Redacción. Un investigador de la Universidad de Huelva, Juan Alguacil, forma parte del equipo de científicos del proyecto Mobi-Kids, el cual persigue conocer cómo aparecen y se desarrollan los tumores malignos de la infancia para poder buscar soluciones y prevenir este problema, cuyo repunte parece estar asociado al uso de teléfonos móviles por parte de los menores.
Desde que en 2011, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) nominara a los campos de radiofrecuencia utilizados por los teléfonos móviles como candidatos a elementos cancerígenos, la ciencia ha alimentado aún más las sospechas, sobre todo a partir del incremento de casos en segmentos de población que anteriormente eran casi residuales: los jóvenes entre 12 y 25 años. O visto de otra forma, el repunte de casos de tumores cerebrales entre los usuarios más feroces de las nuevas tecnologías. Atrás quedan otros factores como el estilo de vida, el tabaquismo o la alimentación. Los smartphones, tablets y de las redes wifi son hoy nuevos e importantes elementos a tener en cuenta.
La inquietud por conocer cómo aparecen y se desarrollan los tumores malignos de la infancia, la segunda neoplasia maligna más frecuente tras la leucemia, ha llevado a 16 países (entre los que se encuentran España, Taiwán, Nueva Zelanda, Canadá, Corea del Sur o India) a realizar un extenso trabajo de campo a través del proyecto Mobi-Kids con más de 1.000 jóvenes participantes con edades comprendidas entre los 10 y 24 años (uno de ellos de Huelva) y con tumores cerebrales. Los investigadores que participan en el proyecto, entre los que se encuentran Juan Alguacil -de la Universidad de Huelva- enfrentarán los datos recabados a partir de esta cohorte con los obtenidos a partir de otros 2.000 jóvenes sanos que también se han sumado al estudio.
Los promotores del trabajo consideran que “la incidencia de estos tumores en los jóvenes menores de 20 años de edad se ha incrementado recientemente y, aunque la supervivencia ha mejorado considerablemente, la prevención de los tumores cerebrales es un reto”. Los resultados serán publicados entre este año y el próximo. Alguacil admite que hasta ahora poco se sabe sobre los factores de riesgo. Algunos de ellos, como la exposición a la radiación ionizante o a productos químicos, pesticidas, plaguicidas, campos electromagnéticos o los consabidos antecedentes familiares pueden estar asociados igualmente con la aparición de neoplasias. Sin embargo, los casos registrados debido al uso de teléfonos móviles y otras tecnologías se han incrementado dramáticamente en la última década, especialmente entre los niños, “y su papel en el desarrollo de cáncer cerebral en los jóvenes, como ya ha quedado demostrado”, no se ha estudiado con detalle.
Para ofrecer respuestas, la metodología empleada por los investigadores propone cuestionarios detallados con preguntas sobre factores demográficos y de riesgo, historial de residencia y frecuencia de uso de los teléfonos móviles. “Uno de los problemas en el estudio de los factores de riesgo ambientales y el cáncer cerebral entre los jóvenes ha sido el número limitado de niños incluidos en los estudios anteriores. Aunque la frecuencia de cáncer cerebral puede haber aumentado en los jóvenes en las últimas décadas, sigue siendo una enfermedad poco frecuente, afortunadamente. Por tanto, se necesitan estudios internacionales para responder a estas preguntas”, subrayan los expertos. Para Juan Alguacil, “no hay evidencias científicas de una relación entre tumores cerebrales y ondas electromagnéticas o radiaciones, pero este estudio viene a ofrecernos pistas más fiables al respecto”.
El investigador de la UHU, que trabaja estrechamente con la coordinadora del proyecto Elisabeth Cardis, del Centro de Investigación de Epidemiología Ambiental (CREAL), y expertos de todos los servicios de neuropediatría de los principales hospitales andaluces, asegura que existe más información sobre cómo repercuten estas radiaciones a escala celular o en ensayos con animales “que en humanos”. El proyecto Mobi-Kids, financiado por la Comisión Europea, el Ministerio de Ciencia e Innovación y el Instituto de Salud Carlos III, ha finalizado el periodo de reclutamiento de voluntarios (enfermos y no enfermos) y comenzará en breve la fase de análisis de datos. La Consejería de Igualdad, Salud y Políticas Sociales de la Junta de Andalucía ha financiado parte de este estudio.