P.C.G. La última etapa de la vida de Miguel Hernández (1910-1942) no fue precisamente un camino de rosas. Apresado en tierras portuguesas, cerca de Moura, el día 3 de mayo de 1939, comenzó una ruta carcelaria cuya primera parada fue el municipio onubense de Rosal de la Frontera. Sin embargo, hoy la cárcel que privó de libertad al poeta alicantino es precisamente todo lo contrario, un canto aperturista a la cultura y un homenaje a su figura: «La buena noticia está precisamente ahí, en que un lugar de oscuridad como es una cárcel se haya transformado primero en biblioteca pública con libros de poesía y luego en centro de interpretación de la vida de Miguel Hernández y su paso por Rosal y por Huelva. Es, por tanto, un homenaje a su figura y a la de todos los poetas y cómo no al pueblo de Rosal de la Frontera», explica el poeta y director del centro Augusto Thassio.
El poeta y dramaturgo llegó al municipio onubense con 29 años, en mayo de 1939, y aunque sufrió mucho en la cárcel rosalina donde perdió la audición de un oído y llegó a orinar sangre, para no preocupar a su mujer Josefina y a sabiendas que la censura leía los documentos que salían de la prisión, le escribió una carta con fecha del 6 de mayo de 1939 que se conserva hoy en el centro en la que le dibujaba un panorama totalmente distinto al que estaba viviendo: le contaba que estaba bien de salud, que le trataban y le daban de comer bien y que confiaba en la justicia de Franco.
En cualquier caso, en esos escasos cinco días que pasó en Rosal no faltaron las anécdotas positivas y las historias conmovedoras de su paso por Huelva como la que protagonizó con el preso con el que compartió celda y su mujer: Francisco y Manuela. Tal y como relata Augusto, Manuela hablaba con su marido a través de un ventanuco por el que también le pasaba una talega con comida. Un día Francisco le pide a Manuela más comida para «un poeta, un escritor de esos que escribe libros». Manuela le contesta que tienen tres hijos y que la cosa está difícil y el reo le dice que «este tiene más hambre que todos los niños de Rosal de la Frontera juntos».
La propia Manuela relató a Thassio que tenían un chorizo colgado del techo de la cocina al que sus hijos llamaban San Isidro, como el patrón de Rosal de la Frontera y les decía: «el día que salga papá nos lo comemos». Cada día Manuela preguntaba al vigilante de la prisión cuándo iban a trasladar a su marido, hasta que uno de esos días el vigilante le contesta que «se llevan al escritor a la prisión provincial». Manuela cortó entonces un chorizo y lo envolvió en papel de estraza que entregó a Miguel a su salida de la prisión, los dos se fundieron en un abrazo y el poeta le correspondió con un poema que había escrito en su celda de Rosal, precisamente también sobre un papel de estraza. Manuela no sabía leer y le preguntó a Miguel Hernández, quien le contestó que solamente eran unas líneas agradeciéndoles a ella y su marido todo el cariño que le habían demostrado en los cinco días que estuvo en la cárcel de Rosal.
Asimismo, Miguel Hernández, le prometió que cuando saliera volvería y pasearían por las calles de Rosal. Ese poema que el alicantino escribió a la mujer de Francisco por sus atenciones se encuentra actualmente en paradero desconocido. Tal y como relata el también escritor, estudioso y colaborador de la Fundación Cultural Miguel Hernández de Orihuela, Ramón Fernández Palmeral: «Miguel escribió el poema para su compañero de celda, un contrabandista al que creo que llamaban ‘El guapo’ y lo entregó a su mujer. Esta se lo prestó a un maestro y desgraciadamente se perdió».
Fernández Palmeral es autor del libro Miguel Hernández, el poeta del pueblo, donde se recoge la trayectoria del dramaturgo de Orihuela y su paso por la provincia de Huelva. Una obra que recoge lo rocambolesco de los procesos judiciales a los que fue sometido Miguel Hernández «por su adhesión a la rebelión militar. Había una ley de responsabilidades políticas con la que el régimen franquista condenó a todo aquel que fuera contra el movimiento nacional. Miguel defendió las ideas propias de la república, entre otros en su poemario Viento del Pueblo y fue un icono de la resistencia republicana, el paradigma de los presos de la república y un líder en las cárceles».
Tanto fue así que, en aquella época como eran los presos los que llevaban el papeleo y los temas burocráticos, los atestados que se hicieron en Huelva para que el gobernador civil los mandara al juzgado Madrid y al director general de Seguridad en Madrid, «se perdieron. En ellos se exponía que lo que Miguel Hernández había cometido no era un delito, sino una infracción administrativa por paso clandestino de la frontera.
También recoge Fernández Palmeral en su obra, en la que se desmienten algunos mitos sobre el periplo carcelario del poeta y dramaturgo alicantino, que «Sánchez Maza, Ridruejo y Cossío intercedieron ante Franco que era el encargado de firmar la ejecutoria en los Consejos de Guerra contra Miguel Hernández, advirtiéndole de que iba a tener otro caso como el de Federico García Lorca y se le iba a echar la prensa internacional encima. Por eso lo condenó a 30 años que luego se redujeron a 20″, explica Ramón Fernández.
Miguel pasó de Rosal de la Frontera a la prisión provincial de Huelva, de allí a Sevilla y de ahí a Madrid, Alicante, Madrid otra vez y Palencia, donde sufrió una pulmonía, y continúo su vuelta con alguna parada más en otras cárceles españolas hasta llegar de nuevo a Alicante donde murió en 1942 de tuberculosis, fiel a sus ideas y sin recibir asistencia médica en la prisión.
Rosal, Miguel Hernández y Portugal
El merecido homenaje de Rosal de la Frontera al poeta de Orihuela se materializa en un busto de bronce con alas, obra del escultor Alberto Germán Franco ubicada muy cerca del lugar en el que fue entregado el 4 de mayo de 1939 y en el centro de interpretación impulsado por Augusto Thassio y el Ayuntamiento de Rosal.
Para Fernández Palmeral, el Centro de Interpretación de Rosal de la Frontera es muy buena idea porque «contribuye a dar a Miguel Hernández una proyección nacional e internacional. Una de las líneas de la fundación es llevarlo a las aulas y que sean los jóvenes los que impulsen su figura, para que se rescate del olvido en determinados sitios y que se conozca la historia y la injusticia de su encarcelamiento».
El pasado 28 de marzo se conmemoraba el aniversario de la muerte del dramaturgo considerado de la generación del 27, aunque pertenecía por edad a la del 36, con un encuentro de poetas andaluces, marroquíes y portugueses, impulsado también por Thassio en el que se recitaron poemas y se contó con la presencia de la nuera de Miguel Hernández, Lucía Izquierdo, quien también estuvo presente en el centenario de su nacimiento en 2010.
Asimismo, Augusto está promoviendo el homenaje al poeta alicantino en tierras portuguesas donde «ya hay un monolito y un paseo en Vilaverde de Fiscaio, un paseo en Santo Aleixo, primer pueblo que pisó Miguel, y en Moura los jardines de un antiguo palacio llevan su nombre».
Con los reconocimientos del municipio onubense y el impulso en tierras portuguesas, Rosal de la Frontera «sana las heridas» de Miguel Hernández y le rinde merecido homenaje a su figura en Huelva.