(Las imágenes y el texto de este artículo, no corresponden a los contenidos del libro «Casinos de Huelva»)
Miguel Mojarro.
Hace unos días, Marcelo, mi amigo y compañero de correrías por los Casinos de Huelva, me comentaba algunos de sus recuerdos por la sierra de Galaroza, ese bello paisaje verde que se adorna con caseríos blancos.
Verde y blanco, colores tan familiares a los que somos del Sur. Colores que en Galaroza adquieren un valor especial cuando se miran desde la carretera de Jabugo, subiendo hacia Cumbres o bajando hacia los castaños frondosos.
No sé si es más bonito mirar a Galaroza o recrearse en las copas lujuriosas de esos árboles que nos invitan a pasear entre ellos, agarrados a nuestro báculo de andarín y seducidos por el sonido de las lievas.
Marcelo, casi pensando en voz alta, deja caer …
- “Yo tenía un amigo en Galaroza, Genaro, con el que he pasado los momentos más agradables de mis paseos por la Sierra. En el Casino, sentados a su puerta, hemos tomado las mejores manguaras y nos hemos contado historias que nadie conoce”.
Cuando uno llega a Galaroza hoy, pasados dos años de la desaparición del Casino, busca por instinto la puerta y la cerámica en la pared, con su nombre y su escudo. Y resulta muy difícil encontrar la fachada, ya sin las sillas en la puerta y con la pared enjalbegada. Porque es difícil aceptar que esa pared fue apoyo de sillones de tertulias y testigo de sabrosos comentarios, de los que solamente se dicen en la puerta de los casinos.
Pero la realdad es irrefutable. El Casino de Galaroza ya no está. Los “jarritos” de la plaza, con su silencio, parecen sentirse más solos y esperan su gran día, allá por los finales de cada verano. Pero sin el respaldo de un Casino que era su segunda casa, para cuando se hubieran sentido cansados de estar a la intemperie. Cuando nació esta escultura, se eligió la puerta del Casino por algo. Dejo a la imaginación de todos el motivo. En la misma plaza, la Fuente de los Caños, la Iglesia más blanca del Sur, el monumento a la fiesta del agua (Que gran motivo) y el Casino. Con sus sillones en la puerta y su escudo en la pared. Como debe ser.
Marcelo, amante confeso de todo lo que sea placer, mira con nostalgia esos días que ya no están y se desahoga conmigo, paseando esta vez en la noche cachonera, que es uno de los placeres desconocidos para los que no son de allí.
- “Antes, cuando el Casino, jugábamos la partida mañanera en el piso de arriba, tomábamos unas tapas en un bar que hay cerca y regresábamos al Casino a eso del café. A tomarlo sentados en la puerta, cuando el sol deja estar”.
Mientras me cuenta sus conversaciones con su amigo Genaro, se para delante de la fachada del antiguo Casino y suelta un comentario que lo dice todo.
- “¡Que lástima …!”
Y seguimos paseando por esas calles que se adornan con arriates centrales para que corra el agua, ese bien con el que Galaroza se adorna, convirtiendo en amantes a los castaños y las lievas. En silencio. Los amantes son así, callados, sin adornos y con la música bajita, como el sonido del agua cuando salta en los caños.
El paseo cachonero en la noche de verano tiene a veces encuentros gratos. Porque en este lugar hay gente que disfruta de su pueblo, al tiempo que lo pregona con voces diversas. Y no es para menos, porque Galaroza es lugar de estar y de contar, de cantar y de enseñar.
Hay aquí, entre castaños, una herencia cultural que adquiere personalidad actualizada en una Asociación que ya con su nombre hace honor a su origen: Lieva.
Y con ella nos encontramos, caminando entre calles bonitas, para sustituir la añoranza por la alegría del encuentro no precisamente inesperado.
Presento a Marcelo a mi amigo Antonio, cabeza visible y pensante de ese grupo cultural que, desde Galaroza, trabaja y difunde los valores cachoneros y del conjunto de la Sierra por todos los oídos y ojos que quieran estar abiertos a bellezas, a la historia y al patrimonio.
Se hacen amigos enseguida, porque tanto Marcelo como Antonio son amantes del placer y éste se encuentra en todo aquello que contiene valores sociales y culturales. Aunque sus edades no favorezcan la relación, ambos miran al otro como compañero de afanes placenteros.
Y se cuentan cosas y escuchan cosas. Y yo los miro, disfrutando de esa simbiosis entre pasado y presente, entre cultura y placer, entre lo que fue y lo que se quiere. Pero con Lieva es fácil, porque el patrimonio, la historia y los valores serranos son el referente de sus inquietudes.
Antonio nos aporta algunas de sus joyas relacionadas con el Casino que ya no es, de cuando empezaba a ser. Nada hace más agudo el dolor de lo que se pierde, que los objetos que recuerdan sus orígenes.
Y nos cuenta cómo en Galaroza había varios casinos y que más tarde el nombre se generalizaba a otros establecimientos que, no siendo asociaciones privadas, aportaban lugar y actividades para el asueto de los cachoneros. Hasta que esa denominación quedó de privilegio de la asociación que le dio nombre y vida, frente a la escultura de los Jarritos.
Antonio, desde su vínculo con la cultura cachonera, nos explica:
- “Existieron el Círculo Cultural Recreativo, la Unión Recreativa, el Casino Obrero o el Círculo Mercantil, creo recordar. Los demás no fueron sociedades, sino tascas o zampuzos, denominados genéricamente «casinos». Hay que hacer constar que en sus inicios, el nombre de los casinos auténticos era «La Sociedad», y que luego la palabra casino vino a nombrar a los bares”.
