Almonte: Socio de Honor

Fachada del Casino de Almonte.
Fachada del Casino de Almonte.

Nada más entrar, uno se emborracha de estética y recato. Belleza en los azulejos y frescor en los callados pasillos. Y uno siente la tentación de sentarse en cualquier taburete o peldaño de escalera, para aprovechar la oferta a los sentidos. O en los preciosos y atractivos sillones de mimbre que adornan e invitan.

(Las imágenes y el texto de este artículo, no corresponden a los contenidos del libro «Casinos de Huelva»)



Fachada del Casino de Almonte.
Fachada del Casino de Almonte. / Foto: Azoteas.

Miguel Mojarro.

La primera vez que fui a Almonte, me acompañaba Marcelo. O al revés, porque era él quien conocía el lugar.


Puerto de Huelva

Entramos por una serie de calles preciosas, que desorientan al mejor explorador, porque Almonte es un museo de calles blancas, con acentuado sabor sureño, en las que es difícil orientarse. Marcelo me dio la clave para no perderse: Ir siempre en dirección a una torre de iglesia que parecía llamar la atención sobre el caserío.

Y así llegamos a una plaza que justificaba ser el referente geográfico de cualquier visitante. Amplia, cuidada, transitada por unos y ocupada por otros. En leve pendiente que dirigía la mirada hasta uno de sus lados cortos, en el que la fachada de una iglesia reclamaba protagonismo.

Plaza de la Iglesia de Almonte.
Plaza de la Iglesia de Almonte. / Foto: Azoteas.

Allí empezó Marcelo su misión de hacerme devoto de tradiciones y patrimonio, que ambas son cualidades de este magnífico ejemplar de localidad de vocación rociera.

Esta es la sede de la Virgen cuando viene de su Aldea. – Comenta Marcelo – Y toda la Plaza y algunas calles se engalanan con arcos y flores que convierten el pueblo en una verdadera feria de la devoción rociera. Que para eso la Virgen está nueve meses cada siete años en la Iglesia de Almonte. Su Iglesia.

Y nos sentamos aquel día en uno de los bancos de la Plaza de la Iglesia, para ver pasar a la gente, disfrutar de un magnífico otoño y comenzar el conocimiento de una entidad, el Casino de La Paz, que desde aquel año de mil ochocientos cuarenta, comparte protagonismo con los naturales encantos almonteños.

Marcelo me cuenta sus venidas al Casino de Almonte, con su padre, en muchas ocasiones con motivo de reuniones en las que tratos y relaciones tenían el Casino como lugar preferido para los encuentros. Que para eso han sido siempre los casinos, lugar en el que el asueto local ha buscado sede y ambiente.

Pero el de Almonte tiene enjundia propia y raíces en la localidad. Marcelo me hizo esperar ese día el encuentro con el Casino, pero más tarde entendí el motivo. Hay placeres que deben tener un previo saboreo.

Sin salir de la Plaza, cerca al lateral en el que la Iglesia se prolonga en una calle que promete, Marcelo se detiene me hace observar una esquina acompañada de ventanales soberbios, antepecho blanco de azotea que se imagina y pirindolas cerámicas que la coronan. En medio de todo este aliño del más puro estilo sureño, una proa en rojo y blanco con un rótulo que anuncia y se luce: Casino de la Paz.

Esa fue mi primera visión de este magnífico ejemplar de Casino, bello entre los bellos, admirable entre los admirados y ejemplo de sueño de ese placer andaluz al que dieron vida los que vinieron con el Rey y aquí se quedaron. Casinos del Sur, sueños del ocio y ejemplos de la mejor esencia social. Y en este Casino almonteño bien que se plasman las mejores virtudes buscadas.

Pasillo del Casino de Almonte.
Pasillo del Casino de Almonte. / Foto: Azoteas.

Nada más entrar, uno se emborracha de estética y recato. Belleza en los azulejos y frescor en los callados pasillos. Y uno siente la tentación de sentarse en cualquier taburete o peldaño de escalera, para aprovechar la oferta a los sentidos. O en los preciosos y atractivos sillones de mimbre que adornan e invitan. Sentado en ellos, no supe si gozar del ambiente recogido y de exuberante belleza o dedicarme a pensar en lo mucho que aquí dentro la vida aparece y provoca. No se sabe bien si mirar al suelo y admirar su sereno diseño o recrearse en la exuberante dibujo colorista del zócalo. Tal fue mi impresión en aquella lejana mañana de un otoño almonteño.

