La Galería de Rosa Cabalga de Ayamonte acoge al pintor Chencho Aguilera

Chencho Aguilera con uno de sus cuadros.
Chencho Aguilera con uno de sus cuadros.
Chencho Aguilera con uno de sus cuadros.

Jose Luis Rua. En Ayamonte las calles, las galerías de exposiciones, los balcones, las antiguas ermitas, las azoteas de las casas, los centros culturales, cualquier rincón es una sala de exposición. En estos momentos se está realizando un estudio científico para determinar qué hace posible que una ciudad pequeña pueda tener tanto artista pintor por metro cuadrado.
La Galería de Rosa Cabalga, en los bajos del histórico Palacio del Marqués de Ayamonte abre las puertas de vez en cuando, especialmente cuando llegan los calores y los patios interiores del palacio se inundan de un colorido que se confunde con los lienzos repartidos por todos los salones.

 

Reciclado de tablas de skate.
Reciclado de tablas de skate.

En esta Galería expone su obra Chencho Aguilera, el pequeño de la saga de los Aguilera. Rafael, Florencio y ahora Chencho. Es su primera exposición individual, aun cuando su currículum diga que ha expuesto en colectivas, o con Esther Moreno, o la mágica de “tres generaciones”, y que ha estado ya en Nueva York, como los grandes. Y es que Chencho lleva camino de ser uno de los grandes.
Tiene la obra repartida por diversas salas, mejor dicho habitaciones. Formatos distintos, técnicas distintas, ideas distintas y una creatividad que se le sale literalmente del cuadro. Es original, podría ser un buen grafitero porque le encanta el tema urbano, los spray, mancharse descaradamente y salir corriendo si llega la policía. Sabe cuál es su territorio, cuáles son sus leyes y como hipnotizar al público. Por esa razón sus cuadros no tienen título.

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Chencho Aguilera.
Chencho Aguilera.

Sus manchas y perfiles escapan del lienzo para correr libremente por el blanco de las paredes. Cambiaría la dimensión del lienzo por la amplitud de la pared. Y es tan creativo, tan original y tan atrevido, que vendió un cuadro y utilizó el hueco de la pared pintando una nueva figura. Y defiende el cuidado de nuestro entorno, que ha reciclado viejas tablas de skate para convertirlas en obras de arte.
Eso sí, la temática está definida, la figura humana es su eje central. Y la interpretación que se haga de su obra, en muchas ocasiones viene con ciertas ayudas, porque muchas de sus obras lo tienen. “Ningún niño debería morir por una bomba”, homenaje silencioso a las muertes de Gaza. O ese otro que te invita a la reflexión, o a la denuncia de la enorme competitividad, o a la envidia como equipaje de futuro, “ de mayor quiero ser mejor que tu”.
Chencho ha montado una exposición estética por encima de todo. En un Ayamonte plagado de exposiciones, la suya marca diferencias y originalidad. Y es que pinta arriba y expone abajo. Ha hecho esta “colectiva” siendo su primera individual con ese título de “ Tres mentiras en una verdad”, porque en la firma de su obra, se define como tres autores en una sola persona, Enolagain, el niño tiburón y Chencho.


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