(Las imágenes y el texto de este artículo, no corresponden a los contenidos del libro «Casinos de Huelva»)
Miguel Mojarro. Tengo una amiga, María, que ha realizado un hermoso trabajo sobre arquitectura marginal en las ciudades. Desde su perspectiva profesional, surgió un día un coloquio que me ha quitado parte del sueño, por su interés y ha logrado que me acueste hoy más tarde de lo habitual.
Me comentaba María la estrecha relación que los arquitectos encuentran entre Arquitectura y Sociología. Y «sus razones la cargan de razón», porque construcciones (el contenedor) y personas (El contenido), tienen mucho que decirse mutuamente para lograr que la Arquitectura alcance sus tres logros principales (A juicio de un sociólogo): Eficacia, estética y funcionalidad.
En el caso de los casinos, sus diversos orígenes y colectivos han dado la pauta y han marcado el estilo de sus sedes correspondientes, con independencia de «los posibles» de que dispusieran los fundadores.
En el sur, las sociedades casineras tienen justificación en la necesidad de satisfacer el ocio de los hombres, en ese tiempo de asueto que va más allá de las obligaciones cumplidas. Y para ello, los bares se quedaron cortos en el espíritu creativo de los sureños.
Había que buscar soluciones más satisfactorias y menos mercantiles que los establecimientos de bebidas (bodegas, tiendas multiservicio y ventas en los caminos). Había que gestar algo que mejorara las limitadas posibilidades de libertad y de relaciones que ofrecían estos establecimientos.
Ésta fue la clave, el detonante, el empuje final que la Historia dio para que el hombre creara los casinos. Los hombres tienen, desde sus orígenes, tres necesidades que le venían de fábrica: Beber, jugar y estar con los amigos, se hable o no se hable. Beber, porque somos adictos al placer del gusto, jugar porque somos competitivos y estar con los amigos, porque somos criaturas sociales (Como los simios).
Parece inevitable que los casinos fueran la solución a tales demandas de las aspiraciones del asueto de los hombres. Pero no se piense que hasta finales del siglo XIX no se encontró tal solución, porque desde la antigüedad las soluciones a esta necesidad han sido muchas y variadas, dependiendo de factores culturales y ambientales en cada civilización. Pero esto es tema para otro día, en el que veremos la relación estrecha entre casinos e iglesia, allá por la Edad Media.
La casa propia, quedaba superada en sus condiciones para este tiempo de asueto. Era pequeña, humilde y «poco libre». Claro está, haciendo excepción de las mansiones de la clase pudiente, que tenían casas para satisfacer cuantas demandas del ocio se presentaran. Pero sólo hasta cierto punto … , porque no ofrecían la discreción necesaria para «sentirse en libertad», aunque no se hiciera nada especial ni censurable.
Es el mismo fundamento psicológico que explica la preferencia de los estudiantes de usar la biblioteca pública para las tareas del estudio. Una sala ambientada, con gente y en la que nadie te observa, es preferible a un rincón silencioso y solitario de la casa propia, en el que puede haber ojos que te exijan dedicación a la tarea.
Por otro lado, los bares, las tiendas mixtas, las ventas, ofrecían un uso limitado, a cambio de la compensación económica del consumo. Y, al fin y al cabo, estábamos en terreno ajeno, pensado por su dueño y para su beneficio. Legítimo todo.
Buscar un lugar en el que se sienta a gusto «el asueto», se convirtió en meta y objetivo. Pero había un factor más, que agregó salsa al invento: Si vamos a tener un lugar mejor que nuestra casa, más confortable y libre que los bares, miremos dónde viven los pudientes, porque ellos saben de esto y sus casas son mansiones que ofrecen todo lo que buscamos: Amplitud, belleza confort.
Pero un problema surge en el camino de la invención. Siempre hay algo que limita el horizonte de la ambición (O del deseo): Económicamente, no es posible construir un lugar equiparable a las mansiones de los que tienen posibles, pero el sentido común (Y la Arquitectura) nos da la solución. Hagamos una casa, que mejore la nuestra, en al línea que marcan las casas admiradas y envidiadas, pero sin llegar a tales extremos de magnificencia y derroche.