Posteriormente, antes de que mis amigos actuales existieran en mi pensamiento, visité varias veces el Casino de La Paz y pude gozar de un lugar que debería estar en las mejores rutas del placer. Porque en Almonte se dan todas las categorías del culto al ocio: estética en sus calles, sol en sus playas, sabor en sus fogones, calidad en los vinos y arquitectura en su patrimonio local. Aunque en otros lugares del Sur se den estas condiciones admirable, en Almonte se convierten en compañeras adecuadas del gran motivo del orgullo andaluz: El Casino de La Paz.

Sala de lectura del Casino de Almonte.
Sala de lectura del Casino de Almonte. / Foto: Azoteas.

En él estuve disfrutando del placer de leer el periódico en una salita bien dotada, silenciosa y de paredes con encanto. Uno se embelesa leyendo tantas vanidades en un lugar en el que el silencio y la belleza de sus paredes atraen de esta manera.

Mensaque puso la estética en lugares con encanto inventando azulejos y suelos acordes con el lugar, con su función social de puente entre el pueblo y la nobleza, para que Huelva se convirtiera con el tiempo en zona en la que el patrimonio social se vistió de estilo.

Es un pasillo para pasearlo cuando está vacío, con la sola compañía del silencio y la penumbra. Más tarde, cuando la gente se refugia en el Casino para huir del exterior, este pasillo se llena de saludos entre los afortunados que habitan esta casa común.

También he dejado vagar el pensamiento en el salón magnífico, en el que piano y reloj, ventanas y suelo, acompañan a los pensamientos, si uno es capaz de dejarlos retozar en paz. Aquí he pasado muchos ratos en los que solamente me acompañaba el silencio. Y otros momentos, por la tarde, en los que los amigos me integraban en tertulias que son el encanto casinero llevado aquí a su más exquisita expresión.

Las tardes en el salón, cuando los saludeos se acaban y cada cual se integra en su correspondiente grupo, el lugar se torna en ágora y mentidero, en hogar y acera común, donde uno puede cambiar de tema sólo con cambiar de mesa.

Terraza del Casino de Almonte. / Foto: Azoteas.
Terraza del Casino de Almonte. / Foto: Azoteas.

Y en verano, el acogedor sabor del salón se convierte en terraza florida, bajo esa noche sureña que solamente tenemos los de aquí, en el espacio abierto al cielo, que más parece continuación de un bar bonito y atractivo desde la calle. Bar que ofrece al exterior su tentación de consumo bien tratado y se adorna con un patio digno de la nobleza de procedencia. Colorista y abierto, jardín y terraza, trozo del Casino que se asoma a la calle para presumir.

Pero hay más en las entrañas de este lugar. Historia y tradición lo convierten en templo de una actividad casinera por excelencia: El billar. Que para eso tiene cuatro mesas de valor en las que los campeones del Sur, de España y del mundo, se dan cita en la disputa de trofeos que, en muchos casos, quedaron en Almonte. Que no sin razón un amigo mío de Almonte dijo con descaro y razón:

– En Huelva están los mejores jugadores de billar de España.

Salón de billar del Casino de Almonte. / Foto: Azoteas.
Salón de billar del Casino de Almonte. / Foto: Azoteas.

Pasados los años, el contacto con almonteños desemboca en amistad surgida en el Casino y, por lo tanto, vinculada a los placeres de éste. Aunque basta con mencionar a Francisco, en representación de todos los hombres y mujeres que aquí me reciben con ese encanto característico de los colectivos de casinos. Que para eso son un colectivo que se diferencia de los demás en su composición compleja y diversa, porque aquí no hay filiaciones ni ideologías, sino ese afán casinero que imprime carácter a todos los que tienen su casa principal en un casino.

Un buen día, reciente aún, mi amigo Francisco, desde su posición de máximo representante del Casino de Almonte, me invitó a presentar nuestro libro «Casinos de Huelva» en ese marco increíble de uno de sus salones. Nunca nadie se encontró tan bien agasajado como nosotros, por el hecho y por el lugar.

