La suerte de otros

Ramón Llanes. Ha puesto la fortuna sus ojos en quienes la persiguieron desde el sobrado carisma de sus sueños de hombres y ha llegado esta a vestir “todo de nuevo” a un número determinado de personas agraciadas que se desplomaron de alegría al observar la coincidencia que les hacía ricos, desmesuradamente ricos, plácidamente ricos, hasta tener que inventarse fórmulas para darle vida al enorme depósito de billetes que entraron en casa de manera tan fabulosa e inusual. Nosotros somos los otros, los no premiados, los que también sentimos el parabién en la sangre y nos congratulamos de tan exquisito regalo y nos confabulamos con su suerte y con los elegidos.

Ellos estarán deliberando inversiones, buscando el viaje más deseado, sonriendo a cada minuto y sometiéndose al continuo placer de las felicitaciones. Los otros, aquellos que no la alcanzaron en esta ocasión, se desviven por pertenecer a este club de selectos, hacen sus cábalas a modo de sueños y se reparten en la mente la cuantía que no les tocó. Es un círculo de sensaciones, otros y unos -cada cual en su capacidad y en su fantasía- distribuyen dinero y emociones, aquellos desde la realidad y estos desde el deseo pero ambos se conceden un tramo de diversión, sin querer despertar ni proponerse tomar conciencia rápida de lo ficticio.


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Como seres colectivos, nos afecta la suerte de otros, nos anima a entender ese exclusivo goce que está en un aire rígido quizá pendiente de nosotros mismos para movernos en la sinrazón de este genuino toque de gracia que la casualidad o el destino nos preparan; estamos en la noria, la ruleta nos acecha, en cada momento nos indica las cifras, nos tiene atentos al premio, nos alecciona contra la desesperanza y por mucho que venga el fracaso siempre intentaremos buscarle una excusa de mala suerte para justificar la falta de coincidencia del número premiado con el nuestro.

Sometidos a este resorte crecemos como buscadores de agua en un desierto a sabiendas de que la verdad del cumplimiento de los sueños llega cada día a la luz donde estamos y desde donde construimos los pequeños castillos de ilusión; y miramos alrededor y nadie se olvida de la cita y nos amparamos en comunidad hasta que nos anuncie la suerte su llegada y explotemos con sonrisas nuevas o hasta que pase la suerte sin avisarnos y sigamos sonriendo con los nuestros, distraídos acaso pero pendientes del susto. Y así somos medianamente felices.


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1 comentario en «La suerte de otros»

  1. Hay quien dice que “el dinero no da la felicidad, pero ayuda a encontrarla”; cierto y seguro que es así, pero yo pienso que eso está en función de la cantidad que la «diosa Fortuna» te haya otorgado, para que así el cambio de vida no conlleve a un giro demasiado forzado que nos lleve a un camino desconocido, donde las aves de rapiña puedan acecharte más de lo debido, promoviendo tu infelicidad. Por eso siempre que juego a la lotería, compro solo un decimito. Un abrazo querido Ramón.

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