Y que sea lugar discreto, al socaires de miradas curiosas y presencias no deseadas. Tan nuestro como la casa propia y tan lúdico como las bodegas y las ventas.
Surgen así los primeros conatos de «casino», de manos de quienes podían: Los pudientes (Por eso se llaman «pudientes», porque «pueden»). En la vecina Italia y en la España de ese riquísimo siglo XIX. De la mano de la clase que «sabía» de estas cosas, para extenderse progresivamente a los ámbitos laborales más humildes.
Por eso hay casinos «de ricos» y «de pobres», de labradores y de comerciantes, de mineros y de católicos, … Por eso hay casinos en la montaña, en la campiña y en las cuencas mineras. Por eso hay casinos que tienen orígenes diferentes y se ubican en zonas que en nada se parecen. Por eso los casinos son diversos y distintos, que son dos formas de hacer de la variedad belleza.
Y la Arquitectura, hija de las necesidades de los hombres (Eficacia, estética y funcionalidad), alcanza un maridaje de intereses con la Sociología, para que los hombres logren cotas adecuadas de calidad de asueto, gracias a lo que aporta la Arquitectura en la adecuación de los lugares que los acogen. (Otro día hablaremos de la proyección de la Arquitectura en ocios de otras épocas y otras religiones. Pero hoy no toca).
En Huelva, en sus diferentes zonas, los casinos responden a la influencia de factores económicos, laborales y sociales, que los convierten en una muestra de colorido y sabores muy distintos. Y así es en realidad, son casinos que distan mucho de ser semejantes. Pero todos tienen algo en común: Su calidad de centro del asueto y su adaptación física a deseos de belleza y confort. Y es aquí donde la Arquitectura tiene mucho que decir y en verdad lo dice.
La Arquitectura dio soluciones a las ambiciones de espacios de los hombres, desde que pasó de las cuevas a las cabañas y de éstas a los castros. Sus tres grandes momentos sociales, son el Románico, el Renacimiento y los finales de ese creativo siglo XIX.
En el XI, contrafuertes y arcos hicieron posible espacios sociales con ambición de sedes de colectivos. Para que iglesias y atrios dieran cobertura a necesidades surgidas de la vida en sociedad.
El siglo XIII añadió el exquisito logro de los arbotantes y las iglesias alcanzaron amplitud y altura, demandadas por necesidades mercantiles, de boato y de peregrinaciones masivas. Ya aquí era descarado el maridaje entre Arquitectura y Sociología.
Pero el Renacimiento tuvo que atender a deseos de nuevas formas de vida (Menos eclesiásticas), aspectos culturales exigentes (Arte y escritura) y necesidades de construcciones magníficas en tiempos y costos, que superaran la lentitud y modestia del Medioevo. Y ahí estaba la madre Grecia para aportar arquitrabes y tímpanos a una concepción no nueva, pero sí revolucionaria, de las formas de espacios interiores para usar y exteriores para lucir. (No se olvide esto cuando hablemos de los casinos de nuestro siglo XX).
Así, en continua adaptación, hasta que los casinos demandaron atención a la Arquitectura. Allá por los fines del admirable siglo XIX, la sociedad ha sufrido profundos cambios en sus relaciones internas, ya no existen los extramuros y en las plazas principales se levantan ayuntamientos y «casas bien» de los pudientes. Han surgido nuevas formas de necesidades: La gestión y el confort.
Los hombres, ante la presencia de un asueto exigente, se lanzan a la conquista de la segunda, el confort. La primera, la gestión, ya la atienden los poderes públicos, que no entienden de asueto.
Y los hombres, esclavos de su deseo de ocio gratificante, se atreven, de la mano de quienes sabían, al coqueteo interesado con la Arquitectura, esa reina de los espacios que domina el estilo y la funcionalidad, como si eso fuera sencillo.
Y se convirtieron en amantes, Arquitectura y Sociología, para dar vida, belleza y confort, a espacios que ya existían o a otros nuevos, al servicio de su finalidad: Ser casinos.
Fachadas, suelos, zócalos, patios, escaleras y ventanas, fueron puestos a servicio de los hombres, bajo las orientaciones y creaciones de criterios arquitectónicos, que pusieron saber y estilo en las sedes casineras.
