(Las imágenes y el texto de este artículo, no corresponden a los contenidos del libro «Casinos de Huelva»)
Salomé de Miguel.
Gupo Azoteas
Atrios de monasterios y pórticos de iglesias, son lugares construidos por y para las relaciones. Donde la lluvia no impide las reuniones y el ambiente acogedor invita a estar y conversar. Y a sentir el placer de la compañía, que no es cosa nueva en los casinos, sino que ha acompañado a los humanos desde siempre.
Como los casinos son cosa nuestra y de nuestro tiempo, creemos que lo que se hace en ellos son costumbres nacidas con estas entidades y que antes de ello solamente existía el hombre y una oscura nube sobre sus actividades durante el asueto. Pero es bueno echar una mirada al pasado y percibir que lo de los casinos no es un invento nuestro ni de nuestro tiempo. Por el contrario, los casinos solamente recogieron para sus salones costumbres que heredaron de sumerios, egipcios, mayas, romanos y castellanos medievales. Y de mineros tartesios, que también hacían lo mismo durante su asueto.
Pero, y esto es lo verdaderamente elogiable, gracias a los movimientos sociales del siglo XIX y a las iniciativas de una clase pudiente, se crearon las sedes y los entornos de los casinos. Aunque en su interior no se hiciera nada nuevo bajo el sol, sí hay que pregonar bien alto que fue una hermosa e inteligente manera de dar personalidad y criterio a lo que se venía haciendo desde tiempos cercanos al Paraíso. Ese es el gran mérito de los casinos. Sobre todo los de Andalucía.
Pero volvamos a nuestra Edad Media, para retomar los fundamentos de un ocio que ya nos dejó muestra de sus maneras.
Las iglesias de esta época parecen hechas para satisfacer las necesidades de relaciones de los hombres. Pórticos que protegen de las inclemencias y acogen reuniones, explanadas para estar y jugar a la pelota contra el muro de la iglesia y pórticos elevados en el terreno, que posibilitan una visión amplia de la zona. Para mirar.
Caserío a su alrededor, pero por debajo, de manera que sea la iglesia el otero desde el que se pudiera «mirar» con predominio. Porque la iglesia de cada pueblo era lugar habitual que la gente usaba para todo. Incluso para las reuniones del ayuntamiento, que a falta de casa propia adecuada, celebraba sus actos en atrios y soportales. Allí se debatía y se acordaba, que un buen soportal es lugar adecuado para estar cobijado en decisiones importantes. Y muretes a modo de asientos. Y campana para avisar.
Los casinos no están en lugar alto que domine la población, por simple estructura urbana moderna, pero también por otra razón que no se debe olvidar: Están en lugares de privilegio, desde el que se domina la vida local, cerca de los poderes fácticos y en zonas de relaciones garantizadas. Para mirar bien lo que pasa.
En las iglesias de la Edad Media había dos tipos de actividades: Fuera, actos y reuniones, debates, concejos, celebraciones y conjuras. El interior, para el rito. Explanada, atrios y soportales, para todo lo demás. Incluso para que los ayuntamientos celebraran en ellos reuniones decisorias y debates municipales.
Lo adecuado es que el lugar común esté en cota principal y dominante, porque resulta mejor para los fines sociales de la comunidad.
Pero más importante que todo ese uso colectivo y ortodoxo, está esa otra presencia de los hombres en soportales y atrios, para espontáneas reuniones con los amigos, para la charla o los tratos. Y para pequeñas asambleas reivindicativas de amigos que deseaban compartir quejas y lamentos.
Los soportales eran lugar para «salir de casa», para una escapadita con los amigos y tener esa charla sosegada que deja el cuerpo ejercitado y el alma calmada. Sobre todo en el frio invierno de la meseta. De ahí, a casa a cenar, que alguien habrá preparado el plato.
Los atrios y soportales han sido en esta época lugar de paso a la iglesia para los ritos y actos del culto, como el zaguán de nuestras casas del Sur.
Pero, para los hombres, era también (¿Era?) lugar de ocio, en el que fundamentalmente se hacían las tres perlas de las relaciones: Estar, charlar y mirar.
A mí me parece especialmente importante la tercera, porque mirar ofrece un magnífico abanico de placeres, que nadie confiesa pero que tampoco evitan.
Como en los casinos actuales.
Los soportales y fachadas de las iglesias románicas son excelentes oteros para disfrutar de un entorno dinámico. Lo importante (Que lo es) no es sólo lo que la vista alcanza, sino quienes ante la vista transitan.
Por eso es habitual (en el Sur) ver a los mayores sentados en lugares públicos (plazas), porque ver a la gente en el diario trajín es atractivo. Es un ocio solitario que no necesita compañeros de partida. Satisface a eso que llamamos curiosidad. Y distrae al personal. Ahora y en la Edad Media. En esto no hay diferencias. Solamente en las formas y lugares.
