Rosa Mora. “Está siendo un comienzo de curso diferente, la ausencia de los hermanos se nota -sobre todo entre los miembros del Equipo Directivo, que tenían un contacto más directo con ellos-, pero que nadie dude de que la filosofía y los valores maristas continuarán inalterables en el centro”, así se expresaba en una entrevista concedida a este medio el director de colegio Hermanos Maristas de Huelva, Francisco Miguel Cuenca, persona que desde hace cuatro años lleva las riendas de lo que él ha venido a definir como «un gran pueblo de 1.200 personas». Nos recibe junto al hermano José Luis de Vicente, onubense, y hasta el día 1 de septiembre miembro de la última Comunidad Marista en Huelva integrada por los religiosos Juan José Mina, Esteban Aparicio, Andrés Arnaiz, Juan García y Eliseo Ortega.
Los hermanos se despiden de la capital onubense, pero lo hacen sin querer dar una adiós definitivo. “Ya en Génova hace unos años tuvo que cerrarse una comunidad, pero ésta se ha vuelto a abrir”, nos cuenta esperanzado José Luis de Vicente, religioso que, a pesar de no pertenecer al ya disuelto grupo de hermanos del centro educativo onubense, nos cuenta que aún reside en la capital por circunstancias familiares.
Tras más de ocho décadas de presencia en Huelva, a los religiosos maristas les ha llegado la hora de hacer maletas, “era algo que, sinceramente, se veía venir, el motivo principal se encuentra en la falta de vocaciones, cada vez somos menos hermanos, y hay que reducir comunidades”, nos explica de Vicente. Una realidad, sin embargo que reconoce, “no afectará a la buena marcha del colegio”. “A partir del Concilio Vaticano II, celebrado en 1965, la Iglesia toma conciencia de que los seglares pueden ir adquiriendo progresivamente responsabilidades, antes reservadas exclusivamente a los sacerdotes”, asegura el religioso. En esta línea, “un colegio Marista no tiene por qué estar dirigido por un hermano, sino por personas guiadas por nuestra filosofía, sea religioso o seglar”, explica de Vicente.
Y precisamente por esta filosofía que guía desde hace décadas al centro preguntamos al actual director del colegio Colón Hermanos Maristas de Huelva, el seglar Francisco Miguel Cuenca. «En primer lugar quiero agradecer vuestra presencia aquí para transmitiros que en el centro todo sigue igual, tras conocerse la noticia de que los hermanos tendrían que marcharse, se generaron todo tipo de debates como que el centro cerraría o se perdería la esencia, nada que ver con la realidad«, explica Cuenca. El hoy director y licenciado en filología inglesa, está vinculado al colegio desde su niñez, primero como alumno, y posteriormente como docente. Casado y con tres hijos -todos ellos estudiantes de los Maristas- dice sentir el colegio como su segunda casa, «aunque mi mujer diga que parece más bien mi primera casa», bromea Cuenca. En lo que a la filosofía del centro se refiere, el docente alude al símbolo de la familia Marista, las tres violetas, «éstas representan la humildad, la sencillez y la modestia, valores con los que el centro promueve la educación de buenos cristianos y honrados ciudadanos».
«La movilidad es una característica de nuestra sociedad», expresa el hermano José Luis para restar importancia al cierre de la comunidad de Huelva, un hecho que, sin embargo, reconoce que «personalmente afecta». La huella de los religiosos maristas, no obstante, insiste, quedará viva no sólo en el colegio sino en toda la ciudad, «en nuestras aulas se han formado personas que, a día de hoy, ocupan puestos importantes a nivel político, y en sectores profesionales de los más diversos, asimismo nuestra obra social continuará en la ciudad a través de la asociación ‘Un nuevo horizonte para mi barrio‘ que desarrolla una relevante labor solidaria en Pérez Cubillas», nos cuenta.
A pesar de que la normalidad está siendo la protagonista del arranque del presente curso académico, desde el colegio Maristas no van a permitir que se olvide a una comunidad de religiosos que llegó a Huelva en el año 1933 para llenar el vacío que dejaron los Agustinos, que su primera sede estuvo en la antigua calle Colón -hoy calle Palos de la Frontera-, de donde tomarían el nombre, y que durante más de ochenta años ha trabajado por la sociedad onubense marcando su presente y futuro.