Hay un casino en Lepe, en lugar que antes era privilegiado, en el que suelo y escayolas son un monumento a la belleza de los interiores del Sur. Y uno pisa esas baldosas con reverencia, cada vez que paseo por ellas con mi amigo Manuel, enamorado de la estética de ese salón.
También está presente la Arquitectura en la distribución de interiores ya existentes y su adaptación a sedes de casinos, como en Bollullos (Casino Español) y en Almonte, donde pasillo, salón, habitaciones discretas y patio, hablan de una herencia rica adaptada y ampliada con mucho sentido de «intimidad vanidosa».
En Trigueros, lugar agrícola donde los haya, se rompe el hábito estructural y se convierte el antiguo patio de una casa de labranza, en gran salón circular, bajo claraboya de luz, alrededor del que se abren espacios preciosos.
O en Paterna, como una de las mejores aportaciones de la Arquitectura a la recuperación de bellezas anteriores, con portada bien respetada.
Adaptaciones de fachadas al estilo circundante, como en Beas, Moguer, Villanueva de los Castillejos o Puebla, donde la historia de la calle Serpa se mantiene en sus fachadas.
Hay casinos que han sido construidos en época reciente y son aciertos al servicio de sus fines, desde concepciones arquitectónicas actuales, como Palos, el agrícola de Bonares o la armónica fachada de Valverde.
Los caprichos de la herencia se dejan notar en Moguer, La Palma, … , en los que la belleza que han recibido es emblemática.
Fachadas sureñas como Rociana y Ayamonte, pregonan su naturaleza de vecinos de sus lugares, en preciosa armonía con el entorno social, que no solamente urbanístico.
Hay casinos que han sido edificados para ser sedes y que han sacado buen aprovechamiento de los criterios arquitectónicos, como son dos vecinos y amigos, Jabugo y El Repilado, que usan con eficacia su presencia en la Plaza principal uno y otro en el entorno más lucido.
Y otro más, el casino de Rosal de la Frontera, que incorpora gotas del gusto portugués, que lo hacen peculiar, tanto en su exterior como en su salón.
Pero la obra excelente, por conocida y por su origen, es el Casino Arias Montano de Aracena, obra del arquitecto Aníbal González, que coloca en lugar de privilegio su obra más lucida entre sus actuaciones en Aracena. Ejemplo de fachada, de esbeltez y de ubicación urbanística. Aquí Sociología y Arquitectura pregonan su relación amorosa de comunión. Con descaro y sin pudor.
Pero donde la Arquitectura tiene un protagonismo clave, es en los casinos mineros, donde creó la impronta de su saber interpretar las necesidades obreras y las directrices de la empresa. Porque si bueno es que un casino ofrezca a los socios el confort y la estética adecuada para su asueto grato, más importante es lograr esto bajo condiciones estrictas de economía e intereses patronales.
Construidos por las empresas mineras en los pueblos cercanos a las cortas, la arquitectura de estos casinos corresponde a las instrucciones recibidas por parte de dichas empresas, en función de una doble finalidad: Solventar el asueto de los obreros en el tiempo de descanso y tener a estos grupos mínimamente controlados por la cercanía, evitando agrupaciones peligrosas ajenas al entorno de la empresa.
Los arquitectos trabajaron allí para tal fin. Edificios para obreros, sencillos y eficaces en la oferta de ocio. Sin complicaciones en los distintos usos (Bailes, reuniones, tertulias, juegos, … ), de manera que una misma estructura arquitectónica sirve de base para todos los proyectos: Acceso directamente desde una gran explanada, salón polivalente que sirve para tertulias y eventos, bar centrado en salón, de fácil acceso desde distintos puntos, salitas laterales independientes para juegos de mesa y terraza para trasladar las reuniones y tertulias al exterior en las noches del buen tiempo. Edificios planos, de una sola planta, alargados con acceso central y ventanales a lo largo de las dos fachadas.
Luminosos y funcionales, sin aspiraciones estéticas más allá de la limpieza, la funcionalidad y el uso cómodo y accesible. Los casinos mineros son ejemplo de arquitectura al servicio una necesidad, sin la más mínima concesión a aportaciones del arquitecto. Una función muy definida (Dar a los obreros lugar de ocio) y un edificio humilde, decente y amplio, sin más concesiones a la estética. Su encanto, las proporciones de su volumen, que los convierte en edificios de una extraordinaria belleza plástica, por su color, por sus dimensiones y por la amplia perspectiva que posibilita el espacio de delante.