En los casinos también existe este ocio solitario. Porque hay socios que van al casino a sentarse (dentro o fuera) solamente a ver, a mirar. Ojo, que no es forma de cotilleo, sino de la más sana curiosidad humana.
Pues en la Edad Media, igual. Tal cual. Pero sin móviles ni aviones, dos de las causas de la falta de sosiego en la vida diaria.
Esa misma tendencia del hombre a estar quietos, mirando, aunque se esté sólo, se satisfacía en los bancos de piedra de las fachadas de las iglesias o protegidos del frio bajo en acogedor soportal.
Lugar de encuentro y de relaciones. Como los casinos. Lugar en el que encontramos a los amigos para charlar. Como los casinos. Lugar en el que podemos estar, cuando queramos salir de casa un rato, una vez cumplidas las obligaciones laborales o familiares. Como los casinos.
En los monasterios, la cultura vive en forma de libros, códices y pergaminos, que eran propiedad de los religiosos. Fuentes del saber monacal, que ha permitido que actualmente tengamos un conocimiento riguroso de la realidad de otros tiempos. Es el gran logro de la iglesia medieval. Bueno, uno de los grandes logros, porque hay otro que no le va a la zaga: La escultura.
En las bibliotecas de los monasterios, la cultura. Pero en los relieves de los frisos, las arquivoltas y los capiteles, la enciclopedia que educaba y enseñaba a los del pueblo los diversos aspectos de la cultura popular. En estos relieves se mostraba a la gente información religiosa, histórica y del ocio, en sus formas de juegos y competiciones. Aquí el pueblo llano recibía información de cómo era el mundo de su alrededor, a falta de otras informaciones menos interesadas. Eran estas esculturas como la enciclopedia medieval para los humildes. Y hoy son para nosotros, un magnífico referente de la vida cotidiana en aquellos pueblos.
Y en estos lugares, juegos y competiciones, dejados por los maestros escultores y los canteros, como quien escribe un libro para la posteridad. Porque en estos lugares, atrios, pórticos y galerías, es donde la gente se reunía para sus relaciones sociales y era el lugar adecuado para poner ese «cartel» maravilloso de la información en piedra.
Y son los casinos, hijos de los ateneos y asociaciones culturales y de ocio encubierto, los que recibieron el derecho y el deber de dar cobijo a la cultura, que no es más que la enciclopedia del ocio. Son los casinos lugares en los que se dan las condiciones adecuadas para heredar el derecho a ser la sede de los tres pecados de los hombres. Sin frio, sin oscurantismo, sin el oropel de los salones del XVIII, sin el predominio de clases ni filiaciones, sin la vigilancia de los mentideros, … . Los casinos tienen un valor enciclopédico incuestionable y admirable: Son la memoria histórica de los pueblos, porque en sus actas y en la transmisión oral de los recuerdos, está la verdadera reseña de la vida social de más de un siglo. En ningún sitio hay escrita tanta historia como en la mente de los que la han vivido. En ningún libro hay tantos datos, como en las conversaciones transmitidas a lo largo de los años por lo socios en los salones.
Solamente en la Edad Media hubo condiciones tan humanas para algo tan elevado como las relaciones populares. Atrios, pórticos y claustros, fueron templos de la cultura y del afán de «estar» los hombres. Las iglesias y los monasterios, en tiempos duros, dieron a los hombres y a «su cultura» el cobijo adecuado al momento.
En esos lugares, los hombres se relacionaban: Estaban, charlaban y miraban. A falta de casinos …
Y jugaban, que es algo que veremos en unos días. Porque jugar es el complemento a los pecados anteriores. El caso es pecar.
Como debe ser.
Equipo Azoteas
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2 comentarios en «Los Casinos y la Historia: Relaciones II»
Coincido en todo con Salomé:
1-Y son los casinos, hijos de los ateneos y asociaciones culturales y de ocio encubierto, los que recibieron el derecho y el deber de dar cobijo a la cultura, que no es más que la enciclopedia del ocio.
2-Los casinos tienen un valor enciclopédico incuestionable y admirable: Son la memoria histórica de los pueblos, porque en sus actas y en la transmisión oral de los recuerdos, está la verdadera reseña de la vida social de más de un siglo.
3-Las iglesias y los monasterios, en tiempos duros, dieron a los hombres y a “su cultura” el cobijo adecuado al momento. En esos lugares, los hombres se relacionaban: Estaban, charlaban y miraban. A falta de casinos …
Y me atrevo a añadir un cuarto punto:
Los casinos fueron en Andalucía el lugar de encuentro donde los menos favorecidos podían escuchar mensajes esperanzadores sobre sus derechos y libertades. Quizás pudiéramos equipararlos con “las redes sociales del siglo XXI”, el “internet del XIX”
Me gusta eso de los casinos como las redes sociales de otros tiempos.
Gracias amigo Benito, eso es leer bien la Historia.
Si señor.