HBN. Son muchos los municipios que conforman la provincia de Huelva y variadas las costumbres y festejos, los vocablos, los acentos incluso, por poner como ejemplo, que en ellos se dan. De los 79 pueblos que dibujan el mapa onubense al completo, hemos querido saber qué ocurre en aquellos con menos de 300 habitantes por estas fechas, qué se festeja, a quién se adora y cómo se vive la Semana Santa.
Para empezar, las cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística (INE), con fecha actualizada de enero de 2014, ponen de manifiesto que en nuestra provincia existen poco más de una decena de municipios con un censo inferior a los 300 habitantes. Poblaciones hermosas como Valdelarco, con 227 habitantes empadronados, Linares de la Sierra, con 230, o Hinojales, con 289. Lugares en los que gracias a la baja densidad demográfica se puede disfrutar de muchas ventajas: escasa contaminación, alta calidad de vida e incluso un sistema de Gobierno de Concejo Abierto, o lo que es lo mismo, una toma de decisiones del pueblo, sin intermediarios, algo que solo ocurre en Cumbres de Enmedio, con 48 habitantes, un sueño para muchos ciudadanos hoy en día.
El Domingo de Ramos, día de inicio y uno de los más simbólicos de todos, se celebra con las típicas palmas. Pocas diferencias hay en esta celebración entre un municipio y otro. Por ejemplo, en Hinojales, municipio serrano, los vecinos portan ramas de olivo y palma hasta la plaza de la Cruz, donde el cura, Don Antonio Lucena, los bendice y da paso a una procesión hasta la iglesia. En muchos otros rincones, las palmas decoran las fachadas, tal y como sucede en Cortelazor, también ubicado en plena Sierra, mientras que en otros se celebra una misa a continuación.
El resto de la semana suele transcurrir con más calma en cuanto a actos cofrades se refiere en estos municipios poco poblados, a diferencia de la frenética actividad de las grandes ciudades. Hasta el Jueves Santo, día en el que la afluencia de visitantes empieza a ser mayor, reina la tranquilidad habitual. En Los Marines, con 280 habitantes censados, tiene lugar una histórica procesión después de celebrarse los santos oficios en la iglesia. A partir de las diez de la noche, procesionan la Virgen del Mayor Dolor y el Cristo del Perdón por las calles del pueblo.
En los actos propios del Viernes Santo es digna de mención la procesión de la Virgen de los Dolores en Hinojales, que es llevada exclusivamente por las mujeres del pueblo, o panzonas, de cuatro en cuatro, siendo los turnos espontáneos y decididos sobre la marcha. Otras muchas imágenes de la Virgen de los Dolores se sacan en procesión en los pueblos más pequeños de nuestra provincia, como en Cortelazor, Linares de la Sierra, Castaño del Robledo o La Nava, con la salvedad de que dependiendo de su tradición histórica en algunos tiene lugar durante el Jueves Santo.
Durante el Sábado Santo en Cortelazor, un vecino del pueblo que ha tenido en la entrada de su vivienda durante toda la semana una imagen del Señor Resucitado con decoraciones típicas del lugar a base de flores y laurel, entre otros enseres, permite que los vecinos se agolpen a las puertas de su casa para ver cómo el Santo se dirige en procesión hacia la iglesia. Al día siguiente, bien temprano, la más antigua de las procesiones de la provincia tiene lugar a las siete de la mañana, donde los portadores de las imágenes llevan a cabo los saludos y reverencias de la Virgen de los Dolores y su hijo resucitado.
Ya el Domingo de Resurrección el ambiente de todos estos municipios se torna un poco más festivo. En La Nava, este domingo se conoce como la ‘salida del huevo y del bollo’, que no es otra tradición que acudir al campo a pasar el día con los niños. Antiguamente, los padrinos regalaban a sus ahijados un bollo relleno con un huevo pintado con cáscara de cebolla y, aunque la tradición no se ha perdido, ya no es un obsequio exclusivo de los padrinos. También se celebra el ‘Día del Bollo’ en Valdelarco, concretamente en una zona conocida como Puerto Lanchar. Una tradición que mantienen pocos rincones, como es el caso de Cortelazor, es la quema del Judas, que consiste en la elaboración de un muñeco parecido a un espantapájaros y su quema posterior por los más jóvenes del pueblo.
Costumbres todas que corren el riesgo de disiparse con el tiempo si no nos encargamos de ponerlas en valor o de acercarnos para admirar la sencillez y, en especial, la devoción y el cariño con el que han perdurado hasta estos días.