Mari Paz Díaz. Irene Sánchez Lazo es una onubense que se crió entre El Conquero, con sus abuelos, y la Alameda Sundheim, con sus padres. Tras el instituto decidió marcharse a estudiar fuera, en parte porque su hermana estaba haciendo la carrera en Granada. Luego, las dos se fueron a Sevilla, donde Irene comenzó Filología Francesa.
Su primera experiencia en el extranjero fue cuando estuvo un verano trabajando en París, a lo que después le siguió una Erasmus en Lyon y una beca de auxiliar de conversación en el País Vasco francés, donde conoció a su pareja, Arnaud, un joven del norte de Francia, que se vino a vivir con ella a Huelva ante su deseo de ser profesora de francés.
Sin embargo, la inexistencia de oposiciones provocó que Irene se fuera hace tres años a Francia, donde había una vacante Allí ha iniciado una nueva etapa de su vida, a 2.000 kilómetros de Huelva, siendo una de las dos profesoras de español del instituto de Mirecourt.
Por este motivo, en HBN hemos querido conocer cómo está siendo la experiencia de esta ‘Onubense por el mundo’ en el norte de Francia.
-Irene, el motivo de tu marcha al extranjero estuvo un poco obligada por las circunstancias…
-Sí. Me quedé muy decepcionada cuando anularon las oposiciones del profesorado en Andalucía. Estaba tan enfadada -dinero gastado en academia, tiempo perdido…-, que al decirnos el padre de Arnaud que había un puesto de profesora en su región, no me lo pensé dos veces: llenamos el coche ‘hasta la bola’ y 2.000 km de diagonal en dos días.
-¿Cuánto tiempo llevas fuera de España?
-Éste es mi tercer año en el Noreste de Francia, en la Lorena, región de la magdalena, de la quiche y de San Nicolás, el ancestro de Papá Noel.
-¿Es tu primera estancia en el extranjero?
-No. Siempre he viajado mucho. Sobre todo, de estudiante. En cuanto ahorraba algo de dinero me dedicaba a viajar, desde Amsterdam, Cuba, Italia, Alemania… Pero es verdad que Francia es el país que mejor conozco, casi más que España.
-¿Cuál es tu lugar de residencia?
-Vivo en Mirecourt, un pueblecito de la Lorena conocido especialmente por albergar la Escuela Nacional de Luthería. A ella vienen a formarse jóvenes de toda Francia para aprender a fabricar instrumentos de cuerda. Es muy curioso. ¡Ah! ¡Y en el museo del pueblo tenemos el violonchelo más grande del mundo!
-¿Cuál era tu nivel de francés al llegar?
–Empecé a estudiar francés a los 9 años, así que tenía un nivel muy bueno. Eso sí, sigo aprendiendo cada día. Además, cada región es un mundo, con sus propias expresiones y acento.
-¿Cuál es el balance de tu experiencia?
-Estoy contenta. Estar lejos de tu cultura y de tu familia nunca es fácil, pero me siento muy arropada por mi pareja y por su familia. Si no fuera por él, no sé si estaría aquí. Lo más difícil es crear una vida nueva, desde cero prácticamente, y no idealizar España, sino apreciar el presente y construir.
-¿Cómo es vivir en el norte de Francia? ¿Es muy diferente a España?
-Lo malo aquí es que hay menos horas de sol…, pero todo es más verde y se puede ir a esquiar, porque las estaciones existen de verdad (se pasa de 30° a -15° en invierno). Luego, en Francia es muy importante comer bien y hacer los platos uno mismo. Por ejemplo, mi pareja no concibe comprar un plato precocinado. Hace su cerveza, su mermelada, sus quiches lorraines… ¡Para mí lo mejor es la bollería y los cientos de quesos! Por otro lado, admiro de Francia el ardor con el que defienden los derechos y la justicia, y el espíritu crítico, que va mucho conmigo, por lo escéptica que soy.
-¿Y los franceses?
