Ana Rodríguez. Diez años después de que comenzaran las excavaciones, el yacimiento arqueológico de La Orden-Seminario sigue aportando nuevos datos sobre el pasado de la ciudad de Huelva. Sus 23 hectáreas han dado –y seguirán dando- para muchos estudios, después de comprobar que desde el tercer milenio antes de Cristo esta zona ha sido habitada de manera ininterrumpida, hecho que ha supuesto la ampliación cronológica del poblamiento de la capital onubense en más de 2.000 años.
Por ello, podemos decir, sin lugar a dudas, que el Seminario es la intervención más importante de la última década en nuestra provincia, tanto por los recursos dedicados como por los resultados científicos obtenidos en él. A este respecto, uno de los últimos trabajos publicado sobre el yacimiento es el del arqueólogo onubense Cristóbal Batanero, cuya tesina, dirigida por el profesor de la Universidad de Huelva Juan Aurelio Pérez Macías, inicia un interesante y amplio campo de investigación: las necrópolis tardioantigua e islámicas localizadas durante los trabajos en el terreno.
La relevancia de estos cementerios reside en que son, prácticamente, los únicos vestigios de su clase hallados en la ciudad de Huelva y de los pocos localizados en toda la provincia. Las zonas del yacimiento del Seminario conocidas como Vial 2B, zona Verde y zona del Talud son en las que se concentran las 41 tumbas que componen estos camposantos de época tardía a islámica.
“Se tratarían de necrópolis de asentamientos rurales, no asociadas a la vetusta ciudad de Huelva porque están muy alejadas del grupo de población antiguo de la capital”, explica el propio arqueólogo responsable de la investigación. Además, Batanero añade que estos pequeños núcleos de población, modelos típicos de la tierra llana de Huelva en sus respectivas épocas, serían del tipo ‘villa’ en la época romana y ‘alquerías’ en la islámica y sus pobladores se dedicarían a la actividad agrícola y agropecuaria.
“Lo que sí es cierto es que, hasta la fecha, no se ha hallado el asentamiento rural al que estarían asociadas estas necrópolis”, puntúa el onubense, un dato que podría ser el punto de partida de futuras incursiones en los terrenos aledaños. Lo que sí se sabe es que estos cementerios, como casi todas las poblaciones rurales, se situaban en los márgenes de los caminos, en este caso concreto, del de la antigua vía romana de acceso norte a la ciudad de Huelva.
Necrópolis tardoantigua. Si se analizan de manera separada, la necrópolis tardoantigua o visigoda se localiza a unos 40 metros de distancia de las islámicas. Este cementerio correspondería –según los objetos hallados- a los siglos VI-VII y estaría compuesto por nueve tumbas o estructuras funerarias que fueron localizadas en el Vial 2B del yacimiento. Algunas tienen revestimiento de paredes de ladrillo y también cubiertas de lajas de pizarra, bloques de piedra y fragmentos de ladrillo.
El rito funerario por el que fueron enterrados los cuerpos es el típico de la época histórica: la inhumación del cadáver y su colocación en decúbito supino. Los individuos –todos hombres y una mujer, con un alto porcentaje de niños- están orientados, en general, en dirección este – oeste con la cabeza al oeste.
Sobre la tradición funeraria, Batanero hace algunas matizaciones: “esta necrópolis, aunque es de época visigoda, está asociada a un elemento poblacional de carácter hispanorromano. Hay que tener en cuenta que la Bética fue una de las zonas más romanizadas y por ello, a pesar de la llegada de los visigodos, lo hispanorromano persistía. Esto justifica que no encontremos en esta necrópolis elementos puramente visigodos en las tumbas, ni tampoco en aspectos que se deriven de estudios antropológicos ni de la cultura material. No podemos decir que sea una necrópolis visigoda en sí, sino de tradición hispanorromana”.
Cuatro de las nueve estructuras guardaban en su interior ajuares funerarios en forma de jarritas de unos 15-20 centímetros de altura, también típicas de este periodo, que se colocaban en el lado derecho del cráneo. “Las jarritas tienen un carácter simbólico, ritual, es una adopción del cristianismo”, explica Batanero. Asimismo, en una de estas tumbas, además de la jarrita, se han encontrado dos hebillas de cinturón, así como una hoja de hierro que pertenece a una herramienta para curtir la piel.
El posterior estudio antropológico de los restos de dicha tumba ha revelado que el individuo tenía patologías propias del trabajo que realizaba, el de curtidor, y también gracias al hallazgo de estos restos los arqueólogos han descubierto que había individuos que se dedicaban a la actividad artesanal, además de a la agropecuaria, algo que se deduce de sus “ajuares pobres”.
