P.C.G. Son muchos los misterios que rodean a la invención de la pólvora. Tantos que a día de hoy se desconoce cómo se descubrió. Aunque chinos, griegos, árabes y alemanes se disputan el honor de haber sido pioneros en aparición y uso militar en las llamadas bocas de fuego, las teorías más extendidas localizan geográficamente y datan su origen, en China, en el siglo IX (1044).
Algunas hipótesis avalan la teoría de que fueron alquimistas chinos los que, en busca de un elixir de la vida eterna, acabaron por inventar una de las sustancias que más ha influido en la historia de la humanidad. De hecho, algunos de sus componentes se utilizaban con carácter medicinal, para tratar síntomas o afecciones físicas como la pérdida del pelo.
Otros mitos apuntan a que fue un accidente de cocina y otros a que fue tratando de fabricar fuegos artificiales.
Sea como fuere, de China el uso militar de la pólvora pasó a Japón y de ahí al resto de Europa. De acuerdo con el historiador Ramón Sala, fueron los árabes a través de los moros africanos los que la introdujeron en la Península Ibérica.
Y es aquí donde vuelve a relacionarse el nombre de Huelva con un hito importante de la historia, ya que hay quienes avalan la teoría de que el sitio de la ciudad de Niebla fue el escenario en el que se utilizó por primera vez la pólvora con fines militares en 1262.
Aunque algunos historiadores opinan que no existen suficientes pruebas documentales que permitan constatar este hecho, lo cierto es que Niebla suena siempre cuando se habla de la llegada de la pólvora a la Península.
Quienes defienden el origen iliplense de la munición toman como fuente de referencia una crónica de Alfonso X El Sabio que data de unos 100 años después del asedio cristiano a la ciudad de Niebla, en el que los árabes la emplearían para defenderse.
En concreto se apoyan en el siguiente fragmento para defender su postura: “E porque el Algarbe tenían todo los moros, e la cabeça desto era Niebla, de que era entonces señor un moro que dezían Abén Mafod, el rey mando llamar a los (ricos) omnes de su reyno e a todos los fijosdalgo et los de los conçejos, e sacó hueste e fizo çercar la villa de Niebla. E desque y llegó mandó asentar los reales e pusyéronles muchos engennos como quier que en algund tiempo la villa era muy fortalezida e bien çercada de buen muro e de buenas torres e labrados todas de piedra”.
De este extracto hay quienes, para dar fe a que el sitio de Niebla fue el primer escenario testigo del uso de la pólvora en la Península Ibérica, han tomado la palabra engennos, que traducida significa ingenios y se refiere a los cañones de aquella época, como la primera mención documental del término armas de fuego. No queda totalmente especificado que fueran de fuego, por lo que con esa palabra quizás Alfonso X el Sabio estaba haciendo referencia algún tipo de armamento de asedio medieval, no necesariamente de fuego.
En cualquier caso, según recoge un cuaderno de notas de la Asociación Onubense de Modelismo Estático titulado Niebla siglo XIII: primera utilización militar de la pólvora en la Península Ibérica, la primera constatación de la palabra pólvora por parte de los árabes para una mezcla explosiva aparece en 1240 y se atribuye al científico y botánico malagueño , quien menciona de manera inequívoca el refinado de nitrato potásico (el salitre), componente clave de la explosión. Este elemento puede encontrarse de forma natural en las cuevas mediterráneas en forma de eflorescencia.
Esta teoría que desbanca la que ubica la atribución de la pólvora a manos del monje franciscano inglés Roger Bacon 20 años más tarde (1260), quien ya la menciona en sus escritos con los componentes exactos, de manera más refinada que Baitar, podría relacionarse y quizás avalar el protagonismo iliplense en su utilización pionera en la Península Ibérica.
En cualquier caso, parece claro que fue en algún lugar de Al-Andalus donde se produjo este hito, ya que es el sitio de Algeciras en 1344 por parte de Alfonso XI el que compite con Niebla por ese honor. El fragmento del documento que así lo aterstigua recoge: “Et otrosí muchas pellas de fierro que les lanzaban con truenos, de que los omnes habían muy grand espanto, ça en cualquier miembro del ome que diese, levábalo a cercén, como si ge lo cortasen con cochiello”.
El término pellas de fierro es el que, quienes defienden esta otra hipótesis, toman como referencia a la pólvora, ya que aducen que describe una especie de proyectiles artilleros.
En cualquier caso, aunque lo de Niebla no está del todo constatado, no es del todo descabellado pensar que así fuera. Lo que sí está claro es que la provincia de Huelva está ligada a este y a otros muchos episodios curiosos y anecdóticos de la historia mundial contemporánea y que guarda entre sus fronteras grandes tesoros patrimoniales de la misma.