-Son campechanos porque vivo en una región muy rural. La gente es amable y natural. No hay ese estrés de las grandes ciudades como París. Además, como es raro ver a un español por estos campos, les agrada mucho y me tratan muy bien. También el humor es diferente, quizás más irónico que el nuestro.
-¿Cuál es la imagen que tienen de España?
–El español está de moda. Les encanta. La Lorena ha sufrido la invasión alemana varias veces, pero paradójicamente el alemán se consideraba la lengua de prestigio. Hoy, los jóvenes prefieren el español, que ha desbancado al alemán como segunda lengua en la enseñanza. En clase estudiamos, por ejemplo, el movimiento de los indignados, la emigración de los jóvenes españoles… Les gusta y salen un poco del estereotipo fiesta-siesta, que es lo que les suena.
-En cuanto a tu carrera, ¿te has marcado algún nuevo objetivo o reto?
-De momento disfruto de haber aprobado la oposición nacional francesa en junio. ¡Llevaba cuatro años preparando oposiciones! Me gustaría ir a ver a mi hermana, que se ha ido a vivir también a Francia, ¡pero a una isla!
-¿Qué piensa tu familia de tu aventura?
-Creo que, como yo, están contentos y tristes. A mi tata la veo un poco triste. Nos echamos mucho de menos, esa es la verdad, pero mi abuela dice que estoy “como en San Juan del Puerto”, porque vuelvo en vacaciones, y porque ahora la que está más lejos es mi hermana, que se le ha ido “al otro mundo”, a la isla de la Reunión.
-¿Y tus amigos?
-Intento verlos cuando voy a España, pero no es fácil encontrar el momento. También se echan mucho de menos. Dicen que las buenas amistades nunca se pierden. Espero que sea cierto. Además, muchos nos hemos ido: tengo dos buenos amigos onubenses en Francia: un profe y una dentista.
-¿Cuáles son tus planes futuros?
-No suelo proyectarme demasiado. Me he sacado una plaza aquí. Eso me da estabilidad, pero veo que mi vida está hecha de decisiones intuitivas de última hora, y eso me recuerda a cuando mi abuela corteganesa decía: “El día de mañana, ese no lo ha visto nadie”. Quizás con el tiempo me iría más al sur de Francia, o volvería a España. ¡Quién sabe!
-¿Piensas volver a España, a Huelva, en breve?
-Sí. Eso es lo bueno. Mi chico me lo decía: “si vivimos en Francia, tú tienes que ser profe, ¡y así vuelves a ver a tu familia cada dos meses!”. Ahora voy unos días a Madrid. A Andalucía iré en Navidad.
-¿Qué es lo que más echas de menos de Huelva?
–¡Tantas cosas! Las risas con mi madre y mi hermana, el flamenquito y los cocidos de mi padre, las albóndigas y refranes de mi tata, los consejos y el pez espada de mi abuela, el sol…, las juerguecitas en Sevilla, la gente paseando tranquilita, a nuestro ritmo…
-A pesar de ello, ¿recomiendas a la gente vivir un tiempo fuera de España?
-Sí, hay que salir. Porque pienso que los andaluces somos un poco creídos. Lo primero que hacemos al ver a un extranjero es decirle, ¿a qué aquí todo es más rico, más bueno, más bonito?… Creo que hay que mirar y comprender antes de hablar. Yo también decía que los franceses eran unos guarros y ahora resulta que la espesa soy yo cuando no dejo los zapatos en la entrada… Cuestión de perspectivas.
-Para terminar, ¿qué te gustaría decirle a los onubenses?
-Que disfrutéis siempre de lo que tenéis, que es mucho. ¡Y que lo cuidéis! Que si podéis, vayáis a ver lo que tienen los demás, por ver. Que espero veros por allí cuando vaya. ¡Ah! ¡Y que viva el Recre y la Virgen del Rocío!
2 comentarios en «Irene Sánchez Lazo, una profesora onubense en el norte de Francia»
Una chaquetita con mucho encanto…en ella se puede decir de tales » palos» tal astilla
Gracias Raquel. Si, de tal palo, porque esta es la más míguelagelina, jajaja.