Presentar un libro en un lugar que nació de los tratos y generó ocios, que buscó tener en sus paredes y suelos lo mejor de las casas nobles, no es algo que se olvide con facilidad. Un lugar que ha sabido aglutinar lo mejor de los estamentos sociales de Almonte y fusionarlos en la belleza de la sede casinera. Un lugar que puede alardear de ser faro de intereses y espacio de relaciones. Presentar un libro aquí, ha sido un placer de los que permanecen.

Pero mi amigo Francisco y todo lo que él representa, ha ido más allá: En Azoteas tenemos en la caja de las joyas, un carnet que nos convirtió en su momento en Socios de Honor del Casino de La Paz de Almonte. Y lo lucimos y presumimos. Porque nos permite hacer oficial nuestra relación de amistad con Mari Carmen, Rocío, Félix, Juan Francisco, Juan Contreras, Francisco Roldán, … que alrededor de Francisco, Presidente admirado, conforman parte de un colectivo que ha sabido llevar al Casino de La Paz a cotas de excelencia, a pesar de la discreción con que hacen un trabajo bien hecho.

Algunas de las opiniones que han pasado por los alrededores de nuestros oídos, se han quedado, como referentes solventes. Así, Jose Joaquín Díaz Trigueros, Pregonero de Semana Santa, Juez de Paz de Almonte y Directivo del Casino de la Paz, dijo un día:

– «Yo entiendo el casino como un arca de la alianza entre costrumbrismo y modernidad, una caja fuerte donde se guardan los jirones de la historia de este pueblo».

Casino de hombres y mujeres, en los salones y en la directiva. Casino de relaciones y de estética, dos de los valores casineros más auténticos. Casino vecino de la Virgen cuando está en su Iglesia. Casino de salas sosegadas y patio luminoso.

Casino para presumir. Por eso nosotros presumimos de ser «Socios de Honor» y adictos a su belleza.

Equipo Azoteas
www.fotoespacios.com
www.azoteas.es

3 comentarios en «Almonte: Socio de Honor»

  1. Que nombre tan bonito, “de la Paz”, seguro que inspira tranquilidad y sosiego. Sea por la Virgen o por sus gentes, ¡qué más da!, lo que importa es el mensaje que “desde el año de mil ochocientos cuarenta, comparte protagonismo con los naturales encantos almonteños”, como bien nos dice D. Miguel.
    Socio de Honor, ¡que lujo!, ¡qué orgullo! de un casino que emborracha de estética y encanto, “bello entre los bellos, admirable entre los admirados y ejemplo de sueño de ese placer andaluz al que dieron vida los que vinieron con el Rey y aquí se quedaron». Disfruta, querido Miguel, de estas bondades almonteñas junto a tu amigo Marcelo, inseparable compañero, esté donde esté.

  2. Gracias amigo Benito. Tarde de contesto, pero ausencias mandan, pero no por eso dejo de esperar tu grata aportación. Algún día pdremos tomar un rato de estética en este Casino de Almonte.
    Te gustará tamibén mi buen amigo Francisco, veterano y activo presidente, que trata tan bien que entran ganas de quedarse allí a vivir.
    Marcelo está siempre presente, porque siempre lo estuvo en mi caminar por todos los casinos durante cinco años de investigación. Permanece y espero que por mucho tiempo.
    Mi abrazo de siempre.

  3. Querido Miguel:

    Como socio y Secretario de nuestro Casino de la Paz de Almonte, quiero agradecerte en nombre de mis compañeros de la directiva, de nuestros socios y en el mio propio, éste dechado de bendiciones y piropos que sobre nuestro querido casino y ésta humilde directiva dejas plasmados en tu artículo.

    Es con personas preocupadas como tú por los antiguos legados de nuestra Andalucía, por quienes en primera instancia, merece la pena continuar en la labor cotidiana de dedicarse a su conservación y cuidado, para seguir haciendo de éstos rincones aquel lugar más próximo a lo que debería ser el paraíso soñado por cada uno de nosotros.

    Ya sabes que siempre tendras nuestras puertas abiertas de par en par.

    Muchísimas gracias y un abrazo

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