Juan García Ruiz. Nuestra sociedad está viciada de exigencias y de ajetreo. Nos exhorta a seguir su ritmo. No nos da ni un respiro. Cada día nacen nuevos requisitos que debemos cumplir para lograr nuestros grandes objetivos (requisitos que en ocasiones terminan por ocupar el lugar de nuestros grandes objetivos). Nuestro día a día se basa en la consecución de certificados de idiomas; la participación en cursos; el estudio de grados, másteres y otras titulaciones; la práctica de deportes, instrumentos musicales, artes marciales o baile. Todo ello atravesando las engorrosas trabas burocráticas, y en ocasiones completando las horas ‘libres’ con empleos esporádicos. En definitiva, hacemos malabares para llegar vivos al final del día, sentirnos autorrealizados y, cómo no, tener un bonito currículo.
Por fin llega la hora de dormir. Pero ¿termina todo esto aquí? Para algunas personas la respuesta es negativa. Para muchos no es fácil liberarse del estrés generado a lo largo del día ni siquiera durante las horas dedicadas al descanso y al sosiego. Son cada vez más comunes los trastornos de sueño, y es habitual no ser consciente de ellos. Esto es un problema, dadas las consecuencias que pueden darse a medio y largo plazo a causa de no dormir (aumento de peso, problemas en la consolidación del aprendizaje y los nuevos recuerdos, lasitud, malestar físico y psicológico durante la vigilia…).
En ocasiones los trastornos de sueño no son producidos por el estrés. Pueden influir factores biológicos, consumo de drogas de abuso o determinados fármacos, malos hábitos en los horarios. En cualquier caso, es importante conocer al menos superficialmente los principales trastornos con el fin de poder tratarlos.
Hay dos tipos de alteraciones: disomnias, que son las que afectan al inicio o la continuación del sueño; y parasomnias, que son los fenómenos fisiológicos anormales producidos durante el sueño.Estas últimas pueden ir acompañadas de manifestaciones motoras.
Las principales disomnias son las que siguen:
Insomnia: trastorno del sueño no REM consistente en la aparición de dificultades para conciliar el sueño, en interrupciones durante la mitad del sueño que impiden volver a dormir o en despertares precoces cerca del final del sueño.
Hipersomnia: sueño de mala calidad demasiado prolongado, con dificultades al despertar y algunos episodios de sueño diurnos. Para que se trate como un verdadero trastorno estos síntomas deben ocurrir con asiduidad.
Narcolepsia: el sueño se inicia directamente en la fase REM, sin pasar por una primera fase no REM, y por consiguiente sin que tenga lugar la relajación muscular típica de esta última. Por ello se trata de un sueño catabólico, sin descanso. Durante el día se manifiesta con parálisis musculares y con ataques súbitos de sueño (incluso en situaciones de alarma). Además son frecuentes las pesadillas, y normalmente su contenido es bastante vívido.
Apnea del sueño: este trastorno afecta a la respiración de quien lo padece. Se caracteriza por despertares breves, sueño poco restaurador y cese respiratorio temporal (hasta 10 segundos de duración).
En cuanto a las parasomnias, las más notables son:
Sonambulismo: los que adolecen de este trastorno suelen mantener los ojos abiertos durante el sueño, y es común que caminen y haya actividad motora. También es característico que olviden lo ocurrido durante el episodio al final del mismo.
Terrores nocturnos: se da continuamente en personas con mucha ansiedad. Se caracteriza por despertares bruscos precedidos de gimoteos o pequeños llantos, acompañados de sudoración y aumento del tono muscular.
Bruxismo: movimientos involuntarios que mantienen tensa la mandíbula y presionan los dientes o los hacen chirriar. Acompañado de dolores musculares y de cabeza. Asociado al estrés.
Somniloquia: no es un trastorno maligno pero también está asociado al estrés. Se trata de la producción de sonidos sin sentido o de habla sin despertar.
La mayoría de los trastornos mencionados afectan al descanso y pueden repercutir en nuestro día a día. Afortunadamente, muchos de ellos podemos tratarlos nosotros mismos con técnicas de relajación o mediante la creación de hábitos, rutinas y horarios. Otros, como el bruxismo, requieren el contacto con profesionales. Pero es fundamental tomar conciencia de su existencia ya que son cada vez más comunes y nuestra calidad de vida puede verse afectada.
Bonnenuit!