Y un interior bien dimensionado, proporcionado y con una sensación de amplitud que hace la estancia agradable. Y diferente.
Una excepción; El Club Inglés de Bella Vista, construcción que pone la nota inglesa en un barrio de arquitectura colonial. Junto a casas de sabor victoriano, un precioso edificio de una planta, de ladrillo, con un porche que elimina cualquier atisbo de sabor sureño. Y dentro, madera y tibieza en la luz, para adoptar el ambiente inglés de los interiores acogedores y profusamente ornamentado. Intimismo diferenciador.
La Arquitectura, más allá de la eficacia en la construcción de edificios, entiende y atiende aspectos que no se valoran suficientemente: La creación de espacios adecuados, funcionales y los valores estéticos que se le exigen para que sean espacios confortables.
Los casinos de Huelva son un catálogo de construcciones al servicio de grupos sociales bien definidos, que condicionan el tipo de construcción que les da cobijo. Pero cobijo al ocio, que es una dificultad añadida para la Arquitectura.
Sociología y Arquitectura, dos disciplinas que comparten espacio. Una, para establecer necesidades y otra para crear espacios adecuados.
Y la estética, no la olvidemos. Estética al servicio de los usuarios. Estética creada por la Arquitectura.
4 comentarios en «Arquitectura y casinos»
Brillante descripción de cómo se ha ido representando, a lo largo de los últimos siglos, el ocio del pueblo, en función de su clase social y objetivos a conseguir. Pienso que la Arquitectura fue uno de los medios utilizados para dar a cada uno lo suyo, para diferenciar ricos de pobres y que todos se sintieran contentos cada uno en su clase social, pero el hambre derrumba paredes, incluso la de los casinos y estos se usaron para mítines y disputas sociales, dejando a un lado la primigenia razón del ocio y la cultura.
Dice D. Miguel que este artículo no está incluido en su libro Casinos de Huelva, craso error, querido amigo, pues merece estar en lugar preferente, aunque sea como un anexo, pero entiendo que ya está en las librerías y habrá que esperar a una nueva edición.
Siga usted dando ideas, Don Benito … Espero que sean satisfechas las sugerencias en su momento. No muy lejano … Como siempre, gracias por la aportación, interesante como siempre.
De acuerdo con el anterior escribiente D. Benito, en lo jugoso del artículo.
La necesidad de cruzar los instrumentos que favorecen Al entendimiento, de cada disciplina, se hace vital en los casos de la Arquitectura y la Sociología. Son los “modos de habitar”, que en definitiva describen una manera de estar en el mundo y también una manera de irse de este mismo mundo, son los que sirven a una y otra disciplina para interpretar nuestra realidad, representarla; ahora ya siendo otra, a través de construcciones dialécticas o materiales.
Procesos espaciales que a lo largo de los tiempos nos han contado de las relaciones humanas, y que antes, como ahora necesitan alimentarse de las condiciones de su tiempo.
Tiempo presente, lleno de incertidumbre, de inconsistencias y hasta de virtualidades, que nos hacen habitar en redes.
Velocidades, que a veces se nos hacen difíciles de alcanzar, nuevos poderes que nos llevan a nuevos modos de habitar, el espacio convertido en tiempo, variable como este mismo, pero, me pregunto, cómo retener aquellos espacios del asueto; Islas entre las dinámicas actuales de una urbanidad que asalta los límites de lo estable, quizás la clave está en el reconocimiento que D. Miguel hace de estos espacios, pues al nombrarlos los devuelve a nuestra conciencia y ¿por qué no?, a formar parte de nuestras necesidades.
Cuando llegan comentarios como el de Dª María Prieto, desde su atalaya en la Arquitectura sevillana, uno siente que no es baldío el trabajo de recuperación de ese matrimonio entre Sociología y Arquitectura.
Sobre todo teniendo en cuenta que estamos hablando de quien ha realizado admirables trabajos sobre esa arquitectura periférica de las ciudades, que no está muy alejada de ocios no satisfechos.
Gracias por tus palabras, querida amiga.