Redacción. Nada mejor para despedir la primavera que lanzarse a la aventura controlada, muy de acuerdo con su personalidad, y mostrarse al público por primera vez en solitario, con su obra tan característica como pintora. Karina Müller, esta mujer que hace casi 20 años que abandonó su Alemania natal y que ha recorrido media España hasta encontrar un lugar que le ha cautivado, Ayamonte.
Este rincón sagrado de la geografía andaluza tiene para esta inquieta mujer, todo aquello que puede satisfacer sus deseos de motivación, tranquilidad, hospitalidad, un clima atractivo que junto, a un enclave que le permite divisar Portugal desde la azotea de su casa, le hacen único. Y el hecho de haber ido a poner su caballete junto a enormes pintores, le anima más por su relación con ellos y su constante aprendizaje, pues las paletas de Ayamonte son su mejor clase práctica en su camino de autodidacta de la pintura.
Esta mujer que anda sin sombras, ávida de aprendizaje constante, necesitada de buenos consejos y de lecciones que le vayan perfeccionando su técnica, sabe agradecer la generosidad de sus maestros los pintores y guarda como un gran tesoro, la amistad que le ofrecen a diario. Esos ánimos son los que la han llevado al Molino del Pintado para mostrar al público una veintena de trabajos donde se combina el paisaje, la danza o el retrato. Cuadros de distintos tamaño y combinando por igual el óleo y el acrílico, sin dejar constancia de su predilección por uno u otro color, adecuada a cada momento del día y a cada circunstancia que se le presenta. Sin embargo, ella tiene una enorme inclinación por el flamenco y por su mundo tan personal. La expresividad del gesto, la plasticidad del movimiento, la traducción de los sonidos, la comunión de cada una de las sensaciones con el propio pincel.
Karina es humilde, discreta y sabe que ha comenzado un camino, un difícil camino y mucho en una ciudad donde la pintura es arma en el escudo de la cultura ayamontina. Pero los ánimos de sus colegas, el reto que ello implica y su enorme valentía ante el lienzo y la misma vida, le hacen definirse como alguien para quien “el camino es el viaje”. Así es Karina Müller, una luchadora de la vida enamorada de la ciudad en la que vive y de los lienzos que transforma en sentimientos.
Hasta mediados del próximo mes de julio, estará visitable esta exposición que no tiene más ambición que mostrarse al público, desnudarse sin complejos y esperar que su inquietud le ayude en el camino del aprendizaje diario del color, la composición y el mensaje. Suerte Karina.