José Luis Rúa. Se mantiene el ritmo de trabajo por parte de los responsables de ‘Los libros del estraperlo’ en Ayamonte. Nuevas revisiones, trabajos de maquetación, libros que salen de imprenta y la última fase donde la obra, de manos de su propio autor, se presenta al público. Eso es lo que sucedió en la sala Gómez Feu del Centro Cultural Casa Grande, la otra noche, durante la presentación del libro de Ricardo Álamo, Estaciones de paso.
Antonio Miravent abrió el encuentro con breves pinceladas de lo que iba a suceder. La sala, quizás porque lo requería la ocasión, justa de luz y sobrante de ilusión y buenas palabras. Mucho público, sosegado, inquieto y expectante a la vez, por escuchar primero y por tener después en sus manos el libro.
José Antonio Rodríguez Tous, profesor, escritor, columnista de El Mundo, creador de revistas literarias desaparecidas y que se guardan en el recuerdo, como Rara Avis o la huelvana, El fantasma de la Glorieta. Viejo profesor, consejero y amigo del autor, Ricardo Álamo, fue el encargado de decir algo más que palabras de protocolo y buen hacer. Fue quien transmitió a Ricardo su vocación filosófica, quien le publicó en su revista Er y quien ha sabido mantener la relación de amigo con el paso del tiempo. Estaciones de paso es una secuencia de relatos muy cortos, microrrelatos que hablan del tiempo y que llenan el tiempo de Álamo. Repleto de citas por todas páginas, de vivencias o de sueños que ahora toman vuelo para ser compartidos.
Ricardo Álamo es profesor de filosofía en el Puerto de Santa María. Formado en la Universidad de Barcelona y nómada de centros educativos durante cierto tiempo por Córdoba y Cádiz. Lucha contra su propia concepción de la enseñanza al ver como sus ideales y la realidad, son mundos enfrentados. Su afán por la lectura, por dejar los libros deambular libremente por los pasillos y las aulas, se encuentra con una administración más pendiente de pedir justificación del fracaso escolar al profesor que de pedirle al alumno más entrega en su propia misión educativa. Los alumnos de hoy -Ricardo fue alumno mío- difieren de los de ayer. La desmotivación general, la indolencia, la ausencia de la cultura del esfuerzo, los libros de siempre a cambio de nuevas tecnologías, los métodos poco reflexivos y las horas vacías, son el nuevo sello.
El profesor se dejó llevar por el nerviosismo de verse ante su público, su familia, sus amigos. Su mirada cómplice dirigida al profesor que le precedió. Su voz, desgranando poco a poco el camino creativo y las inquietudes reales o ficticias que le obligan a dibujar en unas hojas sin forma previa, hasta la llegada del cierre de cada una de las estaciones. Imaginarium fue su primer trabajo y ahora Estaciones de paso, que se abre camino en busca de buen puerto. Dió algunas pistas sobre lo que el lector se va a encontrar cuando saboree entre sus manos esta obra, que silenciosamente lucha contra esas modernidades que a muchos les pierden. El libro de papel, las historias en la mano, las reflexiones a pie de página son la esencia de lo que muchos no queremos perder.
Y finalmente se pudo saborear alguna versión de jazz de la voz y la guitarra de Manuel Rodríguez, amigo y compañero de Ricardo. Y nada mejor para cerrar la noche que disponer de la dedicatoria del autor en el ejemplar, que formará parte de la biblioteca de siempre, de nuestros conocidos de siempre, de los escritores con futuro.
Estaciones de paso abre las puertas de los escritores ayamontinos y amplía la colección nacida a la vera de la Foz do Guadiana. Bienvenido Ricardo, estás en tu casa.