Ramón Llanes. En asuntos cercanos resulta imprescindible fijar los sentidos en estas manifestaciones nuestras que tanta atención y valor etnográfico aportan a la antropología de estos lugares. El Andévalo es un resumen magnánimo y fiel de ese detalle; cada año en cada primero de mayo se celebra, con el boato popular adquirido, la Romería en honor a San Benito Abad, en un espacio especialmente bello, donde los habitantes de El Cerro aúnan fervor y tradiciones para convertir la efemérides en un compendio de salvedades de estética dignas solo de la admiración y aceptación del tiempo.
No es imposible encontrar paisaje, paraje, fórmula, persona, orden, respeto y excelencia, donde todo esté adecuadamente coordinado con la más perfecta alegoría a la vida o donde todo sea tan naturalmente armónico que parezca la más bella sinfonía escrita en un pentagrama de humanidad, no es imposible porque aquí se encuentra. El sistema universal, en cosmos espiritual y vivo, mueve este mundo de delicias concentradas en la silueta quizá más humilde de su dominio pero a la vez en la más apasionante manera de entender la conservación de los pilares de la existencia. El Cerro es un manantial de todas esas cosas bellas que refieren singularidades a modo de música, danza, traje, protocolos y seriedad, capaces de mantener en la misma altura, siglo tras siglo, una idiosincrasia con base en la historia, en su propia historia escrita trazo a trazo por ellos mismos, en honor a su deber de custodiar la estética fundamental de sus costumbres. Ellos lo saben pero no presumen, no son altivos ni chauvinistas, se limitan a continuar con sus formas y desoír todo cuanto murmullo de cambio se oiga en el mundo.
Han formado un universo particular y único y se dedican a perpetuarlo, con lo que ello significa de grandeza, de patriotismo ético y de valentía.
Ahora es su tiempo nuevo donde María Sampedro y Domingo pondrán otro sofisma más a ese calor de Mayordomía para más embellecimiento, más clamor y más felicidad. Con idéntica causa que los antiguos sambeniteros, con la misma capacidad, con el mismo sueño. Seres de puro ancestro, hechos a la imagen de los hombres y mujeres, prolongación de una estirpe sin precedentes. Por ellos, una columna de consideración admirada desde esta otra parte del mundo con alma y afecto.