Por otro lado, Cristóbal Batanero destaca que hay algunos precedentes en la capital de necrópolis tardoantigua, ya que en 1976 Mariano del Amo y de la Hera, quien fuera director y conservador del Museo de Huelva, hizo algunas excavaciones en La Orden y encontró dos yacimientos, uno de época tardorromana y otro que se conoce como el de Nuestra Señora del Rocío. En este último sólo se documentó una tumba, también tardorromana y de fecha no anterior al siglo V. “Hoy sabemos que esta última formaba parte de la necrópolis tardoantigua del Seminario, primero porque localizar una estructura funeraria aislada es extraño –en aquel momento se estaban haciendo obras de urbanización en La Orden- y por otro, porque a esta tumba sólo la separa de la necrópolis del Seminario la carretera de la Ronda Exterior Norte, la que está frente al cementerio”, explica Batanero.
Así pues, esta necrópolis es, junto con la otra hallada en 1976 en La Orden, los únicos vestigios de época tardoantigua o visigoda localizados en Huelva capital, lo cual confiere una increíble relevancia al hallazgo.
Necrópolis islámicas. Del mismo modo, si hablamos de necrópolis islámica o maqbara (cementerio islámico) existen pocos ejemplos a nivel provincial y a nivel local la del Seminario es la única que se ha excavado hasta la fecha. “En realidad no es una necrópolis islámica, son dos consecutivas, una anterior a la otra, y las tumbas se reparten por el Vial 2B, la zona Verde y el Talud. Están próximas a la tardoantigua, separadas a unos 40 metros al norte de ésta”, indica el arqueólogo onubense.
La primera necrópolis islámica está compuesta por seis enterramientos en los que ya se aprecia el característico rito islámico: las tumbas están orientadas de este a oeste, los cadáveres se colocan en decúbito lateral con la cabeza al oeste y la cara mirando hacia el sureste.
La diferencia más destacable respecto a la necrópolis tardoantigua es que las tumbas son más sencillas, las fosas son más estrechas y pueden ser simples, es decir, sin revestimiento ni cubierta, o tener una cubierta hecha de tejas curvas o tejas islámicas. La austeridad de las tumbas va vinculada a los preceptos religiosos del Islam, donde se evita la ostentación y no se acompaña al cadáver ni con ajuares ni con efectos personales.
Ésta sería la necrópolis islámica más antigua de las dos presentes en el Seminario, fechada entre los siglos IX y X, encuadrada en el periodo Emiral-Caifal, y luego estaría otra de época Almohade, correspondiente al siglo XII. En ella se han hallado 26 enterramientos que pueden dividirse en dos grandes grupos a ambos lados de la anterior maqbara. En este caso, las estructuras funerarias, tanto de fosa simple como con cubierta de teja islámica, están construidas siguiendo el rito coránico más estricto: tumbas más estrechas y austeras que las anteriores; orientadas en dirección noreste-suroeste con el individuo en posición de decúbito lateral derecho con la cabecera al suroeste y la cara mirando al este.
Batanero pone de relieve que las dos necrópolis islámicas se han fechado de manera relativa, ya que al no tener ajuares funerarios esta labor se hace más difícil. Sin embargo, los arqueólogos han localizado estructuras, como fosas o silos, que se relacionan con las tumbas de esta época y que contienen materiales de relleno a partir de los cuales se ha podido establecer una cronología relativa de los enterramientos. Ello, por supuesto, unido a la comprobación del rito funerario, muy característico de un periodo histórico determinado: “en la primera necrópolis se observa una relajación en la aplicación de la norma coránica, mientras que en la segunda ésta se acata de manera más rigurosa”, matiza el experto.
Un ‘asesinato’ en el Seminario. Por otro lado, en el cementerio islámico, los arqueólogos han localizado un enterramiento extraño. En realidad no es una tumba, es un silo, una cavidad de almacenaje en la que, al excavar y alcanzar su fondo, han descubierto que alojaba los restos de un individuo que, por su posición, parece que fue arrojado de forma poco cuidadosa.
“Esta estructura está incluida en el estudio por su proximidad respecto a la necrópolis y porque parece que el silo es de época islámica –ello se deduce por los materiales que lo colmataban-. Pensamos que es un caso de muerte violenta, sobre todo porque en una zona de necrópolis un individuo que aparece en el fondo de un silo no es lógico y, segundo, porque su posición indica que ha sido enterrado de forma poco cuidadosa, no siguiendo el ritual islámico”, explica Batanero, quien además ha localizado documentación sobre otros casos de muerte violenta en otras localizaciones.
En suma, y al margen de la anécdota, estos tres cementerios estudiados en Las necrópolis tardoantigua e islámicas del yacimiento de La Orden-Seminario de Huelva por el arqueólogo onubense, han permitido conocer mejor el mundo funerario de estas épocas históricas, residiendo además su relevancia en que son, prácticamente, los únicos vestigios de su clase excavados hasta ahora en la capital.