Juan Antonio Ruiz / San Juan del Puerto. Corrían los últimos compases de la década de los cincuenta y primeros de los sesenta del pasado siglo, cuando por entonces el joven emprendedor hijo de panadero, Diego Fernández León, decide poner en marcha junto a Manuel, su hermano menor, una estación de servicio mucho más amplia de la que por aquel entonces tenían y gestionaban en un punto de venta en la misma Plaza de la Iglesia (el carburante lo empezaron a vender previamente en su propia casa), y que iría ubicada justamente a la salida del pueblo en dirección a Niebla y junto al cruce hacia la salida de Moguer, casi lindando con el paso a nivel del ferrocarril. Una cuadrilla de media docena de trabajadores fueron los encargados de levantar la nueva estación con la que San Juan del Puerto dispondría rodeada de altos y poblados eucaliptos, en unas obras que finalizaron a finales de marzo de 1964. Realizaron incluso un pozo artesiano con aguas medicinales que hacían uso de ellas los habitantes de San Juan del Puerto y de los pueblos de alrededor.
El 15 de abril de ese año, en su página novena, el diario Odiel publicaba a tres columnas la esperada noticia con fotografía incluida, donde se recogía el acontecimiento: bajo el epígrafe “San Juan del Puerto” se decía “Bendición e inauguración de la nueva estación de servicios” era el titular bajo el cual, se insertaba una fotografía genérica de Serrano donde aparecían las flamantes instalaciones para explicar a continuación que serían diez días antes, concretamente el domingo día 5 y a las cinco y media de la tarde, cuando tendría lugar la bendición, inauguración y apertura de la nueva estación de servicios “para el despacho de carburantes líquidos y derivados a los vehículos de motor”.
El sacerdote Simón Santos Bermejo, amigo de los propietarios, bendijo las instalaciones para pasar seguidamente a la entronización del Sagrado Corazón de Jesús. Hubo un vino de honor para todos los invitados, entre los que se encontraba el alcalde de la época, Mariano Sauci Hernández, así como “un grupo de lindas muchachas que dieron al acontecimiento el colorido que en ellas es habitual” –así lo recoge el periódico.
Desde entonces han sido cientos, miles de vehículos, camiones, furgones, motocicletas que han repostado en la “gasolinera de Dieguito” como popularmente se le conocía, de Diego Fernández León que en la misma página del rotativo decía hace medio siglo “participa a su distinguida clientela que, a partir de esa fecha, se pone a disposición de la misma para el suministro de toda clase de carburantes, grasas, aire y agua”. Una década después de poner en marcha esta gasolinera, puso en funcionamiento dos más, una doble en la N-435 que une San Juan del Puerto y Trigueros, y otra en la salida de la localidad triguereña dirección a Beas.
Fueron muchos los sanjuaneros y sanjuaneras que trabajaron en ella, destacando a los primeros que tuvo como José González, José Toscano Bueno, los hermanos Antonio y José Suárez Núñez, Antonio Márquez, Juan Lorca, Paco Blanco o Manuel Cárdenas Romero entre otros muchos. Curiosamente uno de los pioneros, Pepe Toscano, explica que en las horas libres y sobre todo cuando las noches eran tranquilas se dedicaban además de vender los carburantes, a arreglar pinchazos, poner bujías o cambiar aceites. Incluso recuerda algún atraco sufrido en primer persona sin olvidar las terribles inundaciones como la que se produjo en el año 1983 “a pesar de todo ello, la de la gasolinera fue una vida muy bonita” -manifiesta.
La de Dieguito fue una gasolinera sanjuanera y familiar, situada en una ubicación estratégica, rentable y que con el paso de los años fue absorbida, como la mayoría de ellas, por las grandes compañías petroleras como Cedipsa, hoy Cepsa. Cincuenta años después de su fundación, sigue prestando servicios como desde el primer día.