la Universidad de Huelva han podido averiguar que la construcción de Aljaraque fue proyectada hacia 1588-1589. Saben con seguridad que el 6 de enero de 1589 ya había sido adjudicada la obra al albañil Pedro García, que se comprometía a levantarla por 800 ducados antes de cinco meses. “No sabemos si cumplió o no escrupulosamente el plazo, nos consta que en 1591 la atalaya era ya una realidad”, afirma Antonio Mira.
Otra de las novedades que aporta este trabajo hace referencia a las características de la construcción y a su emplazamiento pues, si bien es cierto que se afirmaba que la torre atalaya estuvo adosada a la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, Villegas sostiene la teoría de que ocupaba un espacio que ahora es parte del templo, concretamente en la zona de los pies. “Indirectamente la historia de la torre también aporta datos importantes sobre la parroquia, pues la documentación aclara que tanto el campanario como el cuerpo de la fachada actuales son producto de la obra de 1755-1757, durante la cual se derribó la atalaya”, añade el profesor.
Y es que la construcción defensiva de Aljaraque estuvo en pie hasta el terremoto de Lisboa, que la destruyó en 1755. La documentación eclesiástica redactada con motivo de la reconstrucción del actual templo de Nuestra Señora de los Remedios en esa fecha y sacada a la luz por los investigadores de la UHU así lo indica. La inspección de los daños declaraba que en la iglesia “se halló haberse arruinado un castillo que hacía la puerta de su entrada”, acordándose no solo no repararlo, sino derribar lo que había quedado para, aprovechando los materiales, reformar la iglesia. La actuación, que finalizó en 1757, consistió en alargar la nave de la parroquia hasta ocupar el solar de la atalaya, con lo que desaparecía el edificio militar y se dotaba a la parroquia de su fachada actual.
Pero hasta que el terremoto acabara con ella, la torre-atalaya de Aljaraque era un interesante edificio defensivo concebido para dar cobijo a la población en caso de ataque. La hipótesis que sostienen estos investigadores basada en la documentación hallada, es que era de planta rectangular, aproximadamente de unos 11 metros de ancho por siete de fondo, con dos plantas. Siguiendo las condiciones para su construcción, expresadas en los documentos encontrados y recogidas por Villegas y Mira, sus muros se proyectaron con el tradicional sistema de tapial, aunque llevaba un zócalo de mampostería que reforzaba su parte inferior. Estaba coronada por un terrado con almenas y aspilleras, contando también con troneras en diversas partes de sus paramentos.
La puerta principal de la torre quedaba protegida por un rastrillo, además de por una ladronera ubicada sobre ella para defender los intentos de invasión lanzando proyectiles desde lo alto. Como ya se ha indicado, fue levantada ante la puerta de los pies de la primitiva parroquia, constituyendo su planta baja una especie de antesala a la misma. En el siglo XVI, el templo era un edificio de menor longitud que el actual, por lo que la atalaya, una vez perdido su uso militar, le sirvió como ampliación y desahogo hasta 1755.
En cuanto a la morfología de la torre, los autores del estudio señalan que presenta importantes diferencias con respecto a las almenaras de la zona, que además se encontraban en construcción en la época en que se levantó la de Aljaraque. “Su diseño cuadrangular y el uso del tapial nos la acercan a modelos constructivos más cercanos a los medievales que a los propios de la época. Tampoco debemos pasar por alto que torre y parroquia constituyen un testimonio de un modelo arquitectónico no demasiado extendido en nuestra provincia, como es el de las iglesias fortificadas. Construir una fortaleza junto al templo suponía aprovechar la solidez de éste para crear un espacio donde poder albergar a la población, al tiempo que se la defendía adecuadamente”, explica Mira.
Otro de los aspectos que hacen singular a esta construcción es que, a pesar de que la de Aljaraque fue edificada por motivos similares a los de las torres de almenara de la costa onubense, es decir, la inseguridad causada por la amenaza pirata, no formaba parte de este sistema según afirman los autores de la Onubense. A este respecto, Villegas indica que el circuito de las torres de la costa se encontraba en construcción en la época en que se edificó la torre aljaraqueña, “pero mientras las primeras estaban pensadas para transmitirse señales de aviso de unas a otras, es decir, formaban parte de un sistema coordinado de todo el litoral, la segunda se presenta como una fortificación individualizada, destinada a proteger un lugar concreto y a albergar a sus habitantes”.
A pesar de ello, y teniendo en cuenta la existencia en la época de elementos fortificados en el puerto de Huelva, impulsados también por el duque de Medina Sidonia, los investigadores concluyen que “podríamos pensar que el señor de ambas villas pretendía asegurarse el control interior del estuario y que la atalaya de Aljaraque pudo asociarse con la villa onubense en la vigilancia”.
Finalmente, los autores de este trabajo ponen de relieve que la construcción defensiva de Aljaraque es un ejemplo muy interesante y singular en la adaptación de las poblaciones del litoral y el estuario a las difíciles condiciones de la vida en las décadas finales del siglo XVI y recuerdan que aún quedan “puntos oscuros” en lo relacionado con esta torre que, esperan, sean completados en el futuro con nuevas documentaciones que salgan a la luz.
En cualquier caso, Villegas y Mira han rescatado del olvido un elemento significativo de nuestro patrimonio histórico desaparecido, especialmente importante además para la historia de la villa de Aljaraque –¿habría quedado despoblado y desaparecido este territorio si no hubiera sido por ella?– y para profundizar en el conocimiento de la provincia onubense de hace cinco siglos.
1 comentario en «Confirman la existencia de una torre atalaya en Aljaraque edificada en el siglo XVI para defender a la población de los piratas norteafricanos»
Magnifico trabajo el de estos dos investigadores que esperemos pueda ser corroborado arqueológicamente, y/o con la ampliación de la documentación histórica.
La presentación de dicho trabajo en las XVIII Jornadas de Arqueología de Aljaraque despertó gran interés entre los asistentes.
Y también felicitar a la autora del reportaje.