Ángel Custodio. En la postguerra y hasta los años setenta del siglo pasado, hubo una censura para las obras literarias. Desde su inicio el responsable era el Departamento de Orientación Literaria, y si querías publicar algún libro o comentario en prensa, era necesario pasar por la “criba” de unos señores con criterios arcaicos e influenciados por el fervor patriótico que se vivía entonces, con los que se convertían hasta en peligrosos.
Los censores eran personas muy estrictas para cumplir las instrucciones que recibían de sus superiores y, hubo momentos, en los que las rectificaciones fueron peores que los originales.
Hace unos días y en una entrevista que le hicieron en radio al escritor Juan Marsé, sobre la censura de aquella época, comentó que una vez fue llamado por el censor de turno, para exponerle unas objeciones sobre una novela que quería publicar y este le dijo: Juan, en este capítulo mencionas tres veces la palabra “muslos”, sería mejor que la mencionaras solo una y rectificando “muslos” por “entrepierna”.
Era terrible para un autor dar forma a los textos sin incurrir en una palabra que encajase en la obra prevista, . Muchas veces. el corto y estricto entendimiento de aquellos hombres, tenías que acertar para que no ofendiese la moral de las personas que pudieran leer aquellos pasajes.
Para combatir la rigidez de la censura, que hacía que no nos llegasen muchas publicaciones a nuestro país, nació una editorial en Francia, tutelada por exiliados españoles, que publicaba unos libros atacando al Régimen, y que llegaban a España por medios inverosímiles y después circulaban de mano en mano.
Si alguien tenía la mala suerte que le cogieran con un libro de estos, sa caía con todo el equipo.
La mayor obsesión de los censores era la pornografía. Bajo su sutíl criterio, y recuerdo que en un viaje que hice a Suecia por aquella época, todos traíamos entre las ropas y camuflados en la maleta, algún libro o revista subidita de tono. Muchos recurriendo a las ropas interiores de las señoras u ocultas en los lugares más imposibles del equipaje.