Juan Carlos Jara. El paseo, las compras y la cervecita del mediodía tienen, desde hace pocas fechas, una nueva guarnición en el centro de Huelva. La instalación de toldos en las calles peatonales más emblemáticas de la ciudad era una vieja aspiración que ya contó con algún que otro amago sin continuidad y que ahora, de la forma menos esperada, se nos convierte en realidad.
En esta tierra, en la que todo tarda más en llegar que en cualquier otro lugar, la sombra portátil tampoco se dejó ver a tiempo para paliarnos los calurosos meses estivales de otra época. Pero no hay mal que cinco legislaturas dure ni problema que no se solucione con unas pocas dosis de imaginación, quedando de nuevo demostrado que en la gestión pública, como en tantas otras cuestiones, el empeño y el entusiasmo aún tienen mucho que decir.
La coqueta imagen que toma ahora el centro de la ciudad aporta un enorme aliciente a una zona demasiado abandonada en ciertos aspectos pero que mantiene, gracias en parte al proceso de peatonalización de los últimos años, un enorme potencial. Y el comercio tradicional, tantas veces olvidado pero en ocasiones tan anclado en su propia inadaptación, encuentra un leve punto de apoyo para recuperar la esperanza en ese futuro, quizás cercano, que ya queremos alcanzar.