En Azoteas, lugar de encuentro de amantes del patrimonio, tenemos una agenda especial para personas y asociaciones que asienten sus placeres en los mismos referentes. Por eso recuperamos aquí la existencia de un artículo que Lieva, en la persona de su presidente Antonio F. Tristancho, publicó en relación con los casinos de Galaroza. Pero espacio obliga y no podemos aportar el texto íntegro, precioso y motivador. Valga aquí la referencia, el agradecimiento y la valoración. Pero en nuestra web (www.azoteas.es), incorporamos el texto completo de ese artículo precioso que Lieva publicó en aquel 2007.
Y añade Antonio:
- “De esa actividad de Lieva en aras de la recuperación y divulgación del patrimonio serrano, se recogen algunos datos interesantes, que esperamos sean reforzados en nuevas actuaciones relacionadas con los casinos de Galaroza y su entorno”.
Antonio, amigo ya de Marcelo, le cuenta algunas de sus aportaciones al estudio de los casinos de Galaroza.
- “Tenemos constancia de la existencia de un casino o sociedad denominada “Círculo Mercantil”, fundada en 1908, de la que sólo se ha podido encontrar de momento su reglamento fundacional. Es posible que fuese el denominado como “Casino Obrero” …
- “Pero más numerosos son los documentos de otra sociedad cachonera, la “Unión Recreativa”, que data de 1919. De la Unión se conservan multitud de documentos, listos para que los estudiemos”.
Quede aquí reseña de nuestra admiración por la labor de Lieva al servicio del patrimonio y con la esperanza de que continúen sus trabajos sobre los casinos de Galaroza y su zona serrana. Con el artículo que reproducimos en nuestra web, aportamos algo al impulso a su labor importante en la zona, no siempre reconocida en su justa medida.
Marcelo, cuando salimos de Galaroza, con el recuerdo fresco de una fachada sin el escudo del Casino, comenta con acento mezcla de resignación y de esperanza:
- “No podemos recuperar el pasado que se ha ido, pero al menos podemos intentar que sirva para algo”.
De eso se trata, amigo Marcelo, de eso se trata. El patrimonio es precisamente eso, el pasado que debe seguir siendo pasado, pero no solamente recuerdo. Se trata de no tener que recuperar el pasado, precisamente porque no se ha destruido.
Equipo Azoteas
www.fotoespacios.com
www.azoteas.es
2 comentarios en «Galaroza: Círculo Cultural Recreativo. Mis recuerdos con Genaro»
Ayer hice limpieza en casa, lo típico que se te ocurre tras realizar una reforma, y tiramos, tiramos, tiramos demasiadas cosas por ser “viejas” e inservibles. Esta mañana temprano he ido al contenedor y he recuperado algunas.
Los años pasan y lo “nuevo” ocupa el lugar de lo “antiguo”. He visto como unos jóvenes se desprendían de muebles de caoba o nogal antiguos y los cambiaban por otras de Ikea de tipo modernista y amplio colorido; también recuerdo a una joven que llegó a la tienda de numismática en la que yo estaba adquiriendo una moneda para mi colección, y ofreció al propietario un par de álbumes de monedas que su abuelo había coleccionado y ocupaba un espacio “indebido”. En ambos casos el valor material que los jóvenes adquirieron fue, seguro, mucho menor que el valor real de lo entregado, pero para ellos esos objetos “antiguos” no significaba nada, eran, simplemente, viejos.
Algo así pasa con los casinos de Huelva, cumplieron su misión en una época en la que no había Centros de reunión socioculturales, luego fueron tabernas de encuentro y, por último, tienden a desaparecer, como el casino de Galaroza.
Siempre proclamo que la preservación de la historia corresponde a las administraciones, pero si estas con lerdas y obtusas, el pueblo debe intervenir y cambiarlas. En contra tenemos la propaganda de los partidos que nos venden bondades inconclusas e inciertas, pero que sirven para votar siempre a los mismos, pues no votamos a las personas, votamos a las siglas, y así nos va.
Me anima constatar lo que ya había oído de la Asociación cultural de Lieva, en su objetivo de dar a conocer el patrimonio cultural de la comarca serrana y que haya preparado su ciclo de “taberna cultural”. Enhorabuena a Lieva y mi agradecimiento al grupo Azoteas por su extraordinaria labor socio cultural a través de los Casinos
Como siempre, el asombro y la gratitud a Don Benito de la Morena. Asombro, por su perspicaz y noble visión de la realidad a la que estamos afiliados. Gratitud, por esa atención, que es honor, que presta a nuestras semanales reflexiones casineras.
Suscribimos totalmente su reflexión sobre la inercia «ikeniana» y sobre la incompetencia de quienes no miran a la cultura, más que cuando conviene a sus intereses.
Hay un libro, La Hoguera de las Vanidades, de Tom Wolfe, que debería ser leido en institutos y universidades, en el que se parte de la antigua costumbre florentina de quemar todo lo lujoso fuente de vanidad, inspirado por el monje Girolamo Savonarola. Tampoco es eso …
Wolfe afronta en su libro hasta qué punto el dinero y la fama resultan inútiles cuando se reúnen circunstancias desfavorables.
Algo así pasa con los que miran el patrimonio de soslayo, porque no les interesa en el momento. Pero no será lejano el día en el que la Historia llame necios a los que dilapidaron su patrimonio.
Gracias, amigo Benito, por estar en el sitio que necesita el sentido común.