Antonio José Martínez Navarro. En esta ciudad maravillosa, llena de paz, de sol, de silencio y, en ocasiones, de desbordante alegría cuando parten o regresan las carretas de las Hermandades de Huelva o de Emigrante, encuéntrase a cada instante rincones y establecimientos de cualquier género poseedores de una dilatada y atrayente historia. Y los hay que siendo muy conocidos y muy frecuentados, no han sido objeto de la atención de los eruditos.
Tal es el caso del Bar “Los Cuartelillos” que abrió las puertas de su primera sede en 1957, y la de su segunda ubicación (la de la calle Roque Barcia) el día 18 de junio de 1974, de la mano de José María Pérez Velo (fallecido el 2 de julio de 2002) y Salomé Díaz García (fallecida el día 6 de agosto de 1997), naturales de Bonares.
El génesis del Bar “Los Cuartelillos” lo encontramos en la calle Moguer, esquina a calle Valverde, ambas prácticamente sin urbanizar, donde hacía más bien la función de taberna, en la que andaba de boca en boca el buen vino, exclusivamente de Bonares, que fabricaba o aderezaba el mismo José María. Los barriles de vino adquirían el papel de principal decoración en un local de unos cuarenta o cuarenta y cinco metros cuadrados. En aquella taberna, en la que lógicamente no falta su mostrador de madera y sus anaqueles o estanterías que exhibían botellas de vinos y licores de diversas marcas, todo estaba encaminado al plausible objetivo de que el cliente se sintiera como en su propia casa de que estuviera a gusto: la amabilidad del propietario, los buenos productos…
Las casas que componían las calles antes citada podrían estar un poco dejada de la mano de Dios por incuria del Ayuntamiento, pero el interior de las mismas relucía de limpieza gracias al cuidado de aquellas pulquérrimas mujeres. Y lo mismo le ocurría a la taberna que historiamos, en la que, debido a la simpatía de su propietario, se reunían varias peñas de amigos y otros muchos parroquianos que acudían a pasar un buen rato y tomarse una botellita del excelente caldo que produce Bonares.
Pero un buen día, el Ayuntamiento expropió las humildes viviendas e hizo que la calle Moguer desapareciera del nomenclátor onubense. Y deseando no alejarse mucho del sitio donde había estado el establecimiento, encontró un local idóneo para instalar el nuevo “Los Cuartelillos”, como hemos citado, en la calle Roque Barcia y año 1974.
Sobre el nombre de “Los Cuartillos” hay dos versiones: en la primera se nos aclara que recibía esta denominación unas viviendas humildes, con patio central común a los vecinos que vivían en su alrededor. La segunda, nos menciona unas casetas de escasas dimensiones que recibían este nombre.
A partir del año 1992, tomó las riendas del negocio Juan Antonio Pérez, onubense hasta la médula, hombre servicial, que ha sabido mantener el prestigio de su bar con una gran variedad de ricas tapitas. Así, podemos destacar las patatas aliñadas, la ensaladilla rusa, etcétera. En la época de las habas destaca las enzapatás que prepara la Casa y los caracoles. Con estos últimos debemos detenernos unos instantes. Juan Antonio los prepara cómo le enseñó su madre, dándole una salsa insuperable a los cornúpetos. Estos caracoles suele servírselos un repartidor de los alrededores de Lebrija aunque, la mayoría, se traen de los criaderos de Marruecos y su demanda, por parte de la clientela, es extraordinaria.
Si bien el elemento característico de un bar es servir la bebida alcohólica y no alcohólica y los aperitivos en la barra o mostrador, dividiendo al local en dos partes: por un lado la zona pública, donde los clientes están junto a la barra, de pie o sentados en taburetes alto y la segunda, detrás de la barra, en la zona privada donde permanece la persona encargada de servirle la consumición. En este simpático bar, había una tercera zona que se situaba en plena calle y, sobre todo, en el cercano y bajo muro que circunda el Barrio Obrero y lo separa de su entorno. En este punto, en plena calle Roque Barcia, centenares de personas, como pueden observar en las fotos que se acompañan, se convertían en un torbellino de vida y alegría que con sus peticiones de botellines de cerveza convertía la tarea del dueño y sus ayudantes en ardua y a la vez gratificante. Al final de la jornada, centenares de botellines proclamaban el éxito del Bar que historiamos.
Esta peregrinación hacia el murete de separación del Barrio ‘Reina Victoria’ con el botellín de cerveza en la mano quedó prohibida en marzo o abril de 2009. La función social que ha desarrollado y desarrolla el Bar “Los Cuartelillos” es muy importante en la zona. Este bar es, tradicionalmente, lugar de encuentro y reunión informal de centenares de personas.
Esta Casa ha tenido, a lo largo de años y desde hace unos treinta, una iniciativa nobilísima y simpática en la que todas las señoras y señoritas son condecoradas con una flor. Eso significaba y significa que no debía haber una sola fémina que entrara en “Los Cuartelillos”, en este señalado período de tiempo, que no tuviese sobre su pecho o en su mano una florecita. Bonito detalle que hacía que el dueño del bar, que había consumido sus energías en la realización de esta bonita entrega durante todo el día, al final de la jornada se sintiera satisfecho.
En este Bar se reúnen, o lo han visitado, “gente de aquí” como la modelo Laura Sánchez, que lleva el nombre de Huelva por todo el mundo; los cantaores, auténticos diapasones flamencos, Arcángel y Estrella Morente; Manuel Valle, periodista de pluma en ristre, muchos de los concejales de la antigua y actual Corporación municipal. El desfile del tiempo hace desvanecerse figuras y modas. Trae el olvido y deshace popularidades. Y el bar “Los Cuartelillos” ha sobrevivido varias generaciones de clientes y otros tantos sistemas políticos, y a la vista del inmejorable pulso que hoy exhibe puede aguantar lo que le venga en gana. ¡Y por muchos años!
