Juan García Ruiz. Cuando llevamos muchas horas sin comer nuestro cuerpo reacciona (concretamente el hipotálamo) y aparece la sensación de hambre. Cuando hemos comido suficiente el hipotálamo vuelve a avisarnos, esta vez con la sensación de saciedad, y dejamos de comer. Podemos decir entonces que hemos alcanzado un estado de equilibrio.
Ocurre también que cuando pasamos mucho tiempo solos, estudiando o trabajando, o cuando nos dan una mala noticia, aparece la necesidad de relacionarse. Queremos pasar un rato con alguien para compartir nuestros problemas, dar un consejo, reírnos o simplemente mantener una conversación. La compañía de otra persona nos hace sentir bien. De nuevo, hemos satisfecho una necesidad.
Pero el ser humano no solo busca la armonía en el ámbito biológico y social; también lo hace en el cognitivo. Así, si estamos comprometidos con el medio ambiente, reciclamos. Si queremos aprender a cocinar, nos apuntamos a un curso de hostelería. Si deseamos viajar y conocer una nueva cultura, podemos empezar dedicando horas a aprender un idioma. Buscamos comportarnos en consonancia con nuestras ideas. Pero no siempre es tan fácil encontrar este orden.
Mañana tengo que ir a clase muy temprano, pero esta noche es el cumpleaños de mi amigo. Quiero dejar de fumar pero no tiene por qué ser hoy. Quiero empezar a hacer deporte pero se está tan cómodo en el sofá… Cuando tenemos dos o más ideas diferentes y excluyentes, pueden darse dos situaciones:
– Es posible, en primer lugar, que consigamos encontrar puntos fuertes y débiles de cada una, con el fin de deshacer la inestabilidad y reclinarse hacia una de ellas quitando importancia a la otra. Por ejemplo: esta noche es el cumpleaños de mi amigo y mañana tengo clase por la mañana, pero la asistencia no es obligatoria y puedo pedirle los apuntes a alguien. El tabaco es perjudicial para la salud, y en especial para mí porque tengo sobrepeso, no hago deporte y tengo asma; tengo razones suficientes para dejarlo. Se está muy cómodo en el sofá y no tengo por qué hacer deporte cada día.
– Pero también es posible que la incongruencia existente entre las ideas no sea posible de eliminar, lo que provocará un gran malestar en la persona conocido como disonancia cognitiva. Entonces tenderemos a reducir la disonancia de alguna forma (obteniendo más información acerca del tema, por ejemplo).
Leon Festinger es un psicólogo estadounidense que trató el tema de la disonancia cognitiva en una curiosa investigación. El experimento consistía en la asignación de tareas aburridas a un grupo de sujetos. A la mitad de ellos, se les daba 20 dólares por mentir al siguiente sujeto afirmando que la tarea era divertida, mientras que a otra mitad tan solo se le daba un dólar por mentir. El resultado fue que el grupo más motivado, esto es, el que recibió más dinero, fue consciente de lo aburrida que resultaba la tarea y no sufrió la disonancia cognitiva de haber tenido que realizarla puesto que se le había pagado bien por ello. Al final de la tarea, reconocieron al experimentador que no fue tan divertida como decían. Por su parte, el grupo que tan solo recibió un dólar experimentó el malestar, la disonancia cognitiva, al haber perdido tiempo realizando una tarea tediosa sin recibir casi nada a cambio. Por ello, este segundo grupo se esforzó por auto convencerse de que la tarea no fue tan aburrida. Llegaron a engañarse y afirmar que por el contrario, fue entretenida. La conclusión final de Festinger es que la gente llega a creer y amar las cosas por las que tiene que sufrir. Todo ello para alcanzar la armonía, consistencia entre pensamiento y acción. Vean el vídeo del experimento: